El terrorismo transnacional post-Bin Laden

Imagen de Niyaz Karim

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El anuncio de la muerte de Bin Laden a manos de las tropas estadounidenses en Pakistán ha convulsionado al mundo. Mientras algunos “festejan” la victoria, otros temen una nueva ola de represalias. ¿Qué cambiará en el terrorismo global a partir de la muerte de su principal líder?

La primera respuesta ante semejante pregunta parece ser muy simple: Nada. El terrorismo transnacional en su vertiente fundamentalista islámica es un aparato lo suficientemente fuerte, extendido y, sobre todo, descentralizado, como para que la desaparición física de su líder perjudique sus objetivos principales.

El terrorismo se presenta hoy como la principal amenaza a la estabilidad del sistema internacional. Esto se explica mediante el riesgo que genera este fenómeno para la supervivencia de la figura del Estado-Nación tal como la conocemos hoy. Las redes terroristas no poseen las mismas cualidades que los Estados; no tienen ni territorio, ni fronteras. Sin embargo, las potencias mundiales no han dudado en “declararles la guerra”.

Si bien los Estados Unidos se encuentran liderando la “Guerra contra el Terrorismo”, cierto es que no son los únicos ni los primeros en sufrir las consecuencias del fundamentalismo islámico. La Federación Rusa también conoce los efectos de este flagelo, probablemente mucho más de cerca, y además, en su vertiente interna. Lo que empezó siendo una disputa territorial en el Cáucaso Norte, se ha transformado en uno de los focos más importantes del terrorismo y en una de las amenazas más relevantes para la seguridad rusa.

El enfoque para enfrentarlo se enmarca en la cooperación internacional. En la esfera de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) Rusia ha propuesto acciones pertinentes para enfrentar conjuntamente esta cuestión. La internacionalización del problema representa para Rusia la posibilidad de encarar en varios niveles las posibles respuestas a la complejidad que presenta esta amenaza. Tal es así, que la “Guerra contra el Terrorismo” es el principal motivo de cooperación entre el Kremlin y la OTAN. Tras décadas de confrontación entre ambos, hoy encuentran en el terrorismo transnacional un enemigo común.

Ahora bien, cabe destacar aquí que las redes terroristas no se reducen a la existencia de Al-Qaeda. En el Cáucaso Norte predomina la red encabezada por el fundamentalista Doku Umárov, autoproclamado “Emir del Cáucaso”, quien se ha adjudicado los atentados en el metro en las estaciones Park Cultury y Lubianka, en el 2010, además de la reciente explosión en el aeropuerto moscovita de Domodédovo en Febrero de 2011. Si bien estos atentados no fueron los únicos perpetrados por las redes terroristas en Rusia, son los que han adquirido mayor visibilidad internacional, dado que sus objetivos se encontraban en la capital.

La relación entre el terrorismo en el Cáucaso Norte y Al-Qaeda quedó comprobada luego de la incursión de “mudjahidines” procedentes del movimiento talibán en la guerra de Chechenia en el año 1999, revelando la conexión entre los rebeldes chechenos y Bin Laden. Actualmente, el contexto social e internacional no es el mismo, pero el discurso y la justificación de la lucha por el poder sigue cohesionando a las diferentes redes que pretenden llevar a cabo la yihad internacional a través de operaciones terroristas.

Volviendo a la cuestión central de este artículo, nos preguntamos si la eliminación de Bin Laden cambiaría en algo este panorama. A priori, el hecho de la muerte del líder de Al-Qaeda no significaría un cambio en la mentalidad o en la estructura de la organización terrorista, ya que Osama no cumplía funciones de dirección propiamente dicha, sino que actuaba a modo de “guía espiritual” del fundamentalismo islámico. El acontecimiento que efectivamente marca un antes y un después en la lucha contra el terrorismo resulta ser el discurso que el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, pronunció en la Casa Blanca confirmando el hecho.

Ese suceso marca la necesidad de un cambio en la política antiterrorista de la principal potencia mundial, que hasta el momento se basaba en la búsqueda de quien consideraban la amenaza número uno a su seguridad nacional. Cumplida esa misión, deberán considerar cómo sigue la lucha contra el terrorismo transnacional. El Kremlin, por su parte, recibió con júbilo esta noticia y destacó la importancia de continuar esta lucha, mostrándose dispuesto a incrementar la cooperación internacional.

Las declaraciones de Obama, considerando al mundo como “un lugar más seguro ahora” luego de “haber hecho justicia”, generaron a su vez diversas reacciones en la sociedad occidental y sus gobiernos. Algunos pusieron en duda la legalidad de esos actos y otros advirtieron la inestabilidad que los mismos ocasionan en el sistema internacional. Además, los propios festejos de la población norteamericana probablemente generen más resentimiento por parte del fundamentalismo islámico, lo que lleva a suponer que esto resultará en una nueva ola de atentados en venganza por el asesinato de su principal líder. Esto afecta directamente a Rusia, quién ya es víctima cotidiana de este tipo de ataques y no necesita que el terror se siga expandiendo, menos aún, fronteras adentro.

En resumen, lejos de haber “ganado la batalla”, el futuro escenario internacional se presenta aún mucho más incierto y probablemente hoy el fundamentalismo islámico encuentre más justificaciones para continuar su lucha con mayor fuerza y violencia, multiplicando la posibilidad de nuevos atentados.

Sergio G. Caplan es Investigador del Centro Argentino de Estudios Internacionales (CAEI)

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