Foto de Reuters/Vostock Photo
Los dos miembros del tándem gobernante están haciendo todo lo posible para mantener la tensión. Hace poco Dmitri Medvédev ha vuelto a pronunciarse sobre ello al afirmar que él «no excluye la posibilidad» de presentar su candidatura para la reelección. Además dio a entender que tenía algunas divergencias con Vladímir Putin sobre la forma de desarrollo del país. Dos días después fue Vladímir Putin el que hizo declaraciones al respecto. Él también dio a entender que «no excluye esta posibilidad» y añadió que «no hay que ponerse nervioso» por las elecciones presidenciales.
Sin embargo, los analistas siguen poniéndose nerviosos y se dedican a hacer constantes comentarios acerca de las posibles diferencias entre Putin y Medvédev. Especialmente porque los protagonistas no paran de dar motivos para ello al expresar opiniones diferentes sobre los mismos problemas y temas. Si al principio del mandato presidencial de Medvédev ambos trataban todas las cuestiones con sumo cuidado (si uno manifestaba una opinión sobre algún tema, por regla general el otro no se pronunciaba), en la retórica política actual ha aparecido una marcada simetría. Incluso deliberadas contraposiciones. No obstante, conviene señalar que las divergencias apuntadas por los analistas no afectan a cuestiones fundamentales ni estratégicas.
En cualquier caso, Putin y Medvédev se han visto inmersos en una situación bastante compleja. En primer lugar a causa de las particularidades de la política rusa, que se han ido formando a lo largo de los siglos. El “caballo cojo” ruso en comparación con el americano (que se marcha sin presentar su candidatura a la presidencia) no es ni siquiera cojo, sino simplemente un caballo totalmente muerto, un cadáver al que todos dan puntapiés, del que todos se burlan abiertamente.
La política rusa está tradicionalmente vinculada a un líder (en este caso, dos). La burocracia no se rige ni por las instituciones ni por leyes o normas escritas, sino principalmente por lo que diga el Jefe: su estilo, sus deseos, costumbres, caprichos, fortalezas o debilidades. En cuanto se marcha o da a entender que se marcha, deja de existir.
Así pues, si Medvédev declarara ahora su intención de no presentarse significaría que Rusia se quedaría sin presidente a un año de las elecciones. Si fuera Putin quien anunciara su marcha, en la práctica significaría que toda la jerarquizada maquinaria gubernamental (ya de por sí no muy efectiva) detendría por completo su funcionamiento. Hay que tener en cuenta que estamos hablando de una maquinaria construida sobre la base de una fuerte centralización.
Tanto Putin como Medvédev entienden esto a la perfección y, por lo visto, no están dispuestos a asumir semejante riesgo. Por otro lado, los dos pueden tener sus propias ambiciones políticas y sus propias pretensiones al trono presidencial.
Otro asunto que no está del todo claro es cómo veían esta situación allá por el año 2008, cuando ellos mismos la crearon. ¿Cómo planificó Putin los acontecimientos? ¿Era posible asumir que Medvédev delegaría de facto todos sus poderes, dando a entender que no iba a pretender ser reelegido? Desde el comienzo de su mandato empezaron a circular rumores acerca de su renuncia antes de tiempo para evitar alargar el periodo de existencia de un “presidente débil”. Entonces ¿por qué le interesa a Putin desacreditar la institución de la presidencia que él mismo se dedicó a reforzar con tanto ahínco y a la que aparentemente pretende volver? ¿O es que Putin no imaginaba que iba a estar durante tanto tiempo en el cargo de primer ministro y ahora que se ha convencido de que Medvédev será capaz de cumplir todas sus obligaciones y de resolver todos los compromisos que había adoptado ante el mismo Putin, se apartará mucho antes del 2012? Entonces no se entiende esa “retirada” para un político lleno de vitalidad y que todavía es relativamente joven.
Es posible que el escenario actual de tandemocracia y su posible desaparición en 2012 no fuera planeado con todo detalle en 2008. Es posible que los propios aconteciemientos hayan provocado correcciones inesperadas en ese plan. Así, por ejemplo, no está claro si ambos políticos tuvieron en cuenta un factor muy importante en la política actual en un mundo que cambia rápidamente: el cansancio del electorado con cualquier mandato excesivamente largo incluso de las figuras políticas de más éxito. La mentalidad del hombre actual está conformada de tal manera que necesita un desarrollo progresivo, tener noticias cada día, cambios constantes aunque sean pequeños. Quiere ver un nuevo capítulo de una serie, tanto en política como en la televisión se necesitan nuevos argumentos constantemente. El 25% de los rusos responde en las encuestas que preferiría que en las elecciones de 2012 no se presentaran ni Putin ni Medvédev. Esto no quiere decir que esta tendencia a la baja no pueda cambiar, pero significa, como mínimo, que algo nuevo está fraguándose en la sociedad, que está madurando.
Por lo visto, a día de hoy la principal cuestión no es tanto quién de los dos gobernantes se presentará a las elecciones, sino en qué consistirá precisamente el mensaje del nuevo periodo de mandato presidencial. Es posible que ese mensaje nuevo sea lo que ambos vayan a presentar en su candidatura. A pesar de todos los recelos, no habrá una ruptura de la élite gobernante en dos bandos irreconciliables, sino que, al contrario, permitirá una relativa estabilización del sistema, que está experimentando ciertas dificultades debido a la crisis mundial y a la clara falta de avances en la modernización del país. La competitiva campaña electoral de Putin contra Medvédev, focalizada en pequeñas divergencias puntuales pero no esenciales, permitirá conservar la senda del desarrollo estratégico del país en su conjunto, y mantendrá y estabilizará relativamente el actual sistema sociopolítico.
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