Tratamiento con una solución descontaminante del territorio de la central nuclear. Foto de Vitali Ankov/ RIA Novosti
Como algunos consideran que sería de tontos desaprovechar esta publicidad, el estado se empezó a ocupar directamente de los viajes a Chernóbil. "En la Zona uno puede encontrarse con terrenos peligrosos desde el punto de vista radiológico, así que hemos elaborado itinerarios para garantizar la seguridad", declaró el Víktor Baloga, del Ministerio de Situaciones de Emergencia.
Uno puede entrar en la Zona de forma legal o ilegal. El acceso ilegal se da cuando uno va a Chernóbil solo o con un grupo de amigos, sin pedir permiso a nadie. Uno entra a escondidas, sobre todo por la noche, atravesando el alambre de espino que rodea el límite de la Zona, y se queda a dormir en las casas abandonadas de los pueblos de alrededor, o bien en la ciudad de Prípiat, pero sin encender hogueras porque el humo podría ser detectado por los servicios del perímetro de seguridad. Si uno se rompe algo al caerse en una casa abandonada de Prípiat, nadie va a ir a salvarle e incluso es posible que nadie se entere de dónde yace su cuerpo.
En caso de que lo descubran, le sancionarán administrativamente con una multa de 400 grivnas (unos 50 dólares). Si no lo descubren, podrá ver cosas que no se enseñan a los turistas. Entre ellas, Rossokha, un cementerio con la tecnología que se usó en la eliminación de las consecuencias del accidente. Los coches, los helicópteros y los vehículos blindados se pudren en este sitio porque ninguna planta metalúrgica los admitiría debido a la radiación.
En cualquier caso, no hay mucha gente que quiera entrar en Chernóbil por su cuenta. Sin embargo, las agencias turísticas están viviendo un auténtico boom. "Cada semana, un grupo de varias empresas turísticas enviamos a la Zona 3 ó 4 autobuses de 20 plazas cada uno. En general, el número de visitas diarias ronda las cien personas", explica a la revista “Ogoniok” Arseni Finberg, coordinador del proyecto "Kiev Interesante", cuya empresa lleva ya tres años organizando viajes a la central nuclear de Chernóbil. Según él, sobre todo viaja gente joven, y el precio de una visita de un día alcanza los 160-170 dólares. Hay también numerosos turistas extranjeros, para quienes la Zona es un sitio impenetrable que sigue siendo peligroso. Los más aprensivos suelen ser los alemanes, no se sabe por qué. Y los más curiosos, los japoneses. Les interesa ver lo que les espera 25 años después de la explosión de Fukushima. "Algunos turistas tienen mucho miedo a la Zona y por eso pueden presentarse vestidos con trajes de protección química para a lo largo de la excursión. Aunque la Zona no tiene nada de peligroso, basta con lavar la ropa al volver", afirma Arseni Finberg.
Un periodista puede solicitar un viaje individual a través del Ministerio de Situaciones de Emergencia, lo único que le costará el doble. Le cobrarán unos 100 dólares por desarrollar el programa del viaje y otros 25 al día por los servicios del guía. La ventaja es que de esta manera podemos conversar con los habitantes semilegales de la Zona.
En 1986 había 1200 habitantes semiclandestinos. Denis Vishnevski, de la Empresa Estatal Especializada de Ciencia y Producción "Centro Radioecológico de Chernóbil" describe así la situación de los habitantes semilegales en su investigación: "El rasgo más típico de esta gente consiste en una ausencia total de radiofobia. Su argumentación es simple y clara: "la radiación no se ve ni se oye", " cuando nuestra gata tiene gatitos muchos nacen normales" y "no nos quejamos de la salud". El segundo rasgo característico es la autosuficiencia: no se quejan de la administración y no le piden nada. Lo ven todo con la sabiduría de las personas que tienen mucha experiencia en la vida y que han tomado una decisión vital importante”.
Sin embargo, es posible que el fenómeno de los habitantes semiclandestinos desaparecezca dentro de poco. En primer lugar, por razones naturales, y es que el 85 % de los que viven en la Zona son mayores de 60 años. Allí no nacen niños, aunque hay una excepción. El 25 de agosto de 1999 los habitantes ilegales Mijaíl Vedérnikov y Lidia Sovenjo tuvieron una niña llamada María. Se trata de la primera y la única niña nacida en la zona. Hoy en día vive fuera. Además, según la Fiscalía General en la Zona residen 259 personas ilegales. Desde hace dos años promete elaborar un proyecto de ley que permita desalojar a las personas del territorio afectado incluso sin su consentimiento. "Sobre todo va gente joven”, señala Arseni Finberg. “La mayoría son fans de Stalker, y los habitantes no les importan nada".
Un juego serio
En 2001 tuvo lugar un aumento del interés hacia Chernóbil. Fue el año el que salió a la luz un juego llamado “S.T.A.L.K.E.R.: Oblivion Lost”, que luego acabó llamándose “S.T.A.L.K.E.R.: Shadow of Chernobyl” ("La sombra de Chernóbyl"). Uno de sus autores es Serguéi Grigoróvich, fundador y director general de la empresa GSC Game World. El propio Grigoróvich no se acuerda de los acontecimientos que tuvieron lugar en la central, porque cuando explotó el reactor número cuatro tan sólo tenía 8 años. "La historia de S.T.A.L.K.E.R está hecha como una hipótesis de los acontecimientos reales que tuvieron lugar. En aquel momento en Chernóbil funcionaba una enorme antena cuya radiación fue considerada psicoactiva por algunos expertos”, contó a Ogoniok el señor Grigoróvich. “En algunas fotos que hicimos en nuestros viajes a Chernóbil la estructura de la antena se ve en el horizonte. Había rumores no confirmados que sugerían que la radiación iba dirigida a Europa Occidental, según un experimento de varios años de duración sobre la influencia psicotrópica de la radiación en las personas. Éstos son "hechos" semidocumentados. La trama del juego se basa en este tipo de experimentos: está presente tanto la teoría de la confabulación como la oposición a las fuerzas de inteligencia. En nuestro juego intentamos terminar de inventarnos cosas que podrían haber ocurrido en realidad. Es la historia de un mundo post-nuclear, con sus propias tragedias, héroes y leyes".
Serguéi Grigoróvich no ve nada inmoral en ello y no está de acuerdo en que haya basado su negocio en una tragedia humana de nivel universal. "Es lo mismo que considerar inmorales los juegos dedicados a la Segunda Guerra Mundial o, por ejemplo, una novela que describa la situación de Hiroshima antes del bombardeo o una película de ficción basada en los acontecimientos del 11 de septiembre. Todos estos hechos ya son historia”, afirma Grigoróvich. “Ha pasado mucho tiempo, los corazones de la gente se han asentado. Así que es normal utilizar estos acontecimientos en obras de distintos géneros".
Serguéi Grigoróvich explica el éxito del juego (sólo de "La sombra de Chernóbyl” salieron a la venta unos 2 millones de copias, la mayoría de las cuales fueron adquiridas por usuarios procedentes de la CEI) por la proximidad con el propio mundo del jugador: los edificios de viviendas de la época de Jruschev, y los viejos almacenes que son testimonio de toda una época.
Cada 25 años
25 años es un período importante para una persona, pero no lo es tanto para toda la humanidad. Además, en lo que respecta a la la energía nuclear es el período entre una catástrofe y otra. En septiembre de 1961 en Semipalátinsk se llevó a cabo una explosión nuclear subterránea muy potente, de 50 megatones, que se convirtió en una catástrofe para la población civil: a los habitantes de la región de Novosibirsk les cayó encima una lluvia radiactiva. En abril de 1986, una explosión destruyó por completo la unidad de energía número cuatro de la central nuclear de Chernóbil. Según los pronósticos de las autoridades ucranianas, los daños que produjo alcanzarán hacia 2015 una valor de alrededor de 170.000 millones de dólares. Por otro lado, los japoneses que hayan vivido el accidente de la central de Fukushima 1 recordarán durante mucho tiempo el mes de marzo de 2011. Desde el principio se empezaron a comparar los acontecimientos de Fukushima y Chernóbil, aunque esto no sea del todo correcto, porque tanto la causa como las consecuencias son muy diferentes y parece que lo único que tienen en común es que ambas centrales fuesen construidas en los años 70. Por cierto, para elaborar la información referente a las consecuencias de la explosión y a los niveles de radiación en Chernóbil inmediatamente después de la tragedia se compararon con las explosiones de las bombas atómicas caídas en 1945 sobre Hiroshima y Nagasaki. El nivel de radiación en Chernóbil equivalía a la explosión de 200 bombas de este tipo.
Aunque es precisamente debido a las centrales nucleares que los japoneses y los ucranianos muestran tanto interés mutuo. Para los japoneses, nosotros somos lo que ellos serán en el futuro, por muy raro que parezca, nuestro país será su país. De hecho, tenemos mucho que enseñar a los japoneses, lo que suena aún más raro. Japón tiene que estar preparado para que 25 años después, en 2036, todavía se detecten las consecuencias del accidente en la central atómica.
El crecimiento del número de enfermos de cáncer es otra perspectiva alarmante para Japón. "La explosión oncológica” tendrá lugar entre 5 y 6 años después de la tragedia, es decir, en 2016-2017.
Se producirá también una precipitada y fuerte caída de los precios de la vivienda en las zonas colindantes a la central nuclear. Hoy en día uno puede comprar una casa en un pueblo al lado de la Zona por un precio ridículo.
Es posible que el Estado introduzca una serie de privilegios para los liquidadores de las consecuencias del accidente. Mi padre trabajó en la zona de seguridad de 30 kilómetros después del accidente y pasó unos tres meses en Chernóbil. A cambio, sólo recibió del Estado el derecho a viajar gratis en transporte público, excepto en los llamados taxis de itinerario fijo. No le correspondía ninguna compensación más.
Al final todo saldrá bien para los japoneses.Es posible que dentro de 25 años en una página web especializada dedicada a los acontecimientos en Fukushima 1, se cuelgue una nota para los periodistas que escriban algo dedicado a este aniversario. Esa nota concluirá con las mismas palabras que aparecen en la página web oficial del proyecto de Naciones Unidas International, Chernobyl Research and Information Network, ICRIN: "Es importante que todo periodista que escriba hoy sobre Chernóbil entienda su responsabilidad ante el resto de la gente. 25 años después del accidente no hay ni enfermedades masivas, ni muertes de personas, ni excentricidades de la naturaleza. La naturaleza y las personas han podido con el accidente, la vida sigue. Ahora es tiempo para hacer renacer la normalidad. La familia, la vida cotidiana, y los medios de comunicación son capaces de ayudar a la gente a encontrar nuevas pautas para su desarrollo".
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