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Los países occidentales tienen todavía un fuerte poder de atracción para muchos jóvenes instruidos de Rusia. Bien sea porque existen más oportunidades laborales, un sistema educativo más eficiente o sencillamente un clima más agradable. Aunque esta última razón puede parecer superflua muchos estudiantes están comenzando a preguntarse si las cosas no están verdaderamente mejor en dichos países.
“Cada año pregunto a mis estudiantes dónde se ven dentro de tres o cuatro años”, comentó Alexánder Auzan, profesor de Economía de la Universidad Estatal de Moscú, en el marco de un congreso en el Museo Politécnico. “En septiembre de 2010, casi la mitad respondió que se veía trabajando en el extranjero, y no en cualquier lado, sino específicamente en Alemania, Inglaterra, Irlanda o Argentina“.
Las verdades que incomodan son parte del trabajo de cualquier dirigente, pero pocas podrían haber sido más aleccionadoras que la que enfrentó el presidente ruso Dmitri Medvédev antes de su primera cumbre del G8 en julio de 2008. Poco después de lanzar su ambicioso programa de “modernización” económica, los profesionales administrativos, piezas cruciales del proyecto, estaban dispuestos a abandonar el barco, según los resultados de una encuesta del Centro Lavada en la que el57% reconocía que estaba listo para emigrar.
Medvédev respondió a estos datos con una retórica optimista de estilo occidental, tan característica de su mandato. “Debemos crear condiciones favorables para nuestros ciudadanos”, ha declarado Medvédev. “Cuando esas condiciones no existen, la gente quiere irse a otro lado”.
Sin embargo, los profesionales rusos continúan sin estar convencidos. Las últimas cifras migratorias así lo demuestran. Más de 1,25 millones de rusos han dejado el país en los últimos años, según Serguéi Stepashin, director de la Cámara de Auditoría. La emigración, sumada a las bajas tasas de natalidad y las altas tasas de mortalidad —la esperanza de vida de los hombres es de 63 años— han contribuido a un marcado descenso de la población. En la actualidad hay 143 millones de personas que viven en Rusia, una caída aproximada de 3,5 millones desde el año 2002.
En principio, esta parece la última ola de diferentes emigracionces que se remontan a la Revolución de Octubre, cuando miles de empresarios e intelectuales huyeron del gobierno bolchevique de Lenin. Desde entoces los rusos han dejado el país en masa cada vez que las circunstancias los forzaban. Algunos lo hicieron para evitar las persecuciones del estado, como durante las purgas de Stalin o las campañas antirreligiosas de los años sesenta o setenta. Otros, en particular durante las últimas dos décadas de la Unión Soviética, huyeron a Europa, Israel y Estados Unidos en busca de libertades civiles. La mayoría, sin embargo, lo hizo en busca de mejores condiciones materiales, tal como sucedió con la “emigración de la salchicha” que se dio durante la escasez productiva de la perestroika, o con los 6 millones de rusos que emigraron durante la turbulenta década de los noventa.
Muchos analistas están preocupados porque en la tendencia migratoria actual hay una carencia relativa de situaciones de fuerza mayor. De hecho, Rusia está concluyendo una década de crecimiento sin precedentes. Con Vladímir Putin en el poder, el PIB se ha multiplicado por seis, la pobreza se ha reducido a la mitad y la economía ha crecido a un promedio del 7% anual.
Por su parte, muchos analistas liberales contemplan la situación como algo mayormente atmosférico. “La explicación sistémica para la [actual] ola emigratoria es la misma que la que Blok dio para la muerte de Pushkin: no hay suficiente aire“, escribió el periodista Dmitri Oreshkin en un reciente artículo para el periódico opositor “Novaya Gazeta”, y agregó: “Cada vez es más difícil para una persona libre y autosuficiente respirar en la Rusia de Putin. No hay lugar para esas personas aquí”.
Lo que aún está por dilucidarse es la proveniencia de dicha atmósfera: según un sondeo incluido en el artículo de Oreshkin, un 62,5% de los lectores de la “Novaya Gazeta” eligió “todas las anteriores” de una lista de motivos para explicar el aumento emigratorio. La mayoría de los casos parecen depender de asuntos personales: trabajo, edad, idiomas que se hablan, estatus familiar e imágenes culturales. LiveJournal, un lugar de blogs muy popular entre los rusos, cuenta con una comunidad llamada “¿Tiempo de partir?”, en donde los usuarios que desean emigrar buscan consejos de personas con ideas similares.
Sin embargo, algunos profesionales han sugerido que la emigración hace que sea más sencillo avanzar en una carrera laboral a aquellos que se quedan en el país. Por ejemplo, Anna tiene 32 años y es comisaria de una importante institución artística de Moscú. Ha estudiado en diversas organizaciones europeas de prestigio, pero debe su éxito al regreso definitivo a Rusia.
”Paradójicamente, hay más posibilidades profesionales aquí, siempre que se tenga el deseo de crecer profesionalmente”, dijo. “Dejar Rusia por un tiempo es de gran ayuda, se obtiene una bocanada de aire fresco, aunque eso es otro tema. En cualquier caso, en la mayoría de los casos vale la pena volver“.
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