Imagen de Dmitri Divin
Esencialmente, las reformas de Serdiukov tienen como objetivo eliminar los resquicios soviéticos del ejército y construir uno moderno. El nuevo ejército deberá ser capaz de enfrentarse a las nuevas amenazas de seguridad del país y, simultáneamente, compensar las posibles carencias económicas y demográficas. Existe la convicción de que una guerra a gran escala con la OTAN o China no sólo es improbable debido a razones políticas, sino también por la falta de recursos por parte Rusia. Todas las partes involucradas saben perfectamente que, en el improbable caso que se desatase dicho conflicto, Moscú se vería forzado a confiar en su poder disuasivo nuclear.
Al mismo tiempo, cada vez hay más riesgo de que estallen conflictos locales y regionales. Todas las antiguas repúblicas soviéticas, excepto los estados bálticos, tienen que hacer frente al separatismo o a conflictos interraciales, por no hablar de los regímenes inestables y autoritarios. Rusia no puede ignorarlo y debe involucrarse en la mayoría de dichos conflictos, tal y como se vio forzada a hacer en agosto de 2008.
El ejército reformado por Serdiukov debe estar preparado para este tipo de acciones. Además, las Fuerzas Armadas ya están involucradas en un conflicto de estas características en el Cáucaso Norte, donde los levantamientos separatistas étnicos y los constantes ataques terroristas han convertido a la región en una virtual zona de guerra.
En esencia, las reformas militares de Serdiukov son una continuación de las reformas políticas y económicas de los años noventa, aunque también responden a las exigencias de la modernización actual. Dichas reformas podrían considerarse como el proyecto más ambicioso de la última década en lo que a asuntos de estado se refiere, con la posible excepción del medianamente exitoso intento por pacificar Chechenia. En un contexto militar e histórico más amplio, las reformas implementadas por Serdiukov y Nikolái Makarov, jefe del Estado Mayor, constituyen la transformación más radical y profunda del Ejército experimentado desde, al menos, los tiempos de León Trotski y del líder bolchevique Mijaíl Frunze.
La reacción de los dirigentes rusos antes tales reformas resulta particularmente interesante. El Kremlin ha apoyado claramente a Serdiukov, a pesar de las duras críticas y la histérica oposición de los miembros del establishment militar.
Tal apoyo ha sido visible tanto en términos políticos como financieros. Incluso durante el período más difícil de la crisis económica de 2009, la financiación de las reformas continuó siendo una gran prioridad presupuestaria. Asimismo, se ha anunciado recientemente que las Fuerzas Armadas serán provistas con equipos modernos y que se harán esfuerzos por cumplir con la obligación legal de brindar un apartamento a todos los oficiales que se jubilen. Todo esto demuestra que el apoyo económico se dilatará en el tiempo.
La cuestión que queda abierta es hasta cuándo se prolongará dicho apoyo político y financiero. Es posible que los cambios se hayan impulsado con tanta rápidez por miedo a que las reformas puedan verse perjudicadas o tomen otra camino.
Tal como afirmó el reformista Serguéi Witte, primer ministro de la Rusia Imperial entre 1905-06, “En Rusia, las reformas deben implementarse rápidamente y con prisa. De lo contrario, la mayoría fracasará o flaqueará”.
Ruslán Pujov es director del Centro de Análisis de Estrategias y Tecnologías y editor de la revista Moscow Defense Brief.
Este artículo fue publicado originariamente en The Moscow Times.
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