Imagen de Niyaz Karim
¿Por qué está tan extendida en la Europa moderna la idea de que las declaraciones de la dirigencia rusa deben tener un desagradable mensaje entre líneas? Una explicación posible yace en el síndrome postsoviético de las elites gobernantes postsoviéticas en los países del antiguo bloque soviético: Mart Laar, el ex primer ministro de Estonia, una vez ofreció públicamente sus servicios como "intérprete" de las verdaderas intenciones rusas en una reunión de la dirigencia rusa y de la UE. La reacción del sector ruso fue negativa, tal como podía preverse. “Debemos encontrar el modo de hacernos entender”, replicó Fyodor Lukyanov, editor ejecutivo para Rusia de la revista Global Affairs.
El grupo de intérpretes de las intenciones rusas nunca ha dejado de tener adeptos o influencia en la UE. Pero actualmente cuenta con un temible adversario: las verdaderas amenazas que aquejan a Europa y provienen de otras partes del mundo. Una serie de "revoluciones" no siempre pacíficas en Oriente Medio han revelado ciertos desafíos para la seguridad energética de la UE que nunca habían sido discutidos seriamente. En su lugar, las cumbres de la UE se han focalizado en el "chantaje energético ruso" y "la brecha de valores" entre Rusia y el espacio ubicado al oeste de sus fronteras.
La destrucción por parte del régimen libio de su propia infraestructura petrolera y el desinterés general de los peces gordos europeos por tomar verdaderas medidas en contra de los asesinatos en Libia deben jugar el papel de un cruel "abridor de ojos". El cierre del gasoducto entre Italia y Libia da cuenta de dónde se ubica el verdadero peligro energético. Las imágenes de buques de guerra rusos y europeos embarcando ciudadanos rusos y europeos y dejando a los libios abandonados a su suerte torna las altaneras charlas acerca de la "brecha de valores" algo irrelevantes.
Quizás ya sea tiempo de que tanto Rusia como la Unión Europea se observen mutuamente con objetividad y comiencen a actuar allí en donde ambas enfrentan peligros. Será raro, pero esto constituye un desafío más para la UE que para Rusia. Desde finales de los ochenta, Rusia no ha pretendido ser modelo de nadie y, de esa forma, ha mantenido un relativo bajo perfil. La UE, como el faro de la democracia, tiene una tarea más difícil por delante: nunca es fácil para un faro dirigir algunos de sus rayos hacia adentro. La luz puede ser enceguecedora. Es mucho más sencillo adivinar el contorno de nuevos monstruos entre Smolensk y Siberia.
Dimitri Babich es un analista político de RIA Novosti.
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