En la Universidad Lomonósov de Moscú tuvo lugar el II Encuentro de Rectores de Universidades Rusas e Iberoamericanas. Foto de Ruslan Sujúshin
Los últimos encuentros han demostrado el interés que tiene Rusia por establecer una relación más cercana con España y los países iberoamericanos en el ámbito académico. Aunque este acercamiento supone una transformación global del sistema educativo ruso, un proceso que avanza muy lentamente y despierta fuertes polémicas acerca de su eficacia y las consecuencias de esta modernización.
Rusia y España empezaron a cooperar en el ámbito cultural y educativo en los años 90. Desde entonces han conseguido unos avances importantes, entre ellos destaca la apertura del Instituto Cervantes en Moscú y del Instituto Púshkin en Madrid que se han convertido en los principales núcleos de relación cultural y educativa entre ambos países. De hecho, el Instituto Cervantes de Moscú registra la cifra más elevada de toda la red de centros del Instituto y cuenta con más de 5000 estudiantes. Además, existen acuerdos de intercambio entre universidades y se realizan proyectos científicos conjuntos y otras actividades académicas. Por ejemplo, la Universidad de Relaciones Internacionales del Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia tiene proyectos de colaboración con la Universidad de Castilla-la-Mancha, la Universidad Complutense, la Universidad de Valencia y también realizan programas de intercambio.
Por otra parte, fueron firmados diez convenios nuevos: la Universidad Lomonósov de Moscú colaborará con la Universidad de Carlos III, la Universidad de Barcelona, la Universidad de Sevilla, la Universidad de la Habana (Cuba) y la Universidad católica de Pelotas (Brasil). La Universidad de Cádiz también firmó acuerdos con varias universidades: con la Estatal de Ciencias Humanitarias de Rusia, la Universidad Estatal de Lingüística de Moscú y la Universidad Federal del Sur.
En realidad, la colaboración entre las instituciones académicas rusas y españolas depende principalmente de la voluntad y las posibilidades de cada una de las universidades, ya que todavía no existe un sistema global de colaboración a nivel bilateral. “No se trata simplemente de proyectos individuales, es el momento de establecer sistemas, proyectos conjuntos que faciliten la modernización”, señalo Ángel Gabilondo en su discurso de apertura. Según el ministro de Educación , la labor del Instituto Cervantes y del Instituto Púshkin se merece todo el respeto, pero no pueden ser los únicos centros de enseñanza de idiomas, de historia y cultura de Rusia y España: “es imprescindible que las universidades desarrollen centros específicos para incorporar el conocimiento de las culturas y lenguas”.
La falta de centros de enseñanza de idiomas representa sólo una parte del problema. El sistema educativo ruso es muy diferente al europeo, por lo tanto, la homologación de títulos rusos en España se convierte a menudo en un procedimiento complicado, por no decir imposible. Un licenciado ruso se puede llevar una sorpresa desagradable cuando descubra que tiene que volver a aprobar algunos exámenes en España para que se reconozca el título obtenido en su país. Además, los títulos de universidades poco conocidas o privadas prácticamente no se homologan.
El segundo encuentro de rectores pretende hallar una solución a este problema. Sus objetivos principales son los siguientes: fomentar las condiciones que faciliten la movilidad de los estudiantes y los profesores, crear mecanismos del reconocimiento y homologación de títulos, crear un Erasmus en el espacio hispano-ruso, realizar programas conjuntos del doctorado y etc. Muchos de estos objetivos podrían realizarse en el marco del proceso de Bolonia cuyos mecanismos ya están en marcha en los países europeos. Rusia fue una de las últimas en firmar la declaración de Bolonia en 2003 y debería haberse integrado en 2010. Sin embargo, aún falta mucho por hacer y por reformar. La escuela superior rusa está atravesando una época difícil. Hasta hace poco funcionaba el antiguo sistema de educación soviético. A finales de los años 90 comenzaron una serie de reformas que todavía no han terminado. El proceso de Bolonia pretende crear un sistema totalmente distinto al que existía en la Rusia soviética por lo que en estos momentos el sistema educativo se está transformando por completo. Sin embargo, lo más preocupante es que la sociedad parece no estar preparada para los cambios. El proceso de Bolonia ha dividido al mundo académico en dos campos enfrentados entre sí; por un lado están los defensores de la modernización del sistema educativo a la manera europea y por otro sus implacables opositores que creen que las reformas van a acabar con la enseñanza superior rusa. Los últimos se preguntan por el coste de esta integración de la siguiente manera: ¿Deberíamos sacrificar nuestro antiguo sistema educativo sólo para que nuestros títulos se reconozcan en Europa?
La enseñanza superior en la mayoría de las facultades universitarias era de cinco años. Si se produce una integración en el proceso de Bolonia, tendremos que sustituir estos cinco años por el programa “4+2” (cuatro años de licenciatura y dos años de máster). A partir de septiembre de 2011 el sistema de licenciatura y máster que hasta ahora ha existido como un experimento, se hará obligatorio.
Alexéi Kaúrov, psicólogo de 22 años, se acaba de licenciar este año: “He tenido mucha suerte por haber nacido en 1987 y terminar la carrera antes de que empezaran todos estos cambios. Me da miedo pensar en las dificultades que van a tener todos los que terminen la carrera dentro de cuatro años. No van a encontrar trabajo ya que los empleadores creen que los nuevos estudiantes reciben una pésima educación. Estoy seguro de que el proceso de Bolonia es la mejor solución para Europa, pero en Rusia no va a funcionar”.
Según la opinión de diferentes expertos, el proceso de integración de Rusia en el espacio europeo puede acarrear varios problemas. Por un lado, es probable que en un futuro próximo el título de bachiller no se respete en Rusia, ya que la educación superior de cinco años tenía prestigio y esa noción está muy difundida. Segundo, se teme que los cuatro años de bachiller se conviertan en una especie de “educación para pobres” que no pueden permitirse el lujo de hacer un máster por razones económicas. Se prevé que el número de las becas para másteres sea inferior a la cantidad de becas que han existido en el sistema antiguo de educación superior de cinco años.
Y el tercer problema lo representa el ECTS, modelo completamente desconocido en Rusia. Hace unos años el sistema de transferencia de créditos que se usa con éxito en toda Europa fue implantado como un experimento en menos de cien universidades rusas (de las 1400 existentes). Todavía no se aplica de forma masiva y obligatoria.
Quizá se trate sólamente de miedo a lo nuevo e innovador. Quizá, lcientos de años de la competencia con Europa y la fuerte resistencia a las tendencias que llegan del Oeste, hagan pensar a los rusos que el proceso de Bolonia no va a funcionar en su país. Se puede reflexionar mucho sobre las causas del movimiento ¨antibolonia¨. Lo preocupante sería que a medida que las reformas vayan avanzando, este movimiento cogiera más fuerza. A pesar de todos los intentos por acercarse a Europa, todavía la relación sigue siendo muy contradictoria. Por una parte, la integración en el espacio europeo sin fronteras es importante e inevitable. Pero por otro lado, existe mucho miedo.
Deseamos que nuestros estudiantes y científicos puedan moverse libremente por Europa, entrar en cualquier institución académica, trabajar sin ningún obstáculo, pero al mismo tiempo surge la siguiente: ¿y si no volvieran? Ha vuelto a aparecer el miedo a la ¨fuga de cerebros¨.
Aunque, mientras no haya objetivos claros y prioridades va a ser difícil llevar a cabo todas las reformas que hemos empezado. En caso contrario nos integraremos en el espacio europeo con un pie mirando hacia adelante y otro hacia atrás.
Federico Gutiérrez-Solana Salcedo, Presidente de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE), rector de la Universidad de Cantabria, en su exclusiva para Rusia Hoy ha contestado a nuestras preguntas:
- ¿Cuántas universidades españolas colaboran actualmente con las rusas?
- En este momento existen 30 universidades españolas conectadas con las universidades rusas. Seguramente este número haya crecido a partir del primer foro de rectores hispano-rusos que tuvo lugar en 2009 en Madrid, y sin duda va a incrementarse traseste encuentro. Creo que aquí se establecerán vínculos no solamente en forma de convenios y acuerdos, sino directamente entre profesores, rectores y estudiantes.
- ¿Cuándo cree que Rusia se integrará en el proceso de Bolonia?
El espacio europeo tiene un inicio y a veces pensamos que todo tiene que estar hecho, pero no siempre resulta así. En el 2010 todos hemos adquirido el compromiso de empezar esta nueva estructura que potencia fundamentalmente la movilidad del conocimiento a través de la movilidad de las personas, al eliminar barreras de reconocimiento y la homologación de títulos y de profesionales. Por lo tanto, hay que pensar que todo este proceso que ahora comenzamos va a ir creciendo. Sin duda, en un década todos vamos a estar totalmente integrados en un espacio europeo global, totalmente abierto y permeable. Desde luego que todos nos vamos a enriquecer porque entendemos que el conocimiento es la materia prima clave para estos momentos del desarrollo. Aquellos que lo posean van a contar con mejores capacidades de progreso. Por eso es tan importante que todas las sociedades, en este caso la rusa y la española, se conciencien de la inversión que tenemos que hacer.
Creo que cada vez habrá más avances en la relación entre Rusia y España. Porque la movilidad de los estudiantes por todo el espacio europeo está en continuo crecimiento. Se ha entendido muy bien que la persona del futuro es la persona de mundo y que la conexión con el mundo a través de un año de estudios en el extranjero es fundamental.
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