Calidad estrelar: un equipo se está entrenando en la alberca gigantesca que simula el espacio abierto.
RIA NovostiLa Ciudad de las Estrellas tiene 6.700 habitantes, entre los que se encuentran una leyenda de la cosmonáutica, y la mayor densidad de Héroes de la URSS y de Rusia por kilómetro cuadrado. Según el alcalde, Nikolái Ribkin, en la ciudad hay “unos 40”. Aquí se han preparado prácticamente todos los que han estado alguna vez en órbita. Muchos de ellos se han quedado a vivir y trabajar.
La que fuera el “enclave del comunismo”, como se denominaba a la ciudad en la época soviética debido a su urbanismo, se halla a 25 km de Moscú por la carretera de Shchólkovo. A medida que uno se aproxima a la zona, el plano desaparece del GPS. La ciudad, al igual que en el pasado, se mantiene secreta, y las personas ajenas a la misma tienen la entrada prohibida. El alcalde ha invitado a los periodistas de RVTN con ocasión del 50 aniversario del primer vuelo del hombre al espacio, aniversario que puede cambiar la vida de la ciudad.
Al entrar en la Ciudad de las Estrellas uno se da cuenta de que el tiempo ha pasado de largo por ella. Rodeadas por pinares, las viviendas son toscas, no hay signos de renovación en los edificios ni construcciones modernas. Del mismo modo, no hay puestos de bebidas alcohólicas, comercio callejero, vagabundos ni borrachos, todo eso que llena el ambiente de muchas ciudades rusas. Las silenciosas calles están casi desiertas. «La gente está ocupada con sus asuntos», explica Oleg, nuestro guía.
Tras pasar el correspondiente punto de control accedimos al territorio del centro de formación Gagarin, el corazón de la ciudad. Es precisamente aquí donde se preparan a los cosmonautas y astronautas, por lo que hay permanentemente representantes de la NASA y de la Agencia Espacial Europea. El mismo Centro está constituido por, aproximadamente, una decena de edificios administrativos y de formación. Me doy cuenta de que cuanto más desapercibido sea un edificio, con más probabilidad algo importante habrá en su interior.
Foto: Roman Sokolov / RIA Novosti
A través de un edificio de tres plantas llegamos a un enorme hangar con copias a escala natural de las naves Soyuz. “Son simuladores –informa Oleg–, en este momento se está realizando en uno de ellos un examen a una tripulación internacional: dos rusos, Alexánder Samokutiaev (comandante) y Andréi Borisenko, y también un estadounidense”. Tal y como explica el representante del Centro, los cosmonautas se comunican en ruso e inglés, o en el lenguaje “universal”, es decir, por gestos.
Los cosmonautas tienen prohibido hablar con los periodistas,en cambio los representantes de a NASA sí que están dispuestos a hablar. Foale, supervisor del examen, aclara que esta es la tripulación que volará a la Estación Espacial Internacional en otoño.
Desde el exterior el examen tiene el siguiente aspecto: tres hombres con escafandras medio tumbados en el compartimento interior de la nave sin hacer nada. En realidad están ensayando las etapas del vuelo y las situaciones de emergencia, explica Oleg, mientras controla el examen una imponente comisión que sigue las acciones de la tripulación por unos monitores en una sala contigua. “La nave se pone en marcha y los astronautas reciben su primera tarea: “los motores no responden, ¿cómo actuáis? No responde el fuselaje, ¿cómo actuáis?”, dice, comentando la marcha del examen. Las decisiones las toma el comandante, no hay tiempo para pensárselo, todo va muy rápido. Una sola acción errónea y la tripulación fallecerá.
Nuestro guía es conciso y nos da la información con precisión militar: la masa de la nave Soyuz es de 7 toneladas, está formada por dos compartimentos, el inferior, denominado módulo de aterrizaje, es el empleado por los astronautas para regresar a La Tierra. Su interior es pequeño y los astronautas, literalmente hombro con hombro y en posición fetal, pasarán dos días en él antes de llegar a la estación espacial. “La nave Soyuz es muy pequeña, como un tonel, pero no está mal», bromea Michael Foale, que ya ha volado 6 veces al espacio, también en naves rusas. La estrechez de las Soyuz es necesaria debido al elevado coste de lanzar una carga al espacio: en los transbordadores reutilizables era de más de 20.000 dólares por kilogramo, explica Ribkin, en las Soyuz, el coste se reduce mucho gracias al ahorro de espacio y a la masa de la nave. «Para los hombres la Soyuz todavía está bien, pero el baño no es muy cómodo”, confiesa Foale cuando le preguntamos qué le parecen.
El astranauta Alexander Gerst en el Centro Gagarin. Foto: Roman Sokolov / RIA Novosti
En un vuelo todo debe estar pensado al detalle, por eso la cuestión del servicio es un asunto muy serio. Me convencí de ello cuando pregunté por qué habían decidido retirar la estación espacial Mir. “En primer lugar, estaba destinada a tener una vida de 5 años, pero acabó funcionando 15 –explica Oleg–. Además, durante uno de los ensamblajes se rompió el módulo solar, que proporcionaba el 30% de la energía eléctrica de la estación”. La gota que colmó el vaso fue un problema con el baño. Se rompió y en el sistema de canalización aparecieron fisuras. En la estación «apestaba a orina», dice Oleg, por lo que «se hacía difícil estar allí». «Los astronautas americanos se negaban simplemente a volar. Se rescindían contratos millonarios», explica. En marzo de 2001 la Mir, la primera estación espacial habitada, fue hundida en el Océano Pacífico.
Hoy en día el transporte de astronautas a la EEI se realiza solamente con Soyuz, los americanos han cerrado su programa de transbordadores. “Por eso aquí se lleva a cabo la preparación básica para los vuelos a la estación, y sólo aquí puede tener lugar”, dice el director de la oficina de la NASA en la Ciudad de las Estrellas, Mark Polanski. Según sus propias palabras, los astronautas pasan ahora más tiempo en el Centro que antes, aprenden a manejar las Soyuz y los módulos rusos de la EEI. Los cosmonautas rusos estudian el módulo americano en Huston.
El total el Centro Gagarin cuenta con alrededor de 30 cosmonautas. Según las palabras de Foale, “continuamente hay entre 3 y 5 astronautas extranjeros preparándose”, provienen de EEUU, Canadá, Japón y Alemania. También se está preparando a la cuarta mujer astronauta, la rusa Elena Sazónova (desde el primer vuelo histórico de Yuri Gagarin el 12 de abril de 1961 ha habido en el espacio 106 cosmonautas rusos, tres de ellos mujeres). La preparación de los cosmonautas rusos tiene una duración total entre 3 y 5 años, la formación de los astronautas, entre medio año y un año. Polanski dice que hay diferencias entre el sistema de preparación de EEUU y Rusia, pero que son más bien culturales. “Aquí se realizan exámenes orales ante una comisión enorme que durante una hora o dos “tortura” al astronauta haciéndole diferentes preguntas–sonríe Polanski–. En EEUU no hay ese sistema, allí todo transcurre de manera menos formal, está más orientado a cuestiones prácticas”.
Una de las etapas de la preparación es el entrenamiento en la centrifugadora, escondida también en un hangar poco llamativo con una altura de unos 40 metros. Es la única instalación en el mundo que puede simular no sólo sobrecargas y aceleraciones, sino también la sensación de ingravidez. Es decir, se construyó especialmente para la preparación de los vuelos al espacio. La centrifugadora tiene un aspecto impresionante: una “flecha” de 18 metros con una cápsula al final, donde se sitúa la persona, que gira alrededor de su propio eje con enorme velocidad. El funcionamiento del mecanismo de 305 toneladas es posible gracias a una planta escondida bajo tierra, cuenta Oleg. Es fácil creerlo: el motor es de 27 MW, es decir, 5 veces más potente que el motor de una locomotora eléctrica, y está alimentado por tres subestaciones. Es precisamente aquí donde se realiza la preparación para las sobrecargas durante el vuelo y el aterrizaje, que normalmente son de 4G, es decir, la masa del cuerpo aumenta 4 veces. “A los cosmonautas en los entrenamientos los llevan hasta los 8G al prepararlos para un aterrizaje de emergencia–explica Oleg–, cuando el descenso tiene una trayectoria balística y la sobrecarga alcanza los 15G”. Esto está en el límite de la supervivencia humana. “Llegados a este punto ya es cuestión de suerte”, anota filosóficamente el representante del Centro.
Otra fase de la preparación es el entrenamiento en una piscina de 12 metros de profundidad en condiciones cercanas a la ingravidez. “Tiene 5 mil toneladas de agua, lo que equivale a 10 millones de botellas de medio litro de vodka, lo hemos calculado en broma” – indica con respecto a su volumen el alcalde. “Uno de los invitados, un hambriento jardinero, intentó calcular cuántos pepinos se podrían marinar en el tonel”, le sigue un trabajador del centro. En la piscina caben fácilmente reproducciones de los módulos espaciales que se encuentran en la EEI. Los transportan hasta la piscina montados en una plataforma y después los hunden en el agua a una profundidad de 9 metros. Los cosmonautas, con escafandras de 145 kilos y con pesos, practican las salidas al espacio. “En 4 horas de entrenamiento pierden 4 kg de peso”, explica el representante del Centro. Los cosmonautas tienen también dónde descansar, a ello están destinadas las salas de relajación, en las que se advierte la falta de financiación: el mobiliario es bastante parco, a las instalaciones no les vendría mal una reparación y un equipamiento más moderno. “¿Cómo se relajan los cosmonautas? –, repite la pregunta el alcalde – Pues algunos juegan al billar, y otros se toman un trago de 50 gramos de vodka y se echan un rato”. Mientras pasamos por un edificio del módulo de formación, se oye gritar tres veces seguidas “¡Hurra!” desde una una de las salas. Los cosmonautas rusos están celebrando un cumpleaños, según explica Oleg. Tampoco nos permiten acercarnos a ellos: “Que descansen, no los vamos a molestar”.
El alcalde se felicita por el aniversario del vuelo de Gagarin, no sólo como persona que ama el cosmos, sino también porque ha conseguido “arañar” dinero del presupuesto federal para el acondicionamiento de la ciudad. Todo necesita ser restaurado: los espacios comunes, los caminos y los edificios. “No se ha hecho nada en los últimos 45 años”, dice Ribkin. Con la desintegración de la URSS se cortó el flujo de dinero hacia la ciudad. Según el alcalde, serán necesarios 5.000 millones de rublos para la remodelación de los inmuebles. Vladímir Putin ya ha prometido que hará llegar esta cantidad. De momento y con motivo del aniversario les han dado 200 millones de rublos. Los proyectos de nuevos edificios para la ciudad con los que el alcalde propone sustituir los antiguos parecen sacados de películas de ciencia ficción, en Rusia todavía no se ha construido nada así.
El astronauta estadounidense Tom Marshburn (a la izquierda), el cosmonauta ruso Román Romanenko (centro) y el astronauta canadiense Chris Hadfield, frente a la estatua de Yuri Gagarin, en la Ciudad de las Estrellas. Foto: Reuters
Ribkin comparte con nosotros sus planes para reconstruir la ciudad. Desea transformarla en un importante destino turístico, atraer inversores importantes, construir hoteles, negocios y centros de ocio, abrir una escuela (que se llamaría “Gagarin”) para futuros cosmonautas, abrir una línea especial de tren desde Moscú. “Querría que todo aquí fuera vida y actividad”, resume el alcalde. A primera vista parece un proyecto irrealizable, ya que se trata de una ciudad cerrada, lo que implica que tiene muchas limitaciones. Ribkin afirma que no es un problema y propone permitir entrar a todos los que lo deseen, aumentando las medidas de seguridad. Señala Mónaco como ejemplo, donde no hay delincuencia, aunque el principado está abierto a los turistas. “Sé cómo se podría fortalecer el sistema, haciéndolo, al mismo tiempo, más relajado hacia afuera”, afirma el alcalde, teniendo en mente medios técnicos de rastreo y detección de armas o explosivos.
En principio el alcalde sabe de lo que está hablando: es un coronel en la reserva que trabajó como agente del KGB y liberó rehenes en Somalia y Etiopía. Incluso él mismo llegó a detener a un asesino en serie. Ribkin no se corresponde con la típica imagen de un agente del servicio secreto: el ayuntamiento se construyó según su propio proyecto en una isba de madera con forma de nave espacial, abundan también los gramófonos y las cámaras de cine antiguas. Aparentemente, semejante lugar de trabajo sería más apropiado para el equipo creativo de alguna empresa privada que para un funcionario. Los habitantes lo eligieron en 2009. Lo saludan por la calle dándole la mano.
Las causas para explicar la importancia del turismo como factor de recuperación de la ciudad se hacen evidentes cuando el alcalde cuenta como consiguió sobrevivir la ciudad tras la desintegración de la URSS: “Gracias a turistas con gran capacidad adquisitiva, jeques y europeos, se podía pagar el sueldo de todo el Centro”. Es decir, la idea en principio funciona, según su propia convicción, ahora sólo falta conseguir apoyo a nivel federal. En cualquier caso está claro que el Estado no va a mantener una ciudad cuya población además está aumentando a base de pensionistas y niños. Parece que en este tiempo de economía de mercado incluso la Ciudad de las Estrellas tendrá que regenerarse y ganarse la vida por sí misma.
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