Los cielos inaugurados

Foto de Ria Novosti

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Rusia vuelve a acelerar su propia exploración y cooperación en el espacio, medio siglo después de que Yuri Gagarin se convirtiese en el primer cosmonauta de la historia. Aquel hito supuso el pistoletazo de salida de la carrera espacial durante la Guerra Fría.

Hace cincuenta años, el 12 de abril, el cosmonauta Yuri Gagarin emprendió una carrera al cielo en un cohete espacial soviético con un entusiasta grito que decía “¡Adelante!” (Poekhali). Así salía el primer humano al espacio.

Tras partir de la nave espacial “Vostok” en Kazajistán a las 9:06 a.m. un soleado día de 1961, el hijo de un carpintero, de 27 años, daría una vuelta alrededor de la Tierra en un vuelo espacial de 108 minutos antes de descender en paracaídas con seguridad en la región soviética de Sarátov.

La Unión Soviética pretendía demostrar su superioridad técnica sobre la de los Estados Unidos y el vuelo de Gagarin se convertiría en uno de los logros más significativos del siglo XX. Esta breve aunque épica incursión en los cielos inspiró a millones de personas de todo el mundo y desencadenó una carrera durante la Guerra Fría entre las superpotencias que no estaba explícitamente dirigida a la destrucción mutua.

“Ningún psicólogo ni político podía prever los efectos que tendría el vuelo de Gagarin en el mundo”, contó a Rusia Hoy Alexéi Leonov, otro miembro de la brigada originaria de veinte cosmonautas soviéticos. “Esta fue la mejor competición que la raza humana haya orquestado jamás; quién construiría la mejor aeronave, el mejor cohete tripulado... Nadie resultó lastimado por esto; al contrario, la gente estaba ocupada en el perfeccionamiento de los equipos en lugar de construir armas”.

Durante más de dos décadas ambos bandos pusieron a competir entre sí a los mejores ingenieros. La llegada estadounidense a la luna en julio de 1969 eclipsó cualquier otro logro, aunque fue la Unión Soviética la que lideraría generalmente la carrera, tanto en los años anteriores como en los posteriores.

La exploración del espacio se ha vuelto más cooperativa desde el fin de la Guerra Fría, en especial gracias a la participación de 18 países en la Estación Espacial Internacional (EEI). Aunque el 12 de abril, los rusos de todo el mundo conmemoran el legado de Gagarin.

El joven piloto murió trágicamente en un accidente aéreo en 1968, mientras se preparaba para una segunda misión al espacio. Sus restos se encuentran enterrados cerca de la tumba de Lenin en la Plaza Roja. Aunque estemos envueltos en tiempos de megaestrellas, él continúa siendo un icono: en una reciente encuesta, un 35% de los rusos sostuvo que su principal modelo a seguir es Gagarin, “una persona corriente, pero también la mejor de nuestro país, nuestro primer enviado al espacio, una estrella de hombre”, tal como lo describiera Leonov.

Ahora, al igual que en el pasado, la decisión ha venido directamente de arriba.

“El espacio siempre seguirá siendo una prioridad para nosotros. Esto no es sólo una interpretación personal, sino la posición oficial del Estado”, señaló el presidente Dmitri Medvédev a la tripulación de la EEI en una comunicación por radio con motivo de la celebración del Día de la Cosmonáutica, el 12 de abril del año pasado.

En términos puramente financieros, el presupuesto de 3.000 millones de dólares que Rusia destina cada año al espacio no puede competir con los casi 19.000 millones de la NASA. Aunque se han destinado más fondos al espacio en los últimos años, gracias a los ingresos provenientes del petróleo y del gas. Rusia es líder mundial en el mercado de lanzamientos de satélites comerciales, lo cual ayuda aún más al impulso de su industria espacial. Mientras que el gobierno de Obama ha reducido las esperanzas de la agencia norteamericana en la misión del hombre a la Luna y a Marte, Rusia conserva estos planes a largo plazo, con la esperanza de establecer una base lunar para el año 2030 y organizar una misión al planeta rojo poco tiempo después, según ha declarado Anatoli Perminov, director de la agencia espacial Roskosmos.

“Entonces, el sueño de toda la vida de Serguéi Koroliov se habrá materializado”, declaró Perminov en una reciente entrevista, en referencia al ex recluso de los campos de trabajos forzados de Stalin que se convertiría en el principal diseñador del programa soviético hasta su muerte, en 1966.

Mientras tanto, ambos permanecen atentos a las ambiciones de China e India. Los primeros realizaron un tercer lanzamiento de su nave espacial Shenzhou VII, así como también llevaron a cabo su primera caminata espacial en 2008. Mientras tanto, la India está planeando un viaje tripulado para el año 2014.

Todo se encuentra muy alejado de los emocionantes días de la misión Vostok-1, cuando nadie sabía siquiera si el joven Gagarin llegaría a casa sano y salvo.

Ya sea por júbilo o para disimular su nerviosismo mientras orbitaba alrededor de la Tierra a unos 27.000 kilómetros por hora, el piloto silbó por la radio una popular canción soviética, cuyos primeros dos versos dicen así: “La Madre Tierra escucha, la Madre Tierra sabe/Por qué parte del cielo viaja su hijo”. Pocas horas después, la noticia de su proeza se había expandido por el mundo y había comenzado una nueva era.

Sin embargo, en la década de 1970 el vigor competitivo de ambos programas comenzó a reducirse tras una serie de aterrizajes lunares estadounidenses. La carrera espacial terminó en julio de 1975, cuando las tripulaciones estadounidense y soviética amarraron las cápsulas del Apolo y el Soyuz en órbita, como símbolo de alivio parcial de tensiones entre ambas.

Tras la caída de la Unión Soviética en 1991, Moscú y Washington aunaron esfuerzos en misiones destinadas a la estación espacial rusa Mir, que tras 15 años de funcionamiento fue destruida y cayó al Océano Pacífico en 2001. Mientras tanto, en 1998 comenzó la puesta en marcha de la EEI y el complejo habitado de forma permanente está compuesto actualmente por 14 módulos presurizados.

En total, han volado al espacio más de 500 hombres y mujeres de 38 países diferentes. Actualmente la exploración espacial continúa siendo una actividad extremadamente cara y peligrosa. Se espera que sólamente la EEI tenga un coste superior a los 100.000 millones de dólares en 15 años. A todo ello hay que sumarle la pérdida total de vidas, estimada entre 300 y 400 personas en 50 años.

Tras 30 años de servicio y 135 lanzamientos, la flota de trasbordadores de la NASA realizó su último viaje a la EEI el mes pasado. Cuando los trasbordadores sean retirados por completo a lo largo de este año, la estación dependerá de una nave rusa más pequeña que enviará tripulantes y provisiones hasta que se fabrique un nuevo taxi espacial estadounidense. El traspaso de la carga de transporte aumenta tanto el prestigio como los ingresos de la agencia espacial rusa que tanto sufrió por la falta de financiación en los años noventa. Fue tal la situación que llegó a rodar anuncios en la estación Mir y aenviar turistas a la EEI para recaudar dinero.

A medida que Rusia avanza con sus socios internacionales, la visión de la exploración espacial continúa focalizándose.

“El futuro radica en la cooperación”, declaró Perminov, director de Roskosmos, a Radio Golos. “La exploración espacial del futuro es sinónimo de instalaciones industriales automatizadas para la minería y el procesamiento de minerales en los satélites de nuestro sistema solar. Es sinónimo de estaciones eléctricas que alimenten a la industria espacial así como a la Tierra. En consecuencia, la producción industrial se traspasará de la Tierra al espacio y la biosfera de nuestro extraordinario planeta se limpiará y restaurará”.

Medio siglo después de haber contemplado la maravilla de nuestro precioso y frágil mundo desde arriba, Gagarin seguramente habría aplaudido un objetivo tan noble.

“Al orbitar alrededor de la Tierra dentro de la nave espacial, pude observar cuán bello es nuestro planeta”, dijo tras aterrizar. “Pobladores del mundo, salvaguardemos esta belleza, no la destruyamos”.

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