Foto de Reuters
A juzgar por las declaraciones públicas que se han oído a lo largo de todo el conflicto entre el ejército y los "insurrectos" en Libia, uno podría llegar a la conclusión de que ahora Occidente, con la participación de algunos países orientales, da comienzo a una operación militar sólo para guardar las apariencias. Los líderes políticos y los ministerios de Asuntos Exteriores ya se han apresurado varias veces a enterrar a Gaddafi esperando evidentemente que la oposición libia triunfe con la misma rapidez con que ocurrió en Túnez o Egipto. Pero cuando se supo que la oposición estaba perdiendo terreno, el mundo occidental se consideró obligado a ayudarle, a su pesar. La iniciativa partió de los gobiernos europeos que en diferentes medidas tratan de fortalecer su papel en el mundo, regular los flujos migratorios desde Oriente Próximo y resolver sus problemas internos. Estados Unidos se vio más bien forzado a entrar en este conflicto.
Rusia, de partida, ha ocupado dos posiciones: en primer lugar, se abstuvo de participar en la votación de la resolución Nº 1973 del Consejo de Seguridad de la ONUy, en segundo lugar, hizo un llamamiento para evitar la utilización de la fuerza. Es decir, que la coalición haga la guerra mientras que Rusia lamenta las víctimas entre la población civil. Esta manera de guardar las apariencias se podría calificar, quizás, de "dinámica".
En este mundo globalizado iniciar una guerra se ha convertido en algo muy sencillo y nadie parece tomar en consideración los, al menos, dudosos resultados de las campañas en Yugoslavia, Irak y Afganistán. Al atacar a Gaddafi, la coalición no protege la población civil, sino los insurrectos, aunque nadie sepa concretamente quiénes son y cómo se comportarían en caso de hacerse con la victoria. Además, no se sabe si va a haber tal victoria: el almirante Michael Mullen, titular del Estado Mayor Conjunto estadounidense, aunque insiste en que el objetivo no es derrocar a Gaddafi, ya admitió que la operación militar en Libia podría llevar a una nueva confrontación sin salida.
Además, y aunque el precio del petróleo ya toca los 106 dólares el barril WTI y los 116 dólares el Brent, parece que todavía a nadie se le ocurrió pensar en cómo esta “guerra” afectará la economía mundial, apenas convalesciente de la última gran crisis global.
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