Imagen de Niyaz Karim
Se llama Vladímir y tiene 35 años. Conoció a Irina, la madre de Dima, en un restaurante moscovita de lujo donde trabaja como vigilante de seguridad. Irina le ofreció interpretar el papel de padre para su hijo y le aseguró que el trabajo estaría bien remunerado. En aquellos momentos, Vladímir estaba pasando por apuros económicos por lo que aceptó la proposición.
Dima, un niño de 5 años, estaba acostumbrado a vivir sin padre, es más, nunca lo había conocido. Su madre le dijo que era un espía que trabajaba en Cuba al que no podía escribir ni llamar. Y de repente, apareció...
-No me gustan los niños- confiesa Vladímir.- No tengo hijos y no sé si algún día los tendré. Pero necesitaba el dinero y estaba dispuesto a hacer lo que fuera para conseguirlo. Recuerdo el primer día cuando conocí a Dima. Estábamos paseando por el parque los tres juntos. Yo le contaba, o más bien, inventaba algunas historias sobre los edificios que vimos. El pobre estaba hipnotizado. Luego fuimos a comer a un restaurante. Cogí una cereza y le tiré el hueso. Le encantó. Imitaba todo lo que yo hacía, simplemente porque se lo había enseñado ¨su papá¨. Pero me sorprendí aún más cuando fui a acostarle la primera noche y el niño me abrazó y dijo: ¨¡Eres el mejor papá del mundo, mucho mejor que el de Seriozhka!¨.
Irina estaba desesperada. Su hijo era cada vez más revoltoso y obedecía menos. Entonces, sus amigas le recomendaron ¨alquilar¨ un ¨padre¨ para intentar cambiar la situación. Dima era el hijo de una madre rica al que siempre le consentían cualquier capricho, no sabía lo que era un ¨no¨. A sus cinco años era él quién mandaba en casa. Se negaba a vestirse solo, a limpiar los dientes, no respetaba a su niñera y una vez la dejó encerrada en el baño. Irina pensó que sólo un hombre sería capaz de ayudarle a criar a su hijo.
Vladímir se levantaba cada día a las seis de la mañana para estar en casa de su ¨hijo¨ a las siete. Le despertaba, le preparaba el desayuno, le daba de comer, luego se iba a trabajar y volvía por la tarde. Un día decidió enseñarle al niño a lavarse la cara con agua fría. ¨Así lo hacen todos los hombres¨, fue lo único que le dijo. Desde entonces, el chico se lava la cara con agua casi helada, aunque hasta hace poco su madre le tenía que llevar al baño a la fuerza. Pasaron cuatro meses.
-Empecé a sentirme cansado- dice Vladímir,- Irina me pagaba mil euros al mes, el dinero me venía muy bien, pero el niño me agotaba. Evidentemente, se lo comenté a Irina pero ella no quería que me fuera. Estaba muy contenta con mi trabajo: el niño había cambiado mucho: recogía sus juguetes, obedecía a su madre y hasta empezó a estudiar inglés. Un día llamamos a Dima y le dijimos que me tenía que volver a Cuba. Me preguntó cuanto tiempo pasaría ahí y le dije que dos o tres años. El pobre se enfadó y luego me comentó que nunca sería un espía porque para serlo debería abandonar a su familia.
Vladímir dice que para él se trataba simplemente de un trabajo que procuraba hacer de tal manera que el niño no descubriera el engaño. Sin embargo, un mes después fue al parque infantil a esconditas para ver jugar al niño. Y de vez en cuando le sigue visitando sin que Dima se entere de sus visitas.
Un negocio rentable
Irina no es la primera ni la única mujer que ¨alquila¨ un ¨padre¨ para su hijo. Tanto en Moscú como en otras ciudades rusas, existen agencias que entre otros servicios domésticos (de limpieza, cocina, chóferes, guardias de seguridad, secretarios, etc.) ofrecen el servicio de ¨papá del domingo¨ o ¨papá de alquiler¨. En la capital rusa ¨alquilar¨ un ¨padre¨ cuesta unos 500 rublos (15 euros) por hora y entre 4000 y 6000 rublos (100-150 euros) al día si el ¨papᨠtrabaja la jornada completa. En las provincias suelen cobrar un poco menos.
La mayoría de los candidatos son hombres entre 35 y 40 años que suelen ser psicólogos de profesión o ex militares. ¿Por qué militares? Como nos han contado en la agencia moscovita “Las luces de la capital”, muchas madres los consideran más fiables y los prefieren a hombres de otras profesiones. Si les dan a elegir entre un ingeniero y un médico, a menudo preguntan: ¿y no tendrán un militar? El trabajo de los ¨padres del domingo¨ es diferente según el caso. A veces los contratan para jugar con el niño los fines de semanao para llevarlo al cine, ayudarle con los deberes, ir al campo, al parque, etc. Pero también hay quienes trabajan a diario: llevan a los niños al colegio, los sacan de paseo o están con ellos en casa por la tardes.
Los psicólogos, pedagógos y otros expertos no se ponen de acuerdo sobre el fenómeno del ¨padre de alquiler¨. Es evidente que algo grave le pasa a una sociedad que recurre a ese tipo de servicios. La pregunta clave es la siguiente: ¿qué efecto puede tener sobre los niños este tipo de experimentos? Algunos psicólogos comparten la filosofía que implica el alquiler, dicen que la comunicación con un hombre aunque sea un canguro que viene los fines de semana a casa, es una experiencia muy positiva e importante para cualquier niño que vive apartado de su padre. Otros aseguran que este tipo de comunicación puede provocar un trauma psicológico muy grave en los niños, sobre todo, si les hacen creer que el canguro es su verdadero padre. Digamos que Dima ha sido traumatizado cruelmente, por lo menos, dos veces: cuando vio al falso padre por primera vez y cuando se despidió de él para siempre. Lo peor de esta historia es que no se sabe si Vladímir será su último ¨papᨠo si con el tiempo aparecerá alguno más.
Todos los derechos reservados por Rossíiskaia Gazeta.
Suscríbete
a nuestro boletín
Reciba en su buzón el boletín informativo con los mejores artículos sobre Rusia: