Helen Sharman. Foto de Reuters
Dentro de unos siglos, los alumnos del mundo entero aprenderán el nombre de Yuri Gagarin, el primer ser humano en volar al espacio hace 50 años, y se emocionarán con el coraje del primer astronauta. Otros también aprenderán el nombre de Neil Armstrong, la primera persona en pisar la luna. Sin embargo, existe otra viajera al espacio que debería añadirse al breve listado de exploradores pioneros: su nombre es Helen Sharman.
¿No la conocéis? Pocos la conocen, la verdad.
Sharman es la primera turista espacial, elegida para viajar al espacio sólo porque podía hacerlo. Se dedicaba a la química de los chocolates y nació en Sheffield, Inglaterra. Dedicó su vida a la mejora del sabor de su adorado dulce. Era poco probable que se convirtiese en una astronauta, lo cual precisamente fue el quid de la cuestión.
Su viaje tuvo lugar durante la perestroika, el período de reformas lanzado por el líder soviético Mijaíl Gorbachov, cuando la Unión Soviética se encontraba al borde del colapso. En 1989, un grupo de funcionarios espaciales soviéticos respondió a las llamadas de reforma de Gorbachov y lanzó el “Proyecto Juno”. Los medios y las empresas de publicidad de Gran Bretaña se aliaron para atraer a personas normales para viajar al espacio y para recaudar la cantidad necesaria de dinero para hacerlo.
Había muchas incógnitas comerciales. Una de las principales era si el público británico estaría lo suficientemente interesado en el espacio como para responder. ¿Confiaría un británico de a pie su propia vida a un programa espacial ruso? La respuesta se hizo oír con fuerza ya que se recibieron miles de solicitudes. En 1989, cerca de 15.000 ciudadanos británicos estaban dispuestos a volar al espacio exterior con los rusos.
La química, protagonista de nuestra historia, se enteró de la posibilidad mientras conducía su coche. Un anuncio radiofónico promocionaba abiertamente: “Se busca astronauta. No se requiere experiencia”. Sharman fue elegida y se preparó durante 18 meses para la aventura de su vida. El “Proyecto Juno” marcaría un antes y un después en la exploración espacial.
Muchos estadounidenses pensaron que el programa consistente en enviar ciudadanosal espacio se trataba de una broma, especialmente en un programa ruso. Muchas personas del sector espacial temían que los aficionados no sobreviviesen a los rigores del entrenamiento ni a las exigencias psicológicas de la misión. Pero Sharman salió airosa y se ganó el respeto de sus colegas espaciales al aprender a hablar ruso de manera fluida y demostrar que era capaz de volar al espacio.
Sin embargo, “Juno” no fue un éxito comercial. Los patrocinadores no pudieron recaudar los fondos necesarios para pagar el precio total del billete, a pesar de contar con el apoyo de British Aerospace y del gigante de los medios ITV. Aún así, los soviéticos acordaron continuar con el programa y el 18 de mayo de 1991, Helen Sharman y sus dos compañeros de tripulación despegaron hacia la estación espacial Mir a bordo del Soyuz TM-12. La primera turista espacial del mundo llevó consigo una foto de la Reina de Inglaterra y un mechero con forma de mariposa que pertenecía a su padre. Su intachable comportamiento demostró al mundo que el sueño de tantas personas podía hacerse realidad. Y también demostró a los soviéticos que, potencialmente, podían comercializar viajes al espacio para gente normal así como a gobiernos extranjeros.
Entusiasmados por el modelo comercial, los rusos vendieron viajes a las agencias espaciales europeas y, más tarde, a americanos poderosos. Finalmente, la NASA intentó porfiadamente prohibir que gente no profesional fuera recibida en la Estación Espacial Internacional. El dinero recaudado de la venta de visitas al espacio podía haber permitido a los rusos continuar con su programa espacial. El éxito de Sharman allanó el camino para la actual generación de esfuerzos, en su mayoría estadounidenses, por crear un ecosistema comercial para visitantes en órbitas terrestres bajas.
Muchos dentro del sector espacial se rieron de los rusos cuando convirtieron su programa espacial en comercial, y aún hoy existe cierta disconformidad dentro del propio gobierno ruso. En cambio, dentro de unas décadas, cuando miles de personas hayan hecho el viaje al espacio exterior, sabrán que pudieron concretar su sueños gracias a un hombre de unos 27 años llamado Gagarin. Aunque, para vosotros y para mí fue gracias a una química de Sheffield de 27 años que trabajaba en una fábrica de chocolates.
“La Tierra es azul”, exclamó Gagarin durante su épico viaje. “Asombroso”.
Sharman, de 48 años, señaló a un periodista recientemente que vive “una vida diferente ahora, aunque cuando voy a la piscina dejo flotar por momentos mi cuerpo en el agua, cierro los ojos e imagino que he vuelto allí, (al espacio)".
Jeffrey Manber es autor de “Selling Peace” (“Vendiendo la Paz”), que narra la historia de la apertura del programa espacial ruso a Occidente.
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