Ruslán Grinberg. Foto de Kommersant.
Han sido años llenos de esperanzas y decepciones. La gente valora sus resultados de maneras muy diferentes. La corresponsal de RG basó su conversación con el director del Instituto de Economía de la Academia de las Ciencias de Rusia, Ruslán Grinberg, en las causas de esta diferencia de opiniones respecto a su legado.
¿No cree que se sobrevalora el papel del individuo en la historia? La Unión Soviética estaba desgarrada a causa se una serie de problemas internos, tanto económicos como políticos y sociales. Usted mismo dice que los cambios eran inevitables. La perestroika, o algo por el estilo, habría tenido lugar de todas formas.
En mi opinión, lo que acaba de señalar constituye uno de los errores más difundidos en los últimos veinte años. ¿En serio piensa que cualquier Secretario General del Partido después de Chernenko estaba obligado a empezar los cambios democráticos? Está claro que la Unión Soviética pasaba por una crisis agudísima desde hacía varios años. Pero antes de Gorbachov, a ninguno de los secretarios generales del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética se le había pasado por la cabeza iniciar unas transformaciones democráticas tan radicales. En general, en aquella época nadie se podía imaginar siquiera que un Secretario General pudiera desencadenar un proceso semejante. Lo más probable era que todo terminara con el lema de turno, del estilo “reforzaremos, profundizaremos, mejoraremos”. Pero fue Mijaíl Gorbachov quien llegó al poder y ocurrió poco menos que un milagro. Propuso unir el socialismo con la libertad. No olvide de qué época se trataba. La libertad de palabra sólo existía en las cocinas privadas y, de repente, el propio Secretario General habla de la necesidad de cambios democráticos en la política y en la economía, aunque estuvieran en contra del instinto de conservación del poder.
O al revés, podía ser el miedo a perderlo todo.
Por cierto, este es otro de los errores más arraigados entre nuestros intelectuales occidentalizados. Suelen afirmar que Gorbachov empezó la perestroika por miedo ante la envergadura de los programas militares de Occidente, sobre todo el de la “guerras de las galaxias” en la iniciativa estratégica de defensa. Como si ante ese miedo y la incapacidad de la URSS para dar una respuesta adecuada, la administración se hubiera visto forzada a democratizar el país. Una lógica muy extraña. En una situación así, el Kremlin segurante habría preferido la tradicional estrategia utilizada en varias ocasiones: movilizar recursos y reforzar la disciplina, la centralización, etc. Otro error muy arraigado en la conciencia popular consiste en creer que la perestroika y su líder, Mijaíl Gorbachov, destruyeron la Unión Soviética. En realidad, la reforma de Gorbachov no pretendía otra cosa que convertir el estado en una federación, en el sentido completo de la palabra, es decir, que combinara armoniosamente un núcleo fuerte con una amplia autonomía de las repúblicas integrantes. Es fácil comprobarlo si leemos el “Tratado de la Unión de Estados Soberanos”, que sus dirigentes tenían que firmar en agosto de 1991.
¡Pero la Unión Soviética se desmoronó!
Evidentemente, uno puede reprochar a Mijaíl Gorbachov el hecho de que no hubiera previsto todas las consecuencias del crecimiento de la conciencia nacional en las repúblicas. La nueva libertad habría funcionado bien si se hubiesen conservado los hábitos anteriores sobre el mantenimiento del orden. Pero son cosas que uno llega a saber con la experiencia. Una experiencia que brillaba por su ausencia en aquella atmósfera de libertad embriagante. Fue una auténtica anarquía. El elemento popular desencadenado llevó a la superficie de la vida social varios prejuicios separatistas y nacionalistas, que algunos intelectuales y los altos funcionarios de las repúblicas supieron utilizar hábilmente para hacerse con el poder político. Aunque era precisamente Gorbachov quien en aquel momento advertía constantemente de las penosas consecuencias del desmoronamiento de la URSS. De alguna manera intentó conservar las formas integradas de cohabitación de los ciudadanos de la renovada unión.
No importa si Gorbachov quería mejorar o destruir el socialismo existente. Lo esencial consistía en que intentaba humanizar la sociedad descubriendo su potencial democrático. El gran mérito de Gorbachov estriba en abrir las compuertas para que pudiesen empezar los cambios en el sistema. Inició la abolición del artículo 6 de la Constitución soviética (que establecía el papel dirigente del Partido Comunista), dando paso a la competitividad política en el país. Fue un paso decisivo, no sólo en la historia de nuestro país, sino en la del mundo entero. Como político, Gorbachov perdió debido a sus propios errores pero, sobre todo, debido a los errores sociales. Recibió golpes y reproches desde distintos sectores, tanto de los occidentalistas como de los partidarios de la Rusia tradicional. La gente lo quería todo “rápido y de una vez”. Así que hacia finales de 1991, Gorbachov se quedó prácticamente aislado políticamente. Bueno, se suele decir que la ingratitud es la recompensa que da el mundo.
Se considera que el año en el que se creó la economía de mercado fue 1992. Pero eso ya era otra época, la de Yeltsin y su equipo de reformadores liberales.
¡Otro error! En realidad, los mecanismos de autorregulación de la economía se pusieron en marcha ya durante la perestroika. ¿ No es un testimonio de la creación de la economía de mercado un movimiento cooperativo tan poderoso, del que ha salido toda una generación de jóvenes empresarios, el desarrollo del comercio al por mayor, la salida directa de los sujetos de la economía al mercado exterior, la ampliación del segmento de precios contractuales y la aparición de joint ventures? Por cierto, desde el principio, la estrategia económica de la perestroika suponía una transición “suave” hacia la economía de mercado, cosa que, tal y como vemos ahora mismo y cada vez con mayor claridad, era muy razonable.
Sin embargo, muchas cosas no salieron tal y como se habían pensado e imaginado. Tras la expulsión de la ideología comunista, la sociedad se topó con problemas, amenazas y nuevos desafíos, muchas veces no menos severos que los de la época soviética. Una enorme cantidad de personas quedó en la miseria y la pobreza. Muchos se sintieron abandonados al no poder ya contar con la ayuda del estado, que hasta hacía poco les había garantizado la vivienda, la educación, la sanidad y otras necesidades sociales. También hubo una tremenda polarización de los ingresos, como resultado de un reparto poco equitativo de los “bienes de la patria” a favor de unos pocos. De ahí viene la nostalgia por la “mano dura”. Es por eso que Stalin, a finales de los años 80 y considerado como uno de los peores personajes en la historia del país, empiece a ser percibido como un “defensor del pueblo".
En una entrevista usted explica que esta metamorfosis es resultado de la perestroika, ya que derivó en libertad, pero sin orden ni justicia.
Desgraciadamente, así es. En ningún caso se pueden contraponer la libertad y la justicia. Son valores de la misma magnitud. Gorbachov quería que abandonáramos por completo la práctica histórica de la servidumbre. Estaba seguro de que limitando la libertad era imposible obtener justicia, de la misma forma que no hay libertad sin justicia. Sólo basándose en ello, se puede construir un estado realmente humano, una sociedad civil civilizada, fortaleciendo las distintas formas de iniciativa personal de sus miembros. Merece la pena recordar que las únicas elecciones honestas en toda la historia rusa tuvieron lugar en tiempos de Gorbachov. En general, resultó ser un romántico que se creía sinceramente capaz de convertir a los súbditos en ciudadanos. Ahora se nos plantea una tarea histórica importante y noble, la de modernizar el país. Tenemos que resolverla basándonos en la libertad, la justicia y la transparencia, sin sacrificar, por nada del mundo, los valores democráticos por los que ha luchado y sigue luchando Mijaíl Gorbachov.
Es decir, ¿usted considera que ahora necesitamos una segunda perestroika?
Estoy convencido de que para construir un estado moderno tendremos que volver a los valores de Gorbachov, tanto en economía, como en lo referente a la cultura, a la política estructural, a los problemas étnicos, etc. De momento, parece que estamos entrando en una nueva época de estancamiento debido a la total y absoluta arbitrariedad burocrática. Yo lo llamaría capitalismo estatal monopolístico. Todo es monopolio: en la economía, la política e incluso en la cultura. Bloquea el movimiento hacia adelante. Pero la democracia no es un valor abstracto, sino un medio práctico para los cambios políticos. Es extraño ver cómo ahora, esta persona que no fue entendida ni valorada en lo más importante, tenía razón. Felicito a Mijaíl Gorbachov de todo corazón por su cumpleaños. Le deseo que conserve durante el mayor tiempo posible tanto sus fuerzas físicas como morales.
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