Rusia y la OTAN: nueva relación, nuevos desacuerdos

Foto de Reuters/Vostock Photo

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Como todos saben, el año pasado fue exitoso para la diplomacia rusa. Es indudable que la firma y ratificación del tratado de reducción nuclear entre los Estados Unidos y Rusia, comúnmente conocido como Nuevo START representa un logro muy valioso. Sin embargo, aumenta el consenso entre los analistas que consideran el Nuevo START como la meta más fácil después de la política de recomposición implementada por ambos países. Aún quedan temas más complicados por resolver, sin embargo no hay muchos motivos para esperar mejoras relevantes. Esto se debe al gran interés del gobierno de Obama por los asuntos internos así como a la cambiante situación en Oriente Medio. A pesar de ello, 2011 podría pasar a la historia como el “año de la OTAN”.

Evidentemente, esta afirmación no implica que no haya sucedido nada entre Rusia y los 28 países miembros de la OTAN durante el 2010. De hecho, hubo una serie de avances positivos. Las relaciones de Rusia con Polonia mejoraron ostensiblemente, se firmó un esperado tratado de límites marítimos con Noruega y se han comenzado a dar importantes pasos para lograr que los viajes entre Rusia y la Unión Europea no requieran visado. Finalmente, en la cumbre del Consejo OTAN-Rusia celebrada en Lisboa en noviembre, a la cual asistió el presidente Dmitri Medvédev, ambas partes emitieron una importante declaración en la que afirmaron que “la seguridad de la OTAN y de Rusia se encuentra entrelazada”. Asimismo, la Alianza invitó a Rusia a participar en el diseño de un sistema europeo de defensa antimisiles.

La relación cada vez más cercana entre Rusia y la OTAN refleja el cambio de actitud que tanto las autoridades como el pueblo de Rusia tienen respecto a la Alianza. Es cierto que Rusia aún se opone a la expansión hacia el este de la OTAN. El ministro del Exterior ruso, Serguéi Lavrov, continúa puntualizando que es la expansión, no la OTAN en sí, lo que se percibe en Rusia como una amenaza a la seguridad nacional. A pesar de todo, el Kremlin parece estar adoptando el argumento —recientemente articulado por el prominente académico Alexei Arbatov— de que, a pesar de la expansión geográfica, los 28 estados miembros de la Alianza cuentan con menos armas y tropas que las que poseían los 16 miembros originales hace 20 años. Además, la mayor parte de las fuerzas de la OTAN no se despliegan en los territorios recién adquiridos. En otras palabras, no hay indicios de que la Alianza esté focalizada militarmente en Rusia.

Rusia y la OTAN comparten muchos de los desafíos: la amenaza de la proliferación de armas de destrucción masiva, la expansión del radicalismo islámico, el tráfico de armas, drogas y personaso el potencial trastorno de rutas de abastecimiento de energía. Además de estas preocupaciones comunes, algunos miembros de la Alianza son los socios comerciales más significativos y fiables de Rusia.

Por otro lado, la relación no carece de roces. La Alianza se muestra disconforme por la suspensión de Rusia, en 2007, de su participación en el Tratado de Fuerzas Convencionales en Europa. La OTAN considera que el reestablecimiento de este tratado es una de sus mayores prioridades. La OTAN también muestra preocupación por el despliegue de armas nucleares tácticas rusas en la región de Kaliningrado. Además, algunos países miembros, particularmente de Europa Central y del Este, continúan quejándose por la supuesta actitud posesiva de Rusia sobre el espacio postsoviético. Rusia, por su parte, hace poco hizo claras sus objeciones ante las intenciones de la OTAN de crear planes militares para la defensa de los países bálticos contra Rusia.

Sin embargo, la posibilidad de que se genere un grave revés en las relaciones de Rusia con la OTAN nace del desacuerdo respecto de la defensa antimisiles europea.

Rusia insiste en que el sistema de defensa europeo debe ser una empresa conjunta en la que se compartan la responsabilidad, el intercambio de información, la evaluación de amenazas y el proceso de toma de decisiones, pero cada parte debe poseer su propio “botón” para lanzar los misiles interceptores. El embajador de Rusia en la OTAN, Dmitri Rogozin, denomina a este tipo de plan “acuerdo con dos llaves”.

La insistencia rusa en construir una infraestructura de misiles antibalísticos común surge del miedo a que, en el futuro, el sistema de la OTAN pueda llegar a utilizarse contra la propia Rusia. Este temor se ve exacerbado por el escepticismo moscovita respecto a las constantes declaraciones de la OTAN cuando afirma que el nuevo sistema estará dirigido principalmente a Irán. Sin embargo, los expertos militares rusos advierten de que un sistema sobre el cual Rusia no tenga control puede representar una amenaza para su capacidad de respuesta ante un ataque.

Hasta ahora, la OTAN ha rechazado el enfoque de “dos llaves”. En su lugar, la Alianza insiste en construir dos sistemas independientes, aunque estrechamente coordinados. En el centro de la renuencia de la OTAN a ceder ante las preocupaciones de Rusia existe una inquietud propia: según el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte de 1949, la defensa colectiva es responsabilidad exclusiva de los estados miembros de la OTAN y no puede extenderse a terceros, a ningún aliado externo. Desde la perspectiva de la OTAN, la única solución viable sería restringir la cooperación por el intercambio de datos y a la posible sincronización de dos sistemas independientes. Sin mencionar que los conservadores estadounidenses nunca aceptarían un acuerdo en el que se otorgara un papel de toma de decisiones a Rusia.

A pesar de las constantes reuniones acerca de posibles concesiones, no queda mucho tiempo para resolver las diferencias: se espera llegar a una solución sobre la cooperación en una reunión que celebrará el ministro de defensa del Consejo OTAN-Rusia en el próximo mes de junio.

¿Cómo puede llegar a reaccionar Rusia si rechazan su propuesta? Rogozin sugiere que el país deberá crear e implementar nuevos sistemas de ataque que sean capaces de superar cualquier sistema de defensa de misiles antibalísticos, opinión respaldad por la plana mayor del ejército ruso. El presidente Medvédev también ha advertido que no cooperar en la defensa misilística puede llevar a una nueva carrera armamentista.

Algunos analistas occidentales son más optimistas; argumentan que una nueva carrera armamentista generaría pesadas cargas financieras para ambas partes, aunque Rusia sería la más perjudicada debido a que el país se vería forzado a reducir su costoso programa de modernización. Además, la OTAN posee una clara ventaja tecnológica sobre Rusia en lo que se refiere a la capacidad de construcción de sistemas de misiles antibalísticos. El Kremlin podría decidir que sumarse a la iniciativa bajo las condiciones de la OTAN sería el menor de los males.Por su parte, Rusia siempre puede utilizar su ventaja en armas nucleares tácticas como moneda de cambio para lograr un mejor acuerdo que pueda aplacar a los partidarios de la línea dura internos.

Entonces, todo lo que el Kremlin tiene que hacer es anunciar otra victoria diplomática más. ¿No es eso en lo que destacan los políticos del mundo entero?

Eugene Ivanov es un analista político residente en Massachusetts (EE UU). Mantiene el blog The Ivanov Report.

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