Ya nadie duda de que el arte ruso se mueve, y que existe una clara intención de promocionarlo dentro y fuera de sus fronteras, participando en ferias y exposiciones internacionales. Hoy una serie de promotores occidentales trabajan no sólo por dar a conocer a los artistas consagrados sino también a la nueva generación de creadores.
Algunos de estos artistas emergentes no están dispuestos a asumir el papel que les ha designado el circuito artístico oficial. Esta actitud disconforme y combativa les ha acarreado serios problemas con el gobierno, y por supuesto, no reciben ningún tipo de ayuda estatal o subvención a la creación. Sin embargo, su situación es muy distinta cuando acuden al mercado internacional, donde la calidad de las obras ha sido reconocida y ellos han encontrado una salida comercial.
Dentro de Rusia, los que disfrutan de un alto poder adquisitivo se están aficionando a comprar obra contemporánea, lo que supone sin duda un aliciente añadido. "Hay poca gente en Rusia que conozca el arte contemporáneo, pero hay un interés creciente y eso puede llevar a más ventas", declara Daria Pyrkina, profesora de la Universidad Estatal de Moscú, encargada de seleccionar las ocho galerías que participan en la muestra Focus Russia.
En la feria se ha podido contemplar la obra de Olga Kisseleva, protagonista única de la galería ARKA, fundada en 1995 y la única que existe en la ciudad de Vladivostok. Kerim Raginmov, Valeria Nibiru y otros cuatro artistas han participado en la galería de Marina Guisich de San Petersburgo. De la misma ciudad, la galería de arte contemporáneo Anna Nova seleccionó obra de varios creadores, entre ellos, Haim Sokol. En Moscú están las cinco galerías restantes: Aidan, GMG, M&J Guelman, Paperworks y XL que exhibieron piezas de Aristarkh and Alexei Shulgin, Anya Zholud, Olga Chernysheva, Dimitry Gutov y Valery Chtak, entre otros.
La actitud estética del arte contemporáneo de este país combina la experimentación con la escuela clásica rusa. La primera aún no ha tenido tiempo, o no ha querido romper, el hilo umbilical con la tradición, y esta conjunción parece que les funciona muy bien a los creadores a la hora de materializar los nuevos conceptos que nutren la escena artística rusa, interesados en las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías y sin abandonar en muchos casos la ironía como lenguaje de denuncia.
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