José Biriukov. Foto de Ria_Novosti
- ¿José, cómo empezó tu carrera en España? ¿Se enteraron los entrenadores españoles de que eras hijo de una española?
- Sí, fue exactamente así. Los periodistas españoles me vieron cuando todavía jugaba en la selección juvenil, en el Campeonato de Europa de 1981: les llamó la atención el apellido ruso “Biriukov” junto al nombre “José”. Se acercaron a preguntarme. Después de aquello volví a jugar varias veces en España con la selección rusa, es decir, soviética en aquella época, y con el club Dinamo de Moscú. ¡Jugué bien! El Real Madrid me propuso un contrato. Así que me fui a España con toda mi familia. En aquella época era así: o se iban todos, o ninguno. Tuve que dejar muchas cosas en Rusia. Me fui del Komsomol (la organización de jóvenes comunistas), mejor dicho, me echaron… Y como era maestro del deporte de la URSS de nivel internacional, pues también me quitaron el título…
- Cuando llegaste a Madrid, ¿tuviste muchos problemas?
- Al principio, ¡no pude jugar durante un año entero! Tenía que haber recibido inmediatamente el pasaporte español, como hijo de española que soy, pero al final tuve que esperar todo año. Sólo podía participar en partidos amistosos, así que durante aquella época no hacía más que entrenarme. Era duro, porque cuando uno no juega, pierde mucho. Creo que el primer año siempre es el más difícil, sobre todo porque los rusos no somos un pueblo emigrante. Estamos acostumbrados a nuestro país, sea como sea, e intentamos no despegarnos de él pase lo que pase. Soy mitad ruso, así que el primer año lo pasé bastante mal. Además, ¡llegué a España sin saber el idioma!
- ¿A pesar de que tu madre fuera española?
- Mi madre nunca me enseñó el idioma, no le apetecía. Además, no tenía fuerzas para ello. La pobre trabajaba el día entero, llegaba a casa cansada y no era como para ponerse a enseñarme el idioma…
- Antes de llegar, ¿qué sabías de España?
- Prácticamente nada. Aunque, gracias a mi madre, conocía la cocina española. Por cierto, ella sigue mezclando las tradiciones culinarias. Por ejemplo, siempre comemos borsch con tortilla de patatas. Con la tortilla hubo una anécdota. Cuando todavía vivía en Moscú, íbamos a los campeonatos en tren. Imagínate, cuatro compañeros de equipo en el mismo compartimento. Normalmente viajábamos de noche y nos poníamos de acuerdo sobre la comida que iba a llevar cada uno. A mí me decían siempre que llevara una tortilla. Así que mi madre me hacía dos tortillas enormes. Naturalmente, ¡todo el equipo acababa metido en nuestro compartimento!
- ¿Qué tal te llevabas con los españoles? ¿El carácter español te ha resultado familiar?
- Me parece que el carácter español y el ruso se parecen mucho. Por ejemplo, los españoles son igual de negligentes que los rusos. En Rusia muchas cosas se hacen al azar, mientras que aquí se oye constantemente “mañana, mañana”. Los rusos y los españoles tenemos mucho en común. Cuando uno va a Francia, Inglaterra o Alemania y no sabe hablar el idioma, le miran con cara rara y te dicen: “No te entiendo”. En este sentido, los franceses y los ingleses son muy estrictos. Sin embargo, aquí cuando la gente ve que te estás esforzando mucho para hablar español, todo el mundo te ayuda. Así que me parece que es más fácil adaptarse a este país que a cualquier otro. Por ejemplo, yo aprendí español hablándolo, pero sigo cometiendo errores gramaticales, metiendo la pata con los verbos, con los artículos... Quizás en otro país no se lo perdonarían, pero aquí todo el mundo está dispuesto a apoyarte y a ayudarte. Además, en Madrid hay muy poca gente que sea originaria de Madrid, aquí todo el mundo es de algún otro sitio: de Salamanca, de Andalucía, del País Vasco o de América Latina... En este sentido, Madrid es una ciudad muy abierta y fácil para vivir.
- ¿Cómo reaccionó tu madre cuando te propusieron un contrato con el Real Madrid?
- Mi madre era la que más ganas tenía de irse a España, como es natural. Llegó a Rusia durante la guerra civil, en 1937 ó 1938, no me acuerdo exactamente. Mi abuela era una mujer temeraria. Mandó de repente a sus tres hijos a Rusia. ¡No se quedó con ninguno! Los envió a todos. Aunque luego tuvo un cuarto, porque no podía vivir sin hijos. No dejo de sorprenderme, por qué los envió tan lejos, a Rusia, y no a Francia, por ejemplo. Mi madre hasta el día de hoy no es capaz de ver fotos ni documentales sobre la guerra civil. Ahora, muchos de los niños que habían emigrado a Rusia se encuentran de nuevo en su patria. En el País Vasco, donde nació mi madre, los “niños de la guerra” se reúnen todos los años.
- ¿Vas mucho a Moscú?
- Cada verano voy con mis dos hijas a Moscú. Quiero que aprendan ruso y lo hablen.
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