Más burocracia puede ser conveniente

Foto de fotoimedia

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La campaña para reducir la burocracia rusa está fundada en dos mitos. El primero es que la burocracia es extraordinariamente grande, y el segundo, que las burocracias grandes necesariamente cercenan la actividad privada. Sin embargo, ambos carecen de base empírica.

El mito acerca del colosal tamaño de la burocracia rusa encuentra su origen en un hecho indiscutible: el gobierno es ampliamente corrupto e ineficaz. En cualquier caso, no hay una relación de causa efecto automática: la burocracia no es corrupta e ineficaz por ser muy grande. De hecho, es bastante pequeña comparada con estándares internacionales, a pesar del crecimiento registrado en los últimos años. Veamos los números: en 2009, el empleo en la administración pública en todos los niveles del Gobierno ruso representó un 2,5% de la mano de obra empleada. A modo comparativo, la administración pública en los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) representaba, en promedio, un 9% de la mano de obra a principios de 1990, según datos del único estudio transnacional disponible sobre empleo gubernamental. En efecto, no existía un solo país de la OCDE con una burocracia más pequeña a principios de los noventa que la burocracia de Rusia en la actualidad.

Por supuesto, sería más adecuado comparar a Rusia con sus pares dentro de los países en vías de desarrollo. Aunque, incluso bajo estos parámetros, la burocracia rusa parece pequeña. A principios de 1990, la típica burocracia poscomunista representaba más del 4% del empleo total —bastante por debajo de los porcentajes de los estados ricos de la OCDE, pero por encima de las cifras actuales en Rusia—. En cuanto a las economías en desarrollo con mejores números, principales competidoras de Rusia en la captación de capitales internacionales, la burocracia en China estuvo cerca del 3% del empleo total a principios de 1990 y, en Turquía, cerca del 4%. Independientemente del modo en que analicemos los datos, la burocracia rusa no parece ser grande.

Como ya hemos indicado, el segundo mito sostiene que cualquier burocracia puede ser adaptada para el beneficio de la actividad económica privada. Esto es lo que subyace detrás de la precipitada campaña del Kremlin. Sin un esfuerzo correlativo por reducir las trabas burocráticas, el recorte en el empleo público podría dejar a los empresarios aún más a la merced de empleados públicos corruptos. Si en la actualidad resulta difícil para una empresa privada obtener una licencia o un permiso, imaginad lo que sería cuando retrocediera la línea debido a recortes de personal. Desesperados por obtener la delantera, los dueños y gerentes se verían aún más tentados a lubricar los engranajes mediante el pago de sobornos a aquellos con autoridad para facilitar sus negocios. Solos detrás del mostrador, los burócratas rusos serían más bien empleados de tiendas de un establecimiento soviético: tendrían todo el poder y ninguna responsabilidad.

Esto no es una mera suposición teórica. Nuestra investigación con David Brown, de la Heriot-Watt University, basada en el análisis estadístico de datos de numerosas empresas rusas, sugiere precisamente que esta dinámica estaba en funcionamiento durante la primera década y media de la transición económica poscomunista. Nuestro estudio aprovecha las grandes variaciones interregionales en el tamaño de la burocracia rusa. Tras neutralizar los efectos de otros factores, como la población y la urbanización, lo que queda son patrones regionales de empleo público que parecen tener origen en las prioridades de desarrollo de la era soviética.

En este sentido, Rusia posibilita observar, como si se tratare de un experimento, los efectos de la burocracia en la actividad económica privada. En primer lugar, los empleados públicos asumen más responsabilidad y son más honestos en aquellas regiones en donde la burocracia es relativamente grande. Las empresas de aquellas zonas afirman que utilizan menos dinero y tiempo en la adquisición de licencias del Estado, y pagan menores comisiones por los contratos gubernamentales. En segundo lugar, en las regiones con burocracias relativamente grandes las empresas privadas son más productivas (en relación con las empresas estatales de sectores similares). Con un aparato estatal menos hostil, los dueños y gerentes de empresas privadas se enfrentan a menos restricciones al momento de implementar acciones que aumenten su productividad —por ejemplo, la búsqueda de nuevos mercados, el despido de empleados por reducción de plantillas, la implementación de nuevas líneas de productos, etc.

La propuesta de reducir la burocracia rusa es una solución torpe a un problema equivocado. El problema no es que la burocracia sea demasiado grande, sino que los burócratas no responden como debieran a la gente a la que asisten. No existen soluciones sencillas para el problema, pero la concentración de poder en manos de unos pocos funcionarios estatales trae aparejado el riesgo de empeorar la situación en lugar de mejorarla.

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John Earle es profesor de Políticas Públicas y Economía en la George Mason University y profesor de Economía en la Central European University. Scott Gehlbach es profesor adjunto de Ciencias Políticas en la University of Wisconsin-Madison.

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