Colegas de profesión de Kashin protestan por la paliza al periodista frente al Departamento de Policía de Moscú. Foto de Reuters
Kashin, uno de los periodistas más prestigiosos de Rusia, trata a menudo temas espinosos, pero nunca traspasó ese límite que separa al reportero de política de un activista social. Trabaja en uno de los principales periódicos del país (Kommersant), pero este hecho, que antes era garantía de seguridad, ya no lo es. De la paliza que le dieron irradian, como las ondas de un estanque tras arrojar una piedra, otros asuntos preocupantes. ¿Cómo es posible estar seguro de que lo que le ha sucedido no se repita con el próximo que se atreva a intervenir en un conflicto político o económico?
Kashin no es un periodista cualquiera, es un buen profesional que siempre intenta llegar al fondo de los temas. Además, es una persona con una vida civil activa. En la Rusia actual, por desgracia, ambas actitudes conllevan riesgos, en la medida en que afectan a ciudadanos influyentes. Oleg trataba estas cuestiones en sus artículos y blogs, aunque no sería correcto encasillarlo en la oposición más radical. Su pluma combativa criticaba a ambos lados del espectro político.
“¡Los periodistas traidores deben ser castigados!”, proclama el título de un datszhibao (panfleto) aparecido el pasado 11 de agosto en la página web de la Joven Guardia de Rusia Unida (las juventudes del partido en el poder, liderado por el primer ministro, Vladímir Putin).
Los jóvenes clamaban venganza porque un grupo de anarquistas había apedreado la sede del gobierno local de Jimki (una localidad cercana a Moscú), en protesta por la voluntad del gobierno de construir una autopista atravesando el bosque del mismo nombre, a las afueras de la capital. En la lista de traidores, Kashin figuraba el primero por haber entrevistado a uno de los “perturbadores de Jimki”. Los jóvenes de Rusia Unida consideraban esa entrevista “escandalosa”.
Junto al artículo aparecía una foto de Kashin estampada con una frase amenazadora: “Será castigado”. Esta imagen fue retirada posteriormente.
Declarar “intocables” a una cierta categoría de ciudadanos no va a corregir la situación. La inmunidad ante una bala o un trozo de metal no la otorga el código penal, sino sólo un chaleco antibalas, un casco y una escolta.
Sería recomendable cambiar las reglas de juego. Llevar, por ejemplo, los conflictos políticos y económicos a la esfera pública, y sacarlos del mundo virtual en el que parecen haberse instalado. Y obligar a los órganos encargados de garantizar la seguridad de los ciudadanos, así como a los jueces, a cumplir con sus obligaciones, independientemente de la posición que ocupen los posibles culpables en el sistema de coordenadas sociales.
“¡Los periodistas traidores deben ser castigados!”, proclamaba la web de la Joven Guardia
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