Yevgenia era médica y trabajaba en el Instituto de Medicina de Novosibirsk, un prestigioso centro de investigación. Hace tres años, su marido, pianista de profesión, le habló de un grupo de ecologistas que a 75 km al norte de Novosibirsk, a orillas del lago Ob, vivía de lo que producía la tierra . "Me reí mucho cuando escuché ese cuento de hadas, pero mi marido me dijo que me llevaría para que lo viera con mis propios ojos. Así fue como llegamos ... y acabamos quedándonos ", recuerda. Ahora la familia compuesta por Yevgenia, su marido y sus dos hijas, de siete y ocho años, viven junto con las 51 familias de la comuna, bautizada como 'Tierra de abundancia' y cuyos miembros tienen entre 1 y 91 años.
En los rincones más recónditos del país surgen comunidades de 'colonos'.El amplio territorio siberiano atrae a cientos de rusos en busca de una vida autónoma y respetuosa con el medio ambiente. El número de 'comunas ecológicas' ha aumentado exponencialmente en los últimos diez años. Este movimiento de retorno a la tierra atrae a personas cansadas de la contaminación y del consumismo desenfrenado que reina en los ambientes urbanos.
Yevgenia, alta y esbelta, canta mientras trabaja todo el día: arregla las coles de su porche, llena de miel los tarros para el invierno y pinta huevos con sus hijas. "Desde que llegamos aquí, siento un nuevo interés por el arte, el canto, la ciencia y la agricultura.Todo ello hace que me levante cada mañana", afirma.
Las aspiraciones de los activistas como Yevgenia no complacen a todo el mundo. La Iglesia ortodoxa rusa percibe estas comunas como sectas que veneran a falsos dioses, y algunas autoridades locales cuestionan las aspiraciones de algunas comunidadespor convertirse en los propietarios de las tierras que ocupan.
Los ecologistas de 'Tierra de abundancia' aseguran que no son una amenaza y que todas las casas están abiertas para aquellos que deseen visitarlas. También puedenprobar la miel, las tartas de calabaza o la leche de cabra que producen. La agricultura biológica es la base del régimen vegetariano que sigue la población de la comuna. Las familias prefieren no llevar a sus hijos al colegio y confían su educación a miembros de la comunidad especializados materias específicas. Yevgenia, por ejemplo, enseña química.
Cada familia contribuye con la comunidad de 'Tierra de abundancia'. La familia de Valery Popov, ex físico, ayuda a los recién llegados a construir sus casas de madera.Los Nadejdin, una pareja de dentistas, son también los panaderos de la comuna. A Klavdiya Ivanova, ex profesora de música, se la conoce por sus trajes tradicionales fabricados a mano, su marido, un oficial del ejército jubilado, ayuda con el reciclaje.
"Durante toda mi vida he formado parte del sistema, en el colegio, en la universidad, como oficial leal. Después, este mismo sistema se ha desplomado ante mis ojos, destruido por sus mentores, ladrones y autoridades escandalosamente corrompidas", cuenta Dmitri Ivanov, ofreciendo una justificación banal a las numerosas personas que vienen a buscar una vida nueva en el seno de la comunidad. "Estamos aquí para crear un nuevo modelo social de individuos libres, profesionales y confiados. Ponemos el acento en la reducción de nuestro impacto negativo sobre el medio ambiente", precisa Dmitri.
Las organizaciones ecologistas con representación en Rusia, como Greenpeace, ven con buenos ojos el movimiento de las comunas ecológicas. "Estamos a favor de todos los movimientos verdes, ya que reflejan un deseo natural de la gente de vivir en armonía con la naturaleza", afirma Vladimir Tchouprov, director del departamento de eficiencia energética.
Es difícil estimar el número exacto de rusos que ha huido al ámbito rural. Lo cierto es que va en aumento. Al menos 10.000 personas se han unido a la “Ciudad del Sol” de Vissarion, una comunidad ecológica cerca de Abakán. En los últimos años, han surgido decenas de nuevas ciudades ecológicas en Altai, Karelia y el Volga. Algunas de ellas han llegado incluso a trasladarse al extranjero. La aldea ecológica de “Chambhala-Chasta Anastasia” en Ashland, nació en Rusia y actualmente se encuentra en Oregón (Estados Unidos),donde atrae a amantes de la naturaleza.
Pero no todo es dulce como la miel en esta nueva vida, ya que la naturaleza puede llegar a ser cruel. El invierno pasado la temperatura bajó de los -50º en Altai. Según los activistas, encender los hornos de leña una mañana helada no es nada sencillo. Y como en cualquier otro asunto humano, surgen los conflictos. Olga Koumani, ex periodista de investigación en Novosibirsk, abandonó la ciudad en 2002. "No podía respirar, el sistema me agobiaba", explica. En busca de una vida mejor, Olga se unió en un principio a la comuna de Charbai, en Altai, con sus tres hijos.
"Los jefes de la comuna querían controlar nuestro dinero y explotarnos", afirma Olga, que se ha mudado a un lugar aún más aislado. Ella y sus hijos viven ahora en el seno de una comunidad de 22 artistas que fabrican flautas y cerámica en una aldea. Pero incluso esa vida minimalista le sigue pareciendo demasiado agitada.
Olga busca sin impacientarse otro refugio que esté más cerca de la naturaleza y, sobre todo, más alejado de los hombres.
Todos los derechos reservados por Rossíiskaia Gazeta.
Suscríbete
a nuestro boletín
Reciba en su buzón el boletín informativo con los mejores artículos sobre Rusia: