Fotos de Phoebe Taplin
La región tiene el tamaño de “Bélgica, Dinamarca, Suiza y Holanda” juntas tal y como señala un folleto turístico, por lo que hay mucho por conocer: antiguos monasterios rodeados de lagos, encantadores pueblos, comunidades agrícolas y el bosque del que es oriundo el Papá Noel ruso, Ded Moroz. Conocida por su mantequilla, el encaje y la vajilla ornamental la región esconde tesoros para todos los gustos.
Su apacible capital, la ciudad de Vólogda, es un gran lugar para los turistas. Aunque a lo largo de los últimos cien años se han extendido los suburbios industriales ,tanto la estación de trenes como los hoteles, el bonito kremlin (abierto de miércoles a domingo, de 10 a 17 h.) y las antiguas iglesias se concentran en las pocas cuadras que rodean al sereno río Vólogda.
En el centro de la ciudad hay varias mansiones de madera construidas en el siglo XIX que le otorgan un aire placenteramente antiguo al lugar. El kremlin, una fortaleza compuesta por varios palacios e iglesias del siglo XVII, alberga una serie de museos que incluyen exposiciones de los delicados encajes de Vólogda y de íconos del siglo XV. Al lado se encuentra la majestuosa catedral de cúpula plateada que mandó construir Iván el Terrible. Cerca se hayanmás galerías y museos para visitar. En el verano, la ciudad será la sede del nuevo festival internacional de cine europeo independiente llamado “Voices” (“Voces”) que tendrá lugar entre los días 30 de junio y 4 julio.
En el pueblo de Semenkovo, al que se llega tras un breve trayecto en coche, encontramos un museo etno-arquitectónico con una colección de modelos de construcciones de madera hechas en los últimos dos siglos. Sorprendentemente, cuenta con explicaciones en inglés. Una de las casas aloja un entretenido museo de la mantequilla que muestra la elaboración de este producto desde sus orígenes campesinos hasta las innovaciones de Nikolai Vereshagin, magnate de la producción láctea de Vólogda en el siglo XIX. La mantequilla que se elabora aquí sigue gozando de mucha popularidad en Rusia y, como realmente vale la pena probarla, el museo inauguró una tienda de productos lácteos en junio de este año para que nadie se quede sin degustar esta delicia. En el museo también se realiza un ciclo de festivales para celebrar las Pascuas, la Cosecha y Navidad.También los niños pueden disfrutar de un “día de campo” o asistir a clases donde aprenden a confeccionar las muñecas y los adornos pintados típicos de esta región. Podréis encontrar mayor información en www.semenkovo.ru (sólo en ruso).
Si esto os parece demasiado agotador, podéis optar por pasear a través de los árboles en otoño, praderas en flor y caballos que pastorean mientras apreciáis las tallas de los marcos de las ventanas y los enormes troncos entrecruzados de las casas.
La carretera que va desde Vólogda hacia el noreste, cerca del lago Kubenskoye, lleva al parque nacional Russky Sever (Norte Ruso), un bosque donde crecen más de 700 especies de plantas, incluidos varios tipos de orquídeas, como las zapatillas de dama amarillas y púrpuras. Esta zona también cuenta con preciososmonasterios, cuya belleza arquitectónica queda resaltada por el paisaje.
A orillas del pintoresco lago Siverskoe, se encuentra el monasterio Kirillov del siglo XIV, ahora convertido en el museo Kirillo-Belozersky (abierto de martes a domingo, de 9 a 17 h.; kirmuseum.ru/en en inglés), donde se exhibe una colección completa de íconos del siglo XV que pertenecían a la Catedral de la Asunción, entre otras obras. Si bien actualmente la catedral está cerrada por restauración, el mayor encanto consiste en la posibilidad de caminar por el extenso parque que circunda dos monasterios y está rodeado por una muralla de dos kilómetros. Es una verdadera ciudad sagrada que aloja 11 iglesias y 10 torres.
El monasterio Ivanovsky, más pequeño, se construyó alrededor de la ermita de madera donde vivió el monje fundador, Kirill, cuando llegó al lugar. En las puertas sagradas que conducen al majestuoso monasterio de la Asunción se pueden apreciar los murales pintados del siglo XVI.
Los visitantes pueden escalar las murallas de la esquina noreste y así gozar de una mejor vista del predio, con un molino de viento de madera construido en el siglo XIX en primer plano. También vale la pena dar un paseo por fuera de la muralla, bordeando el lago, donde varios pescadores esperan con paciencia que piquen las bramas y las luciopercas. A principios de este año, el monasterio se utilizó de escenografía para una serie de televisión épica llamada “Raskol” (Cisma) acerca de la vida del patriarca Nikón.
A veinte kilómetros de allí, el monasterio de Ferapóntovo, pequeño y solitario, ofrece un agradable contraste con Kirillov. Sobre la colina que surge de un bonito lago, se yergue este grupo de iglesias enjalbegadas que ha recibido el status del patrimonio de la UNESCO gracias a los frescos pintados por Dionisio en 1502 y que se conservan en muy buen estado. El museo alojado en la Iglesia de la Natividad custodia estos tesoros con esmero. Los visitantes deben esperar las indicaciones del guía oficial y además cierra cuando llueve a fin de proteger las invaluables pinturas. La panoplia de ocre, azul y carmesí de estos murales ancestrales es impresionante. La que solía ser la muralla exterior del lado oeste (ahora protegida de los elementos), alrededor de la elegante puerta, muestra el nacimiento de la Virgen María (que da nombre a esta iglesia). El paisaje que rodea al monasterio es deslumbrante y, además, hay una galería de arte y un museo muy colorido que exhibe objetos típicos de los campesinos.
Al otro extremo de la región de Vólogda, a casi 1.000 kilómetros de Moscú, se encuentra la ciudad de Veliky Ústiug, que parece sacada de un cuento de hadas. El ex alcalde de Moscú, Yury Luzhkov, considerado un héroe del lugar, ayudó a fundar la casa oficial de Ded Moroz en los bosques de pinos que hay cerca de allí. Ded Moroz, o el “Abuelo Frost”, es el Papá Noel ruso, pero podéis visitarlo en cualquier época del año y apreciar cómo gran parte de las iglesias de la ciudad adornan las orillas del río Sukhona. En el monasterio de la Trinidad, en las afueras de la ciudad, hay un iconostasio de estilo barroco que data del siglo XVIII y que, con sus coronas doradas, columnas espiraladas y ángeles en pleno, sirve como marco perfecto para unas pinturas increíbles. Allí hay otro conjunto de museos y galerías dedicados al arte y la historia pero, nuevamente, lo que hace tan encantadora a esta ciudad es la paz que se respira en el aire y esa maravillosa sensación de viajar a tiempos pasados.
Detalles del viaje
Los billetes de tren a Vólogda cuestan desde 500 rublos (unos 17 dólares) por un asiento en clase económica hasta casi 5.000 rublos (160 dólares) por una cama en primera clase. Un lugar en un compartimento de cuatro literas cuesta alrededor de 2.000 rublos (unos 65 dólares). Los trenes salen de la estación Yaroslavsky de Moscú.
El moderno hotel Atrium, en Vólogda, ofrece habitaciones muy cómodas desde 3.600 rublos la noche (unos 116 dólares). El Angliter, más exclusivo, cuesta un poco más y ofrece habitaciones tipo boutique decoradas al estilo barroco en distintos colores, con cuadros de Venecia en las paredes.
En el centro de Vólogda hay muchos bares y cafés. El restaurante italiano Bellagio, ubicado en la calle Ulitsa Orlova al 4, recibe críticas excelentes. Según la guía de Voices, es "sencillamente el mejor restaurante de toda Vólogda". El bar “Kilt”, a la vuelta, tiene un lugar con vista al lago en el que se pueden degustar enormes pizzas, excelentes cócteles y disfrutar de música en vivo. Si queréis vivir una experiencia más autóctona, podéis visitar el Lesnaya Skazka, en un edificio de cuento de hadas ubicado en la Sovietsky Prospekt al 10.
Para llegar a Kirillov y Ferapóntovo debéis hacer un viaje de un día en autobús o en taxi desde Vólogda.
Podéis encontrar más información turística sobre esta región en Vólogda-oblast.ru.
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