Foto de Kommersant
— Rusia tardó mucho en contestar a la invitación de la OTAN para participar en la cumbre de Lisboa. ¿Por qué?
— Nuestros socios tienen una costumbre tan arraigada de decidirlo todo por nosotros que a veces parece que seamos el objeto de la política de la OTAN y no un sujeto de ella. Por eso, cuando tomaron la decisión de invitar a Rusia a la cumbre de Lisboa, les llamamos la atención diciendo que ese tipo de decisiones no se tomaban de esta manera. No es normal que los países de la OTAN tomen la decisión de organizar una cumbre Rusia-OTAN en nuestra ausencia, y nosotros nos veamos obligados, tal y como decía el poeta Yesenin, "a correr detrás de las Juventudes Comunistas con el pantalón remangado”. Finalmente conseguimos que esta decisión se negociase con nosotros y que se tomasen en consideración distintos factores. El más importante es que Rusia no se encuentre en la cumbre con ninguna sorpresa.
No queremos que en Lisboa se repita la situación de Bucarest. El ex presidente, Vladímir Putin, puso en juego su reputación en 2008 al tomar la decisión de viajar a la cumbre de Bucarest, teniendo en cuenta que existía la posibilidad de que se presentaran en ella los planes de acción para la inclusión en la OTAN de Ucrania. Sin embargo, Putin dijo: "Viajaré de todas formas y lucharé allí. Es posible que el simple hecho de que yo esté allí sirva de apoyo para que las fuerzas de Occidente nos traten con el merecido respeto". Y así fue. La decisión sobre el Plan de Acción para el Ingreso de Kíev y Tbilisi no fue adoptada, en gran medida, por el hecho de que el presidente ruso participara personalmente en la cumbre.
Esta vez, para que la OTAN no nos ponga en un callejón sin salida, le comunicamos desde el primer momento nuestra principal condición: nada de sorpresas. Queríamos disponer de una agenda previsible para la cumbre de un socio predecible. Y el secretario general de la OTAN se mostró dispuesto a viajar a Moscú con el objetivo de convencer personalmente a Dimitri Medvédev de que el Concepto Estratégico de la OTAN no iba a contener revelaciones desagradables para Rusia. Casi han conseguido convencernos de que en la cumbre de la OTAN no habrá declaraciones desagradables que puedan estropear un ambiente positivo.
— ¿El Concepto Estratégico de la Alianza irrita a Moscú? ¿Han tenido la oportunidad de leerlo?
— Digamos que no nos lo han enviado. Aunque solamente sea por eso, podemos suponer (se ríe) que este documento confidencial les ha quedado bastante mordaz. En él la OTAN pretende proclamar su papel universal, intentando compaginar dos cosas poco compatibles. Por una parte, las funciones tradicionales de defensa del territorio, importantes sobre todo para los países bálticos y de Europa del este que entraron en la OTAN para sentarse a la mesa de las potencias civilizadas, según ellos, cerrando la puerta trás de sí al oso ruso y sus patas llenas de sangre. También existe otro concepto, el ampliado. Contar con una amplia presencia y neutralizar las amenazas dirigidas contra los países occidententales desde otros territorios.
Supongo que, finalmente, se adoptará un Concepto Estratégico que garantice la seguridad de los nuevos miembros de la OTAN en caso de que se dieran circunstancias imprevistas relacionadas con una agresión militar externa. Es probable que no se mencione a Rusia como un peligro militar potencial. Por otra parte, actualmente la OTAN se propone ampliar sus productos y servicios, y pasar a garantizar también a los países miembros la seguridad en la Red, la seguridad energética, la protección contra los ataques marítimos de los piratas, contra el extremismo y contra la inmigración ilegal. La alianza quiere estar presente en todas partes, tener el potencial suficiente para poder llevar a cabo, al menos, dos campañas militares simultáneas contra potencias regionales importantes, siendo capaz de rechazar amenazas, en primer lugar, lejos de sus fronteras y, en segundo lugar, adentrándose en ellas. Lo más importante es que la OTAN describa los métodos para la resolución de estos problemas. En particular, tiene intenciones de utilizar activamente a los socios.
— ¿Incluida Rusia?
— Incluida Rusia. Allí donde los intereses objetivos de la Alianza y sus socios coincidan, se intentará utilizar al máximo los esfuerzos de los socios. Es un método antiguo. Rusia hizo lo mismo cuando intentaba debilitar al imperio otomano, al formar a los oficiales serbios para que, al defender su propio territorio, al mismo tiempo retuvieran la amenaza lejos de las fronteras de Rusia. Más o menos el mismo concepto está siendo aplicado por la OTAN.
— ¿Moscú está de acuerdo con este enfoque?
— No podemos aceptar el concepto de un policía global. Sin embargo, estamos de acuerdo con la idea de localizar muchas amenazas bloqueándolas en territorios alejados. Nosotros también lo intentamos hacer a través de la Organización del Tratado de la Seguridad Colectiva (OTSC). Pero hay una condición en concreto en la que vamos a insistir. Y es que, para llevar a cabo cualquier acción relacionada con el uso de la fuerza, la OTAN tiene que obtener la aprobación de la ONU y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas deberá elaborar un mandato.
— El secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, visitó Moscú la semana pasada para preparar la cumbre Rusia-OTAN en Lisboa. ¿Ya existe un entendimiento respecto a qué tipo de acuerdos podrían firmarse allí?
— En un principio, estamos preparando varios proyectos relacionados con Afganistán. En primer lugar, el llamado paquete de helicópteros (la compra de helicópteros rusos Mi-17 para Afganistán que negocian en la actualidad Rusia y la OTAN.— Kommersant). Hay que entender que los posibles acuerdos bilaterales de cooperación técnico-militar entre la Federación Rusa y Estados Unidos no evitan la necesidad de llegar a acuerdos respecto al “paquete de helicópteros” entre Rusia y la OTAN.
— Según la información que yo tengo, las negociaciones respecto al “paquete de helicópteros” con la OTAN están congeladas y ahora es Washington quien va a adquirir dos docenas de helicópteros Mi -17 para Afganistán.
— Esto no implica que no exista la necesidad de crear una institución fiduciaria para buscar financiación adicional que permita llevar a cabo la fórmula anteriormente negociada dentro del Consejo Rusia-OTAN, como complemento al posible acuerdo entre Rusia y Estados Unidos. El problema no es la falta de voluntad política, sino la falta de dinero. Europa está viviendo una grave crisis, e incluso el destino de unos cuantos cientos de miles de euros es una cuestión delicada. Por eso los europeos intentan crear instituciones fiduciarias que compartan el esfuerzo de las inversiones. Y para el “paquete de helicópteros”, en cualquier caso hará falta una institución fiduciaria, ya que no sólo se trata de una mera adquisición de helicópteros, sino también de instruir a los pilotos y al personal de mantenimiento.
— Se ha informado de que en la cumbre se podría alcanzar un acuerdo respecto al tránsito de carga militar desde Afganistán a través de Rusia, como complemento al tráfico hacia Afganistán. ¿Es así?
— Todos los países de tránsito como Kazajstán, Uzbekistán y Tadzhikistán, desde el principio firmaron un acuerdo sobre el tránsito en sentido inverso. Sólo Rusia ha permitido el tráfico en un solo sentido. En caso de ampliar el listado de mercancías que se pueden transportar, igual que respecto al tránsito inverso, es el gobierno ruso el que tiene que tomar la decisión. En general, para nosotros la clave no está en otorgar o no el permiso para un tránsito que tiene un carácter predominantemente comercial, por el que, además, el estado ruso cobraría una cantidad importante de dinero. El problema consiste en si el tránsito inverso puede ser utilizado por grupos del crimen organizado para ampliar los canales de suministro de la heroína afgana a Rusia. No podemos excluir la posibilidad de que puedan tener acceso a los contenedores, a su conformación y a la composición de los trenes. Por ello, una cuestión así sólo podría ser encarada en caso de que las instituciones rusas, la aduana y los servicios especiales tuvieran completo acceso al contenido de los contenedores.
— ¿Esta condición ya se ha expuesto ante la OTAN?
— Creo que tiene que estudiarse.
— Para la cumbre, Rusia y la OTAN tienen que elaborar un documento conjunto para valorar los riesgos y las amenazas comunes. ¿Cuáles son sus diferencias?
— La situación es la siguiente. En el listado de amenazas comunes se incluyeron cinco puntos: el terrorismo internacional, Afganistán, la piratería, la defensa de infraestructuras vitales y la no proliferación de armas de destrucción masiva, incluida la tecnología de misiles. Respecto a los cuatro primeros puntos, el documento ha sido terminado y aprobado por ambas partes, pero respecto a los misiles tenemos un problema. Antes de la cumbre, intentaremos encontrar una salida. El 10 de noviembre, en el marco del Consejo de Embajadores Rusia-OTAN, organizamos un intercambio de ideas para llegar a un acuerdo respecto al último punto, bien resolviendo las divergencias, o expresando las posiciones de las partes tal y como están. Eso también es un resultado.
— Pero, ¿dónde radica la falta de acuerdo? ¿En que la OTAN considera que Irán constituye una amenaza y Rusia no?
— La discrepancia principal consiste en que nosotros no tenemos intenciones de designar a un enemigo. Estamos radicalmente en contra de la demonización de un país en concreto y consideramos que el sistema de defensa antimisiles tiene que ser adecuado a sus objetivos. Es decir, si creemos que hay que interceptar los misiles de medio y corto alcance, tenemos que limitar la defensa antimisiles, en primer lugar, por su posición geográfica: tienen que encontrarse precisamente allí donde estén los riesgos. En segundo lugar, estos misiles no tienen que tener la capacidad de derribar misiles balísticos intercontinentales. En otras palabras, si uno quiere matar una mosca en la frente de un amigo, utiliza un periódico y no un martillo. Lo tercero es la limitación de la cantidad de este tipo de misiles interceptores. Pero aquí nos topamos con la posición de EE UU, que está completamente en contra de cualquier tipo de limitaciones.
— ¿Podrá Moscú convencer a la OTAN de la necesidad de firmar un acuerdo sobre las fuerzas de combate esenciales en Europa?
— Sólo si llegamos a separar los temas. Los negociadores estadounidenses están intentando inventar para Rusia un nuevo Protocolo de Estambul, que conllevará las correspondientes obligaciones. Antes se trataba de sacar nuestras bases militares de Georgia, las quitamos y sin embargo el resultado fue una guerra en esa región. Ahora vemos que nos intentan imponer la obligación de sacar nuestras tropas de Abjasia y Osetia del Sur como condición para el restablecimiento del régimen de control de los armamentos en Europa. Se ha inventado el principio del consentimiento de la parte receptora para situar en su territorio tropas extranjeras. En esencia, es un buen principio y lo seguimos, ya que si estamos presentes tanto en Abjazia como en Osetia del Sur es porque hemos sido invitados por la parte que reconocemos como un estado y que tiene una existencia independiente. Sin embargo, está claro que EE UU no puede estar de acuerdo y seguirá intentando imponer sus enfoques para crear un frente común en la OTAN, con el fin de imponernos la necesitad de revisar las decisiones respecto a Sujum y Tsjinval. Pero es imposible. No veo como el presidente Medvédev puede reconsiderar sus decisiones. Nadie puede imaginárselo y, por tanto, es imposible. Nos sorprende este enfoque. Y el resto de las acciones depende mucho de lo expuesto anteriormente. Si llegamos a explicar a nuestros socios que no podemos actuar de otra manera y ellos se dan cuenta de que ahí está la “línea roja”, entonces empezarán las negociaciones respecto a las fuerzas de combate esenciales. La formulación ya existe.
— ¿Espera que la cumbre ayude a alcanzar un nuevo nivel en las relaciones con la OTAN?
— Las relaciones ya están en otro nivel. La guerra de Georgia demostró muchas cosas. Demostró a los países occidentales que Rusia era capaz de tomar decisiones inmediatas para defender a sus ciudadanos, utilizando para ello una gran fuerza militar. En cierto modo, esto produjo en la OTAN una especie de estupefacción. La segunda sorpresa, para nosotros, fue la actuación de la OTAN de provocar a Georgia y luego apartarse inmediatamente a un lado. También es una lección para la Alianza, que ha entendido que respecto a Rusia difícilmente es capaz de llevar a cabo acciones consolidadas.
En la OTAN hay un grupo de países que piensan de una forma racional y se dan cuenta de que Rusia constituye una parte inalienable del espacio común de seguridad, que hay que tratar con ella y no provocarla. A este grupo de países pertenece prácticamente toda Europa occidental. Supone un anclaje político muy fuerte que va a impedir que la OTAN lleve a cabo acciones en contra de nuestros intereses. Espero que en la cumbre se tome la decisión de pasar de las negociaciones a las acciones concretas y conjuntas ahí donde coincidan nuestros intereses. Probablemente elaboremos un plan de futuro referente a la cooperación práctica.
— ¿En qué ámbitos?
— Por ejemplo, en Afganistán, donde hace poco se ha llevado a cabo una operación antidroga conjunta entre Rusia y Estados Unidos. En la OTAN esta operación ha obtenido una valoración muy positiva. Creo que también hay que encaminarse hacia las relaciones constituidas entre la OTAN y la OTSC, que van a cooperar reconociendo las zonas geográficas de influencia de ambas partes.
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