Dibujo de Bogorad
El cinco de octubre en Rusia se celebra una fiesta que, a mi parecer, debería ser una de las más importantes: el Día del Maestro.
Nuestra vida es difícil por el mero hecho de vivir en Rusia. Y no es que nos guste demasiado sufrir constantemente, aunque tampoco disgusta del todo. Lo que pasa es que no conseguimos vivir de una forma fácil, no se nos da bien. Quizá por eso sólo tengamos una fiesta indudablemente alegre: el Año Nuevo. Pero incluso ésta tiene una especie de toque histérico... Si lo pensamos bien, una de nuestras fiestas más importantes es precisamente el Día del Maestro. Sin embargo, este día no es solamente un pretexto para mostrar nuestra gratitud a los pedagogos, sino también para hablar de los problemas de nuestro sistema educativo.
Porque, en el fondo, sólo hay dos sectores cuyos profesionales influyen de una manera decisiva en cada uno de nosotros y éstos son los médicos y los maestros. Nuestra vida depende de ellos de una forma decisiva. Me gustaría subrayar aquí la palabra “decisiva”. Pero también es verdad que si, cuando confiamos nuestro organismo a un médico, nos damos cuenta de que nuestra vida está en sus manos, cuando se trata del maestro, inexplicablemente lo pensamos con mucha menos frecuencia...
Hace poco tuve que buscar un colegio nuevo para mi hijo. Desde que se pasó, el niño ha cambiado por completo. Antes llegaba a casa nervioso, como si estuviera acorralado. Ahora es un ser normal, con la cabeza bien erguida. Así que pude comprobar por propia experiencia que el colegio forma a las personas.
No he conocido a un solo padre o madre que estuvieran contentos con nuestro sistema educativo. Pero he visto a muchos padres que estaban encantados con los maestros de sus hijos, y yo mismo soy uno de ellos. El hecho de que todavía conservemos a muchos docentes que afrontan su profesión con tal dedicación es un verdadero milagro. El milagro del amor a los niños, por el cual tenemos que dar constantemente las gracias a los Maestros. Maestros con mayúscula.
A veces nos parece que el futuro de nuestro país depende, sobre todo, de los políticos. Sin embargo, son los docentes quienes más influyen en el futuro, porque los propios políticos fueron alumnos un día, y lo que son ahora es fruto, en gran medida, de los maestros que les han formado.
Y, de repente, es el propio ministro de Educación, А.А. Fúrsenko, quien dice que habría que despedir a 200.000 docentes, comentando de paso que se trataba de una mera recomendación. ¡Pero sigue siendo la recomendación de un ministro! Los motivos aducidos son económicos. Es verdad que en los años 90 hubo un bache demográfico y, según los datos del ministro, si antes por cada maestro había de 13 a 15 alumnos, hoy en día hay sólo 9 ó 10.
Me imaginé inmediatamente lo mal que me sentiría en el trabajo si algún jefazo hubiera dicho a modo de recomendación que en el país había demasiados presentadores de televisión y habría que pensar en despedir a unos cuantos. Sería natural que, cualquiera, incluido yo mismo, se dé por aludido.
A mí, personalmente, me parece que no puede haber demasiados docentes. Y si un maestro enseña a nueve niños en vez de a quince, mejor para ellos. ¡Es genial! ¡Gracias a Dios! ¡Que así sea! Es una situación que habría que mantener. Cuantos menos alumnos haya en clase, más atención reciben por parte del educador. ¿Qué hay de malo en esto?
Es sumamente difícil llevar a cabo una verdadera reforma del sistema educativo. Es un proceso largo: hoy se planta una semilla pequeñísima que tardará diez años en crecer y aún más en dar fruto. Nosotros estamos acostumbrados a reclamar resultados visibles inmediatamente, lo más rápido posible.
En vísperas del Día del Maestro, ha entrado en vigor una nueva norma según la cual la mochila de un alumno de secundaria no puede pesar más de 2 kilos. He pesado la de mi hijo que va a séptimo: 6 kilos. Después de pedirle permiso, revisé el contenido de la mochila. Quitando un paquete de chicles, que no pesa nada, no encontré en ella nada que sobre. ¿Qué hay que hacer entonces?
A los profesores les faltan muchas cosas y quizás el respeto sea la más importante de ellas. Cuando hablamos de actores y escritores conocidos, de oligarcas que tienen suerte, de políticos populares o deportistas de éxito, de todas estas personas de las que nos gusta tanto hablar, es importante que no nos olvidemos de que todas estas estrellas han sido formadas por sus maestros, que no lo habrán hecho tan mal si sus alumnos son ahora el centro de nuestras conversaciones.
En una fecha así a uno le gustaría pensar que todos los docentes son buenos. ¿Es que no se puede pensar así al menos una vez al año?
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