Foto de ITAR_TASS
¿Dónde hubiesen podido Geim y Novosyólov buscar dinero? Bueno, podrían haber probado suerte en Rosnano, un grupo dedicado a la innovación. Pero difícilmente hubiesen llegado a impresionar a los directivos con el truco de la cinta adhesiva. Esta gente quiere ver resultados. Y se da la casualidad de que, para obtenerlos, uno tiene que disponer de una buena cantidad de dinero… Es un círculo vicioso.
Hay que tener mucha suerte para poder romperlo. Para ello, Geim y Novosyólov tuvieron que irse fuera de Rusia. Y sólo después de haber obtenido un resultado serio y haber sido galardonados con un premio, han sido recordados repentinamente en su país natal. Inmediatamente después de la declaración del Comité del Premio Nobel, la dirección del centro ruso de innovaciones Skólkovo les hizo una oferta de trabajo y les ofreció la posibilidad de colaborar. Pero el problema es que, a partir de ahora, los dos investigadores tienen el trabajo garantizado de por vida y pueden permitirse el lujo de exigir y elegir entre todas las ofertas. Se trata de una competencia sana, nada de rencores personales. Por ejemplo, Andrei Geim ya ha rechazado públicamente la propuesta de Skólkovo.
Konstantin Novosyólov tiene 36 años. Muy pocas personas han obtenido el premio Nobel a esa edad. Es un caso rarísimo. Y aleccionador. Resulta que la ciencia básica puede aportar resultados útiles, y no en decenas de años sino muy rápidamente. Hay que esforzarse mucho para inventarse un argumento mejor que éste a favor de su financiación.
Antón Stepnov dirige la sección de Ciencia y Salud en la revista Russky Newsweek
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