La 'Otra' guerra del Cáucaso

Hace al menos diez años, desde el estreno en 1996 de 'El prisionero de las montañas' de Serguéi Bodrov, que los cineastas rusos no abordaban el conflicto de Chechenia con cierta sensibilidad. También es cierto que, desde entonces, hemos asistido a numerosas películas de acción excesivamente patrióticas y nacionalistas, que no han entrado a examinar, en absoluto, el impacto de la guerra en las emociones.

Resulta gratificante, por ello, ver cómo uno de los mejores directores de los últimos 20 años, Alexei Uchítel, aborda el tema, y no bajo el formato de una película de guerra, sino como drama humano. Su nueva película 'Captive' (Plenny), ha sido elogiada en festivales internacionales. Al igual que 'El prisionero de las montañas' de Bodrov, su éxito no radica en la virtud de su visión elíptica y poco entregada al conflicto en sí, sino más bien en los tres personajes de la historia, dos soldados rusos y su prisionero checheno, y en la evolución de su relación.

El filme comienza con el ataque a un convoy del ejército ruso en las montañas de Chechenia del que sólo escapan dos soldados, el francotirador Rubakha (Vyacheslav Grekunov) y su amigo Vovka (Pyotr Logachov) que, de camino a la base, capturan al rebelde checheno Dzhamal (interpretado por el actor georgiano Irakly Mtskhalaya).

El guión, de Timofei Dekin y el aclamado novelista ruso Vladimir Makanin, basado en un relato corto de este último, no deja títere con cabeza. Los comandantes son corruptos y venden armas al bando contrario. Con el objeto de evitar el intercambio de Dzhamal como rehén, y que éste conduzca a los dos rusos a intentar liberar a sus compañeros, Rubakha y Vovka atraviesan las montañas caminando junto a él. Su comunicación es lenta e intermitente, pero la relación entre ellos va cambiando y se ve amenazada seriamente en el desenlace de la película.

Lo que no vemos en la película de Uchítel es la relación homoerótica entre Rubakha y Dzhamal, que sólo se llega a insinuar, principalmente por el hecho de que el actor Mtskhalaya es muy atractivo, y el contacto visual con sus captores sugiere mucho más de lo que llegan a expresar verbalmente.

Ahí es donde se percibe la divergencia con la historia que narra Makanin, puesto que en la historia original la atracción sexual entre ambos era abierta. En una entrevista el pasado verano, el escritor parecía satisfecho con la adaptación, incluso a pesar de que en ella se había perdido lo que podría considerarse el elemento principal de su historia. Sólo podemos intuir que una adaptación fiel de la novela original, con el elemento de la guerra chechena de por medio, no habría recibido ninguna ayuda pública en Rusia.

Pero la ausencia deja en cierta forma a ‘Captive’ sin epicentro emocional. Hay acción militar y un largo trayecto a pie, y vemos elementos emocionales, pero de una forma muy reservada, casi como en un segundo plano. Aunque el filme resulta encomiable por su honestidad acerca de la corrupción en el ejército ruso, también es justo decir que no explora en profundidad la visión chechena de la guerra.

Durante sus 80 minutos, la película no pierde ritmo y los elementos visuales son impactantes, aunque no primordiales. ‘Captive’ no es la mejor película de Uchítel, pero tampoco es irrelevante. Y debemos congratularnos de que haya visto la luz.
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