Dibujo de Viktor Bogorad
Igual que la troika de caballos con la que hace un siglo y medio Nikolai Gógol comparó Rusia en su inmortal novela Almas muertas , la Rusia de hoy no llega a tener claro hacia dónde la conduce la cacareada modernización, que Dmitri Medvédev ha proclamado su objetivo principal.
Precisamente, la modernización se convirtió en el tema principal de los tres días de congreso del Club Valdai, en el que participé, con el título de “Rusia: historia y desarrollo futuro”, junto con cerca de 100 expertos y periodistas rusos y de otras nacionalidades. A la hora de resumir estas discusiones, llegué a dos conclusiones interesantes. En primer lugar, los participantes en el congreso no consiguieron formular una definición de modernización aceptable para todos. Algunos destacaron la necesidad de diversificar la economía, que depende demasiado de la exportación de petróleo, gas y otros recursos naturales. Para resolver este problema, se propuso muchas veces efectuar una reindustrialización centrada en la alta tecnología y en la innovación. Otros insistían en la necesidad de desarrollar organismos estatales, sociales y económicos ya que, según ellos, ésta sería la vía principal para aumentar la eficacia de la economía y su competitividad. Otros decían que había que centrar la atención en el fortalecimiento del potencial de recursos humanos del país. Esta infinidad de interpretaciones sobre la modernización me recordó la famosa frase del difunto miembro de la Corte Suprema de EE UU, Potter Stewart, sobre la pornografía: “No puedo formular una definición exacta, pero cuando la vea, la reconoceré”.
La segunda observación es que las valoraciones de los rusos sobre la modernización y sus perspectivas fueron, en general, mucho más duras que las de los extranjeros. Al contrario de lo que solía suceder en las anteriores reuniones del Club de Valdai (ésta fue la séptima), en las que los representantes de otras naciones, sobre todo de EE UU y Europa, eran mucho más duros en sus opiniones sobre el nivel de desarrollo de Rusia, su política y economía, que los propios rusos. Posiblemente, esto se deba a que esta vez el grupo de representantes rusos era más heterogéneo. Es evidente que los ciudadanos rusos esperan los resultados de la modernización con mucha más impaciencia que los observadores de otros países.
A mí no deja de sorprenderme el nivel de desarrollo que ha alcanzado este país desde que lo conocí, en 1979. Ahora participa mucho más activamente en los procesos internacionales y se ha abierto al mundo exterior y a sus influencias. El número de ciudadanos rusos con un nivel de vida relativamente alto ha crecido considerablemente: al menos, es más alto ahora que en cualquier otra época. Los mecanismos de distribución de los recursos han ganado en eficacia y reaccionan mejor al comportamiento del mercado y a la fluctuación de los precios.
Muchos relacionan el proceso de modernización de la economía con su diversificación, es decir, con la superación de su dependencia de la exportación de los recursos energéticos y otros recursos naturales. Sin duda, esta dependencia hace que Rusia sea vulnerable a las fluctuaciones de los precios de las materias primas y, sobre todo, de la energía. Esta misma dependencia también ralentiza el proceso de desarrollo democrático y la formación de instituciones políticas, favoreciendo el aumento de la corrupción. Pero no podemos negar que los recursos energéticos y las materias primas seguirán siendo el as en la manga de Rusia, al menos, hasta mediados de este siglo.
Pocos pueden dudar de que la modernización se esté produciendo aunque, posiblemente, no a la velocidad que hubiera deseado la élite política. La dependencia de los recursos energéticos no es tan mala como algunos piensan. Imagínese que Rusia no tuviera la suerte de contar con recursos naturales. ¿Sería más moderna por ello? Lo único que podemos decir a ciencia cierta es que sería mucho más pobre.
Director del Programa de Rusia y Eurasia en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington.
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