La Historia
“Yo soy la tercera generación de Bravo embajadores en Moscú. Primero fue mi abuelo, don Federico Cantoni. Fue el primer embajador que tuvo la Argentina en la Unión Soviética, después de la Segunda Guerra Mundial”.
Leopoldo Alfredo Bravo, actual embajador argentino en Rusia, comienza a desgranar una historia familiar vinculada con Rusia desde 1947. En los 125 años de relaciones entre ambos países, más de la mitad corresponde al trabajo diplomático de “los Bravo”. Ahora, desde su casa sanjuanina, al píe de la pre-cordillera, el heredero y continuador de esta saga, habla con “RUSIA HOY”.
“El general Juan Perón pensó en las características de Don Federico, un socialista de su época. Como gobernador de San Juan promulgó una constitución muy progresista para la provincia. El justicialismo se vanagloria de haber otorgado el voto a la mujer pero la verdad es que primero fue nuestro partido Bloquista que, en 1927, introdujo en la constitución provincial el voto a la mujer, el salario mínimo, vital y móvil, las ocho horas de trabajo. Todo lo que después Perón recogió y se animó a incorporar en la constitución nacional de 1949”.
El embajador Leopoldo Bravo sostiene
que la Argentina y Rusia deben cooperar mucho más.
El bloquismo es un tradicional partido sanjuanino, creado por los Cantoni y continuado por los Bravo. En la actualidad está aliado con el justicialismo provincial y es posible que conformen una fórmula única para las elecciones a gobernador del próximo año.
“Mi abuelo, don Federico, estuvo sólo dos años como embajador –continúa Bravo-. Como buen socialista era bastante revoltoso y no le gustaron mucho esa seriedad, esa dureza con que los rusos llevaban adelante su comunismo. A los dos años se volvió para la Argentina pero en el medio ya lo había convocado a mi papá, a su hijo Leopoldo, recién recibido de abogado. Mi padre era un hombre con características diferentes, más tranquilo, más asentado, sin ser socialista como su padre. Yo siempre digo que uno encuentra la horma de su zapato: una forma de vida, un mundo, un lugar, un país. Él la encontró en Rusia. Estaba muy cómodo en Moscú. Hizo buenos amigos rusos, con dirigentes del Estado y del partido en una época en que era muy difícil para los extranjeros entablar esas amistades. Él conoció a Stalin. No puedo decir que haya sido su amigo pero por lo menos tuvo esa entrevista soñada por todos los diplomáticos en Moscú, y otros encuentros sobre los que nunca dio detalles. En esos momentos hablar con Stalin era como hacerlo con Roosevelt o con Churchill. Era uno de los hombres más poderosos, más influyentes y más importantes del mundo”.
Bravo enseña el texto que reproduce el artículo del “Pravda” del 8 de febrero de 1953, que reseña la audiencia concedida a su padre por Stalin, y la que el embajador la define como “muy importante”, ya que el entonces líder soviético prácticamente no recibía a diplomáticos. El encuentro despertó una verdadera conmoción internacional y la noticia fue reproducida y comentada por los principales medios periodísticos mundiales. “Stalin –apunta Bravo- no escribía nunca artículos en los diarios y entonces, para encontrar su pensamiento, su visión de la política, de la vida, del mundo, había que leer los comentarios del ‘Pravda’ cuando él sostenía alguna entrevista con alguna personalidad rusa o extranjera”. Por lo general, esos comentarios eran escritos o corregidos por el propio Stalin.
“Mi padre siempre contaba que esa reunión no se le iba a borrar nunca porque fue la más importante de su vida. Aunque él siempre me dijo que tuvo dos reuniones con Stalin. La segunda fue una cena en la dacha del generalísimo donde, según distintas versiones, estuvieron presentes altos dirigentes del gobierno soviético. Pero yo de la cena no sé nada. Nunca me contó nada sobre la cena. Sí me contó sobre la primera, que fue muy interesante. Tuvo que entrar al Kremlin por una puerta determinada, caminar por largos corredores y subir por grandes escaleras. Él me decía que era tan grande el edificio y hecho tan a propósito para demostrar el poderío del estado sobre una persona que a medida que lo iban mandando por los pasillos a la derecha o a la izquierda se veía cada vez más chiquitito. Cuando se abrió la puerta del despacho, Stalin estaba detrás de su escritorio, a unos quince metros de la puerta. ‘Ahí yo me sentí un enano –me dijo- aunque Stalin no era tan alto porque a medida que se iba acercando yo veía que la imagen se emparejaba pero de todas formas seguía viéndolo como un gigante’. Luego conversaron de varias cosas, del convenio comercial, de México, de cómo veía Stalin América Latina. En la nota del ‘Pravda’ se cita a Stalin que advertía que América Latina tenía que unirse si no en cincuenta años iba a ser muy dependiente de los Estados Unidos. No disentía en nada con este otro líder en Sudamérica que era el General Perón, quien le recordaba a América Latina que ‘el año 2000 nos verá unidos o dominados’.
“Hablaron del tema comercial, de firmar el convenio correspondiente. Stalin nos ofrecía todo el equipamiento para el uso petrolero ya que en ese momento nosotros estábamos en expansión con YPF y queríamos también sacar nuestro petróleo. Así que venía muy bien el esquema comercial.
“Y dentro del esquema político, Stalin no sólo estaba interesado por Perón sino también por Evita. Preguntó dos o tres veces que cómo era Evita. Cómo era que siendo una mujer tan joven se manejara tan bien y que el pueblo la quisiera tanto. Preguntó mucho por ella.
“Yo me imagino el cuadro. Los medios de difusión no eran como los de ahora. Uno tenía alguna idea, llegaba alguna noticia y había que imaginarse más o menos la cosa. Ahora a uno le dan tan deglutido todo: la imagen, la figura, el gobierno. Hablan de un gobernante de Alemania, de Inglaterra, de Rusia y es como, no sé, es como si se les abriera la casa. Inmediatamente hablan de la mujer, de la familia, de los hijos. No hay forma de escaparse a algo que ya no es tarea periodística. Así que en aquella época, las embajadas eran las que daban la información seria y cierta de los países.
“Entonces, en medio de la conversación, Stalin le pregunta: ‘Embajador, ¿qué le parece la Unión Soviética?’. Y mi padre contesta, con la imprudencia de la juventud, ‘Mire, le dice, no puedo conocer nada. Nosotros no tenemos ni residencia. Estamos parando en el Hotel ‘Nacional’. Yo voy del Nacional a la oficina y de la oficina al Nacional. No puedo conocer nada. Me tienen en ese circuito’. ‘¿Cómo que no puede conocer nada? –se asombró Stalin- Yo le voy a poner un avión. Quiero que usted recorra toda la Unión Soviética porque me interesa la opinión de un extranjero joven que me cuente, cuando vuelva, cómo ve la situación, cómo ve los pueblos”.
“Pero se murió Stalin, al poco tiempo. Por eso fue muy importante porque fue el último y uno de los pocos embajadores que recibió. Y fue el último que lo vio vivo…”
Durante todos los largos años que don Leopoldo vivió en la Unión Soviética, recuerda su hijo, “tuvo amigos muy importantes para la época. El trato de Stalin con ese joven diplomático hizo que se le abrieran puertas que para otros estaban vedadas”. Por ejemplo, ser invitado a las “dachas” de los más encumbrados dirigentes soviéticos. “(Viacheslav) Molotov era el canciller de Stalin y con él hay varias historias interesantes. Como por ejemplo recordar que le ha remado a Don Leopoldo en un botecito por el río Moscú. Debe andar por ahí una foto de un diario italiano, grande la foto… No sólo estaba mi padre en ese botecito por el río Moscú, sino también la esposa del embajador de Indonesia… Todo muy romántico… Pero no era un gondolieri el que remaba, sino Mólotov”.
Uno de los amigos importantes del primer embajador Bravo fue Andréi Gromyko. “Un gran canciller durante muchos años”, recuerda el Bravo actual. “Gromyko era un hombre joven, tenía la misma edad que mi padre. Esa amistad se mantuvo con el tiempo. A través de él mi padre pudo conocer mucha gente importante en Moscú. Tener contactos que, creo, les sirvieron luego a la Argentina y a Rusia. En esas relaciones siempre hubo incógnitas. Algunas de esas cosas puedo contarlas. Otras no. Pero todas ellas llaman la atención. Las relaciones entre la Unión Soviética la Argentina, pese a las diferencias ideológicas, nunca fueron malas. Uno por ahí se pregunta cómo se logró ese equilibrio. Cuando se le hacían a la Unión Soviética esos boicots occidentales lógicamente encabezados por los Estados Unidos, era la Argentina la que los rompía. En momentos en que a la Unión Soviética no se le vendía granos, carne o alimentos, era la Argentina la que lo hacía. Pese a que era ‘occidental’, con gobiernos militares a veces, en la otra vereda ideológica, totalmente separada del pensamiento y del sentido de los soviéticos. Algo especial hubo por lo que hemos mantenido esas muy buenas relaciones. Yo creo que mi padre tuvo que ver en la determinación de este curso. Pero como tanto mi padre como toda su gente han sido muy reservados, yo mentiría si dijera que conozco esto en profundidad. Aunque, como me gusta mucho la política y él era mi padre, podía distinguir algunas cosas. Me daba cuenta de que existía una relación muy estrecha entre mi padre embajador y la dirigencia soviética. Más tarde entre mi casa en Buenos Aires y la embajada rusa. A mi padre lo han querido mucho en aquel país. Esa relación se mantuvo gracias al servicio exterior soviético porque, cuando se tocaba el tema de las relaciones con la Argentina, siempre aparecían y funcionaban los vínculos con nuestra familia.
“Puede haber incidido para que Rusia tomara a la Argentina como punto de apoyo en América Latina. Claro está que la relación con mi padre era importante pero yo creo que más que nada tenía mucho que ver la figura del General Perón. Perón era líder en un continente o en un subcontinente donde el pensamiento que podíamos tener en ese momento de la Europa Oriental estaba dominado por los Estados Unidos en su mentalidad, en su forma de ver la política y todo el resto. Y sin embargo aparece este coronel hablando de la patria libre, justa y soberana, de la tercera posición. No era pelearse con Estados Unidos ni mucho menos pero sí marcar algunos puntos de diferencia en algunas cosas y fundamentalmente en el tema de la independencia. Los rusos vieron que existía una posibilidad de penetrar en la región, en ese juego de intereses entre los dos países más importantes del mundo. La Unión Soviética vio en la Argentina un país que podía ser amistoso para su política, para su comercio y una puerta de entrada. Además, existía un embajador como don Leopoldo con los contactos como los que tenían con él y a través de él con algunos otros políticos importantes de la Argentina. Yo he visto a José Ber Gelbard entrar en mi casa varias veces, por ejemplo, quien también tenía una excelente relación con la Unión Soviética. Como ministro de Economía fue quien suscribió el convenio comercial con Rusia en el 74.
“Yo, claro, sólo puedo contar las historias de la diplomacia. Porque tampoco soy quién para venir a violar secretos de Estado sobre la tumba de mi padre, quien no ha contado nunca nada extraoficial. Pero había una muy buena relación. Eso se demuestra, por ejemplo, en la rapidez con que Moscú dio el placet para embajador. Así fue con don Leopoldo, con mi tío Federico y para mí. Aunque cuando yo llegué como embajador las relaciones ya eran con otro país, con otra situación económica, política e institucional. Tuve la suerte de conocer la Unión Soviética con el mejor rango diplomático que es ser hijo de embajador. Y luego como embajador conocí la Federación Rusa.
“Yo he sabido distinguir muy bien estas relaciones especiales que construyó mi padre. Conozco muy bien la historia de nuestra dacha en Serebrianny Bor. Es un clarísimo ejemplo de las distinciones que Stalin y la más alta dirección soviética le hicieron a mi padre.
“Cuando vuelve de ese paseo por la Unión Soviética que le brinda Stalin, lo llama Gromyko y le dice: ‘Mirá, Leopoldo, venite que te tengo que dar una sorpresa’. Y cuando se ven le dice que Stalin dispuso que le entregaran ‘una casita de campo, en el lugar más bonito de Moscú, es en una islita que tenemos cerca’. En ese momento no había el tránsito actual, que es matador. La cuestión es que por orden del Mariscal Stalin tenemos la dacha esa para nuestro país. Yo le hice poner una plaquita en conmemoración del episodio. Es un lugar que hemos defendido mucho porque es muy importante para nosotros: reuniones con otros embajadores, recepciones, encuentros con gente importante argentina, asados que tanto le gustan a argentinos como rusos… Realmente nos ha servido como un lugar de sosiego y además como una representación diplomática espectacular. Muy pocos países tienen dacha. Me parece que Estados Unidos y Francia. Algunos, con muy mala visión política, la han devuelto.
“No hay papeles entre el gobierno de Rusia y el argentino sobre la tenencia de la dacha. Pero en esa época la palabra de Stalin valía más que un papel firmado. Durante años hemos tenido ese lugar sin discusión alguna. Cuando la Federación Rusa se hizo cargo, firmamos un contrato pero el pago del alquiler es prácticamente honorario, casi nada, en un lugar excepcional. Yo supongo que los buenos vínculos que mantenemos con Rusia nos van a ayudar a mantener también la dacha”.
Leer más —>>
La realidad
Aunque el embajador Bravo permanece en San Juan por prescripción médica, su preocupación central sigue siendo la profundización de ese lazo con Rusia. Por eso es que comienza a enumerar los puntos básicos de esa tarea.
“La actividad económica entre nuestros países tienen que fortalecerse –enfatiza-. En especial luego de las visitas de la presidenta Cristina a Rusia en diciembre de 2008 y del presidente Medviédiev a la Argentina en abril de este año. Nosotros no estamos en un nivel comercial que represente realmente la importancia de las relaciones entre los dos países. Por varias razones. Argentina acompañó la caída de la Unión Soviética con una crisis económica grande y un bajón productivo muy importante. En los últimos años de la Unión Soviética llegamos a venderles más de 2.000 millones de dólares. Durante la presidencia del doctor Alfonsín la cifra bajó a casi 800 millones pero después comenzó a subir aunque muy lentamente y siguiendo estas oscilaciones cíclicas. La razón principal es que nosotros seguimos vendiendo productos con bajo valor agregado y Rusia nos vende algunos pocos insumos o productos industriales. De hecho muy importantes pero por unidades como, por ejemplo, las turbinas de los diques que tenemos en la Argentina, tanto las de los ríos de llanura como de montaña. A lo largo de más de treinta años demostraron una seguridad total, son nobles, no se rompen, han trabajado perfectamente. No tenemos ningún problema. El 30% de la energía que produce la República Argentina está generado por turbinas rusas. Provistas por una gran empresa que en la época soviética era estatal y ahora está privatizada pero con un manejo muy importante del Estado: la ex ‘Energomachexport’, ahora ‘Power Machines’.
Recuerda que hubo “distintos intentos en transporte, energía, en la investigación espacial. Nosotros firmamos esos convenios pero después no avanzamos. Y aunque en los últimos tiempos estamos volviendo a los dos mil millones de dólares que tuvimos en nuestro intercambio comercial hace algunas décadas, no alcanza. Firmamos convenios aero-comerciales, para el estudio del espacio, convenios por los que nuestro INVAP puede poner satélites en órbita con ayuda de lanzaderas rusas, y no terminamos de llevarlos a cabo”.
Bravo advierte que “el valor agregado en el comercio entre ambos países se basa más que nada en productos primarios. Durante todos estos años pude ver muchos prejuicios políticos para avanzar. Somos muy amigos pero no pegamos el salto. Yo siempre me comparo con Brasil. Claro, Brasil es un país que tiene 200 millones de habitantes, que tiene una gran riqueza, una potente industria. Es lógico. No pienso en estar por arriba de Brasil, pero por lo menos estar cerca. Y yo veo que nosotros vamos cerca en todo lo que sea cuestiones agrícolas, hasta que llega el momento, un día determinado, que me entero en la embajada, a través de la agregaduría comercial, que los brasileros de golpe pasan a cuatro mil millones. Veníamos parejos: 2.000 ellos, 1.500 nosotros. Y de golpe esto. ¿Qué pasó? Lo que ocurrió es que se pusieron de acuerdo la ‘Sujoy’ rusa con la ‘Embraer’ brasileña y comenzaron a fabricar aviones en conjunto, van y vienen y ahí nos han sacado mil millones de dólares de diferencia. ¿Cuántos melones sanjuaninos tengo que vender yo para recuperar esos mil millones de ventaja?
“Somos países con economías muy complementarias y con ciertas probabilidades de ejercer esa complementariedad. Cuando el rally “Dakar” pasó por San Juan, este año, conversé con un representante ruso de la empresa “KAMAZ”, cuyos camiones son espectaculares. Cuando vinieron por San Juan, porque por aquí pasó el rally “Dakar”. Los “KAMAZ” ganaron todas las etapas porque son unos camiones bárbaros. Yo le decía a este ruso que no les faltaba nada para comercializar los camiones aquí. Tienen camiones, tienen la propaganda gratis, tienen la carrera que ganan siempre. La gente ya sabe que son unos camionazos. Vamos a armar una estructura para aprovechar comercialmente lo que hacen tan bien en la fábrica. Inclusive pueden traer los camiones a alguna de nuestras zonas francas, los ensamblan aquí o no y nacionalizan sólo aquellos que se venden en la Argentina. El resto se puede exportar a los países del MERCOSUR dentro del marco de desgravación aduanera”.
El embajador adelanta una explicación para estas falencias en las relaciones bilaterales y propone una variante para solucionarlas. “Hay algo –dice- que es ya un sedimento cultural en los rusos. Vivieron durante tantos años en un sistema cerrado que se han olvidado de comercializar. Son grandes inventores. Sus inventos son fantásticos pero después no los llevan a la práctica comercial. En eso tienen que aprender. Nosotros podemos ser el soporte para esa tarea. La Argentina puede ser el punto de entrada a través del MERCOSUR para el resto de los países de la región. Les ofrecemos seguridad jurídica y trabajo conjunto. No lo harían solamente con nosotros, sino con todos los demás países. Las empresas rusas pueden estar perfectamente asentadas en la Argentina y desde aquí venderles a los chilenos, a los brasileños, a los bolivianos, a los paraguayos, a los uruguayos. Este es un camino comercial que les falta recorrer a los amigos rusos. Tienen una gran inventiva. Lo inventan todo. Pero lo que inventan lo guardan en el cajón en vez de venderlo. Por eso, que sigan inventando y nos traigan el invento terminado, listo. Nosotros podemos perfectamente decirles cómo se comercializa. Cómo sacarle plata a su gran riqueza intelectual”.
En este sentido, Bravo destaca lo que para él es una ventaja con respecto al resto de los países latinoamericanos. “Nuestra sociedad –dice- se formó con gente que se bajaba de los barcos. Muchos millones de inmigrantes europeos. Entre ellos, miles de rusos, ucranianos o bielorrusos. Conformaban una inmigración que en su mayoría tenía un muy buen nivel cultural. La gente venía algunos corridos por el hambre y otros por persecuciones políticas o religiosas. Era gente que había estudiado, profesionales que no tenían posibilidad de aplicar sus conocimientos por cuestiones políticas o de discriminación. Para nosotros, para la Argentina, esto se convirtió en una bendición de Dios. Toda esa gente, nuestros antepasados, fue la que formó el país. Una nacionalidad argentina que todavía se sigue amasando y no la tenemos aún terminada.
“Por eso yo estoy convencido de que la Argentina está abierta, tiene las posibilidades, tiene los genes y podemos entender a los rusos. Además, el argentino es vivo, es muy capaz. Por eso insisto en que los rusos inventen y nosotros vendamos el invento”.
Bravo se entusiasma con estos temas. Pero su análisis no se detiene solamente en el plano de las relaciones económicas puras. Pide que ellas se abran y se amplíen mucho más. “Por ejemplo –señala- en el tema del turismo. Tenemos que lograr que la Argentina sea más conocida en Rusia y Rusia en la Argentina. Debemos relanzar el esquema de los vuelos directos, interrumpidos hace ya varios años. Voy a entrevistarme con el presidente de Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde, para reiniciar las tratativas con Aeroflot y volver a tener el tradicional vuelo semanal entre Buenos Aires y Moscú. Una vez que logremos eso, inauguradas las respectivas oficinas de las dos compañías e interesados los operadores turísticos, a mí me parece que estos dos grandes países tienen mucho para ofrecer. Turismo de aventura y turismo extremo. Excursiones para pescar y cazar, visitas a ciudades milenarias y paisajes únicos. Festividades originales, coloridas e irrepetibles. Uno visita San Petersburgo y se cae de espaldas por la belleza de esa ciudad. La Argentina también tiene qué mostrar. Tenemos un mar maravilloso y una majestuosa cordillera. En ambos países hay motivos suficientes para la atracción turística. En San Juan, por ejemplo, tenemos el mejor vino del mundo…” sonríe el embajador, que ha trabajado mucho para imponer el vino sanjuanino en Rusia.
Leer más —>>
Cultura y política
Bravo apunta al fortalecimiento de las relaciones políticas y culturales. Al fortalecimiento del intercambio informativo. “Soy muy consciente –dice- de que en la Argentina no terminamos de conocer bien a los líderes y personalidades rusos. Pero esto vale tanto para uno como para otro lado. Tenemos que conocernos más. Este tipo de proyectos comunicacionales, como ‘Rusia Hoy’ va a causar un buen efecto. El canal en español de “Russia Today” también, a poco que se estabilice y pueda ser visto en los televisores y no sólo por internet. Se trata de medios de conocimiento y de conexión en temas culturales, deportivos, de turismo, por supuesto de exposición de la visión política y económica que tienen ambos países. La distancia geográfica que nos separa es muy grande pero puede ser superada por este medio”.
Recuerda que, cuando él llegó a Rusia como agregado financiero, poco antes de asumir la embajada, “los canales de televisión rusa daban telenovelas argentinas y veía cómo las señoras rusas se prendían al televisor. Yo creo que es más fácil llevar a la gente al conocimiento por el divertimento. La gente mira ese tipo de programas y le llama la atención esas imágenes que ve, observa cómo son las cosas, cómo es la gente, el movimiento en las calles. Va comprendiendo el país. A mí me pasó con Rusia. Yo tenía una idea preconcebida de ella que después la fui cambiando. Uno comenta ‘mirá qué linda la gente, qué parque hermoso, mirá la ropa que usan, en invierno está todo blanco y en verano todo verde. ¿Y cómo hacen para vivir así?’. Cosas en las que se detiene nuestra atención. Eso es importante y entre nuestros países casi no lo hemos tenido. Yo voy a cualquier ciudad de los Estados Unidos y nada me asombra porque ya lo vi por la televisión o en el cine. O lo leí en revistas. Ya la conozco. Esto ha sido un muy buen recurso por parte de los norteamericanos. Nos han metido su cultura, su forma de ser. Rusia es un gran país, es una potencia, un estado rico, así que yo creo que la responsabilidad primaria de darse a conocer es de ella, que tiene los recursos. Nosotros, los argentinos, tendremos que afrontar la misma tarea”.
En suma, Bravo apunta al fortalecimiento de la cooperación e interacción cultural y señala como uno de sus objetivos la reanudación del intercambio de estudiantes, profesores y profesionales. “Algo que también se firmó ya en la época de la Unión Soviética –advierte-. Uno creía que las universidades argentinas se iban a inundar con estudiantes rusos y los centros de enseñanza superior rusos con estudiantes argentinos. Pero eso no ocurrió. Yo le asigno la principal responsabilidad por esto a la dirigencia soviética, por su forma tan cerrada de trabajar, y a la incidencia ideológica generada por la contraposición de los dos sistemas. Y sin embargo, había muchos argentinos estudiando en las universidades e institutos superiores soviéticos. Muchos más que rusos en la Argentina.
“Pero ahora, que los dos países son abiertos, que se discute, que se puede salir y entrar libremente y cuando hemos firmado un convenio que suprime el régimen de visado, un paso importantísimo para adelante, tenemos que aprovechar para concretar aquel objetivo del intercambio. Tenemos que mandar estudiantes argentinos a Rusia y tienen que venir estudiantes rusos a la Argentina. No necesitamos ya mantener aquellos antiguos prejuicios políticos. Fueron muchos los que durante largos años frenaron este desarrollo”.
Bravo recordó que la liberación del régimen de visado ya ha sido acordada por Rusia también con el Brasil y con Venezuela y están en tratativas Chile y Uruguay. “Se va a dar también con otros países más chiquitos –aclara- pero que tienen mucho interés desde el punto de vista turístico, como los países del Caribe y de Centroamérica. Ahora que Rusia vive en democracia y se ha abierto al mundo del mismo modo que el mundo se abrió a Rusia, tiene que actuar como la potencia mundial que es”.
En los últimos tiempos, anota el embajador, se asiste a una revitalización de las relaciones rusas con los países latinoamericanos, algo en lo que todavía la Argentina no se destaca. “Brasil –observa Bravo- nos ha sacado un cuerpo de ventaja con esta realidad que es el BRIC, insertándose en esa poderosa sociedad que, al fin y al cabo, será la que manejará el futuro mundial. Sin embargo, como decía recién, nosotros los argentinos tenemos toda una expertise con Rusia, un know hown que seguro que los brasileños no tienen. Pero, para incluirnos allí tenemos que saber dónde estamos parados. Dejarnos ya de discutir con Brasil sobre primacías. Nosotros tenemos que reconocer que, aunque somos un país grande e importante, Brasil es otra dimensión. Tenemos dos millones de kilómetros cuadrados y ellos tienen ocho. Nuestra población puede estar en unos 40 millones de habitantes y la del Brasil ya tiene 200 millones. ¡Mire qué mercado interno tienen los brasileros para producir cosas y luego venderlas en los mercados internacionales! Nosotros tenemos que ser para los brasileros como es Canadá para los Estados Unidos. En este MERCOSUR la Argentina debe ocupar el lugar donde se concentra la inteligencia, la capacidad y la seriedad y, además de integrar a los socios pequeños en emprendimientos comunes, lograr trabajar en forma conjunta con los brasileros. Acompañarlos y ayudarlos en donde ellos puedan ser representantes de Sudamérica. En el caso concreto de Rusia, campo en el que nosotros tenemos más conocimientos y más contactos, podemos ser la cabeza de león y quienes empujan el desarrollo de las relaciones interregionales. El BRIC es una realidad mundial y los norteamericanos deben preocuparse por la gestión de sus integrantes porque la economía global, nos guste o no, va a nivelar en ese sentido. Además de China y la India, dos jugadores mayores, Brasil y Rusia son muy semejantes en su potencialidad. Cuando uno cuenta esos países en conjunto, concluye que se trata de medio mundo. No se puede discutir esa realidad. Nosotros tenemos la suerte de haber sido los primeros en concretar este acuerdo regional entre los países sudamericanos. Trabajar, comprar o vender en forma conjunta, lo que le convenga a los miembros del MERCOSUR. Desde luego, lo que compramos afuera podemos venderlo en todos estos países como en un solo mercado. Esto es muy importante. Creo que ahí hay una gran ventaja para la Argentina.
“Por eso estoy convencido de que no se trata de ceder posiciones en Rusia ante Brasil sino que, por el contrario, hay que acordar con los brasileros para conformar la mejor plataforma conjunta de entrada a ese país.
“Hay algunos temas centrales políticos entre la Argentina y Rusia que pueden apuntalar esta ventajosa posición. Por ejemplo, la renovación del Tratado Antártico o la cuestión del agua potable. Nosotros podemos tener con Rusia una plataforma común en este sentido. Por lo menos, de común preocupación. En la próxima reunión del Tratado, en junio de 2011 en Buenos Aires, muchos se van a venir con todo y nosotros vamos a tener que defender duramente nuestra posición en la Antártida, así como los rusos van a tener que hacerlo en el Ártico. En ambos casos, los argumentos de defensa son realmente idénticos. En cuanto al agua potable, son pocos los países que la tienen. Nosotros con Rusia, justamente, poseemos la mayor reserva en el mundo. Sobrevendrá un momento en donde los países se pelearán por el agua. El recurso es escaso y cuando uno no toma agua se muere. Tanto Rusia como la Argentina son países que, en relación con sus territorios, tienen pocos habitantes. Van a venir por nosotros. Deberemos defender nuestra riqueza con argumentos jurídicos y políticos muy sólidos. Creo que ya, de inmediato, los estudiosos, los conocedores del tema en los dos países, deben reunirse y trabajar para fijar una postura común porque los argumentos de defensa de nuestros recursos tienen que ser generales. Los que sirvan para un país servirán para el otro. Sin duda. Rusia y la Argentina deben fijar una política común de defensa de nuestras riquezas.
“Pese a la distancia –finaliza Bravo- y pese a la diferencia idiomática, tenemos un futuro económico, político y cultural común. Son muchas las cosas que nos unen a Rusia, mucho más de lo que creemos”.
Leer más —>>
Todos los derechos reservados por Rossíiskaia Gazeta.