¿Hay vida sin agua?

El Secretario del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa, Nikolai Pátrushev, ha declarado al corresponsal de RG que, en un futuro próximo, el agua puede convertirse en un recurso estratégico
Los analistas se plantean muy en serio la posibilidad de que surjan en el futuro guerras y conflictos relacionados con el agua. El cambio climático ha hecho aparecer un nuevo término: la seguridad hídrica. Y es que cada vez son más extensos los territorios afectados por una sequía permanente.

El creciente déficit de fuentes de agua potable ha causado la aparición de un fenómeno peligroso: la migración de la población en busca de agua. En tan solo un año, más de 20 millones de personas abandonaron sus casas establecidas en regiones desprovistas de agua. Los vecinos más próximos a la frontera sur rusa ya están experimentando la escasez de recursos hídricos. ¿Qué amenaza plantea para Rusia el problema global de la escasez del agua? El Consejo de Seguridad de la Federación Rusa ha estudiado todos los aspectos de esta amenaza estratégica con ayuda de los investigadores más destacados del país.

Según los datos de la ONU, alrededor de 700 millones de personas en 43 países viven constantemente en condiciones de “estrés hídrico”. Aproximadamente, una sexta parte de la población de la Tierra no tiene acceso a agua potable y, un tercio, a agua para uso doméstico.

En 2009, la cantidad de refugiados procedentes de las regiones más secas del mundo, siempre según los datos de la ONU, superó en varias veces al número de personas que habían abandonado su lugar de residencia huyendo de conflictos armados.

Aunque hoy en día se considera que la seguridad energética es uno de los problemas mundiales más importantes, en las actuales condiciones de cambio climático, la seguridad hídrica pronto pasará a ocupar el primer plano. La comunidad internacional interpreta la seguridad hídrica como una distribución del agua y de los productos que conllevan un uso intensivo de la misma de forma que no derive en una amenaza a la estabilidad mundial, en lo que se refiere a guerras por el agua, terrorismo hídrico, etc.

“Puedo aducir numerosos ejemplos de situaciones en las que la escasez de agua causó conflictos armados e incluso guerras entre estados colindantes”, declaró al corresponsal de RG el secretario del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa, Nikolai Pátrushev. “Durante los últimos 10 años, los conflictos y las crisis relacionadas con el agua se están agravando en unos 46 países donde viven 2.700 millones de personas. Las regiones más conflictivas en este sentido son Oriente Próximo, Oriente Medio, Asia Central y África del Norte”.

¿Cómo se tiene que comportar Rusia en esta situación para no desperdiciar sus recursos y, al mismo tiempo, mantener buenas relaciones con sus vecinos? El Consejo de Seguridad de la Federación Rusa ha estudiado todas estas espinosas cuestiones.

Según el pronóstico de científicos rusos, entre 2035 y 2045, el volumen de agua dulce que consuma la humanidad será equivalente a los recursos disponibles. Sin embargo, la crisis mundial de agua puede empezar incluso antes, dado que los principales recursos hídricos están concentrados en unos pocos países. Entre éstos se encuentran Brasil, Canadá y, por supuesto, Rusia. Es lógico que estos países no utilicen toda su agua, ni siquiera en 2045, ya que sus recursos son inmensos. Pero para otros muchos países, el problema de la escasez del agua puede empezar a plantearse ya.

Ya que Rusia tiene tanta agua, en concreto, una quinta parte de los recursos mundiales de agua potable, puede parecer que hay suficiente para las futuras generaciones y que ésta no se va a acabar nunca. Es decir, que es infinita.
No obstante, en Rusia existe un gran problema que no tiene que ver con los recursos hídricos en sí, sino con su utilización. En el documento Estrategia de Seguridad Nacional hasta el año 2020, se menciona la falta de recursos hídricos. Según Nikolai Pátrushev, en 2009 sólo el 38% de los núcleos de población rusos estaban abastecidos con agua potable que cumpliera con los requisitos de seguridad, y el 9% recibe agua potable de una calidad inaceptable. Además, por si fuera poco, en más de la mitad de las ciudades y de los pueblos el agua que se consume nunca ha sido analizada y nadie sabe hasta qué punto es perjudicial para la salud.

El estado del sistema de irrigación también despierta una gran preocupación. La superficie de tierras de riego en Rusia constituye sólo 4,5 millones de hectáreas, pero la eficacia en la utilización de los recursos hídricos es 2-3 veces inferior a la de los países industrialmente desarrollados. Todo ello demuestra que la utilización de los recursos hídricos es muy poco racional y existe una necesidad inminente de modificar la política estatal para lograr un mejor aprovechamiento de los terrenos agrícolas.

Para resolver estos y otros muchos problemas relacionados con la utilización del agua, se ha elaborado la Estrategia Hídrica Nacional hasta 2020. Según el secretario del Consejo de Seguridad, el plan facilitará que las pérdidas no productivas de agua se reduzcan a la mitad. La racionalización en el uso del agua, incluida la reducción de pérdidas por la implantación de tecnologías de ahorro y la reconstrucción de los sistemas de suministro, podría ayudar a ahorrar unos 20.000 millones de rublos anuales en consumo de energía.

Rusia puede convertirse en un actor crucial en el comercio del agua. Por ejemplo, hay propuestas para resolver la creciente crisis del agua en Asia Central para construir un canal que llevaría el agua desde Siberia. Pero no se han presentado argumentos serios a favor de este proyecto, precisó Pátrushev. Tal y como señalan los especialistas, tampoco se ha calculado su viabilidad económica, incluida la capacidad de los países de la región para pagar por el agua rusa un precio razonable. Asimismo, los científicos afirman que la extracción de tan solo un 5-7 % de agua del río Obi podría destruir el ecosistema de la región, incluida la pesca, y deteriorar el clima en grandes territorios del país. Podría cambiar el equilibrio térmico de la zona rusa del Ártico, lo que causaría un cambio climático en amplios territorios, el deterioro de los ecosistemas de la región del Obi y la pérdida de miles de kilómetros cuadrados de tierras fértiles situadas detrás de los Urales. El daño ecológico sufrido en este caso podría representar miles de millones de dólares.

La creciente escasez del agua hace surgir otros proyectos que, de momento, parecen de ciencia ficción. Entre ellos, la construcción de tuberías para el agua del estilo de los oleoductos. Sin embargo, tal y como afirma el director del Instituto de Problemas del Agua de la Academia Rusa de Ciencias, Víktor Danílov-Danilián, una de las causas por las cuales no se puede vender el agua con el mismo sistema que el petróleo es que los gastos de transporte serían demasiado altos. La otra razón reside en la diferencia abismal que existe entre el consumo de agua y el consumo de petróleo. Por ejemplo, es muy poco probable que en Rusia se extraigan mucho más de 500 millones de toneladas de petróleo al año, aun siendo uno de los países exportadores de esta materia prima.

Prácticamente no vendemos agua, utilizando para el consumo nacional 62.500 millones de toneladas al año,180 veces la cantidad de petróleo necesaria para cubrir las necesidades del mercado interior y de exportación. Sólo este dato nos hace ver que la correlación entre el consumo interior y la exportación de agua no se acerca, ni de lejos, a la que existe en el caso del petróleo.
Según los científicos, en los próximos años en el mercado internacional se valorará cada vez más no tanto el agua como recurso natural, sino los productos industriales cuya producción conlleva un alto consumo de la misma. La escalada de los precios en este tipo de productos será inminente según vaya aumentando la escasez del agua. Por ejemplo, la producción de una tonelada de ácido nítrico exige de 80 a 180 metros cúbicos de agua dulce; la producción de tela de algodón, de 300 a 1100 metros cúbicos; de fibra sintética, 1000 metros cúbicos, etc. Las plantas de producción eléctrica consumen enormes cantidades de agua para enfriar las unidades de producción de energía, y la mayor parte del agua, hasta un tercio, se consume de una manera irreversible. Para los cultivos agrícolas se necesita, al menos, esa misma cantidad. Por ejemplo, la cantidad de agua empleada para la producción de alimentos que se introducen en África del Norte y Oriente Próximo ya es equivalente al caudal anual del Nilo. Es decir, que para dar de comer a la población de esta región se necesitaría, al menos, otro Nilo virtual con el mismo caudal.

En esta situación, Rusia dispone de unos recursos que podrían permitirle ocupar una de las posiciones clave en este mercado. No sólo disponemos de mucha agua, sino también de todo lo necesario para desarrollar industrias de uso intensivo del agua cuyos productos son cada vez más caros. Esto resulta mucho más ventajoso que vender recursos naturales sin más, incluidos los que ya escasean, como el agua.

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