A noventa años de su éxodo posrevolucionario, emigrados, nobles y aristócratas rusos finalmente retornaron a su país. Los Trubetskói, Suvórov, Kutúzov, Shajovskói, Golovín y otras familias rusas blancas rehicieron al revés la ruta de navegación del exilio de sus padres y sus abuelos. Esta vez, zarparon de Venecia hasta Túnez, Grecia y Turquía, y luego directamente hasta el punto de partida, la Dársena Grafski en Sebastopol.
Llegaron para visitar ex campos de refugiados y cementerios y rezar junto a más de 200 políticos, empresarios e historiadores rusos, en memoria de la Guardia Blanca, o el Ejército Blanco, como ellos preferían llamarse, que fue masacrada en la guerra civil. “Yo tenía solamente un año cuando mis padres huyeron de Sebastopol. Durante toda mi vida he esperado el día de volver a ver la Dársena Grafski. Lamentablemente, es lo único que puedo ver hoy”, dijo el más viejo de los pasajeros, Rostisláv Don, de 90 años.
Una reciente mañana de julio, 67 inmigrantes rusos llegaron a Crimea. Una mañana sombría del 14 de noviembre de 1920, el general Petr Vrángel, último comandante en jefe ruso, inspeccionó los 125 barcos cargados con las familias de sus oficiales que esperaban huir de Rusia.
Ahora, la historia giró sobre sus talones. La dirigencia Roja de Moscú ordenó sacar a los Blancos de Crimea en noviembre de 1920. Este año, son sus sucesores, los dirigentes de Moscú, quienes invitaron a los descendientes rusos Blancos –y les pagaron– para que volvieran.
¿Por qué ahora? “Para reconstruir la verdad histórica y cicatrizar las heridas causadas por el cisma de nuestra sociedad a comienzos del siglo XX”, dijo a los periodistas Vladimir Yakunin, funcionario del movimiento Mundo Ruso y aliado cercano del primer ministro, Vladimir Putin.
Un nieto de emigrados, el príncipe Vladimir Trubetskói, vendrá de Francia en septiembre para comenzar sus estudios de posgrado en el Instituto Estatal de Relaciones Internacionales de Moscú. Su padre, el príncipe Alexander Trubetskoi, director de la Guardia Blanca en París, dijo que tal como hizo su padre, él trató de transmitir a sus hijos la profunda devoción espiritual hacia Rusia y su cultura.
Tamara Schujovskaya
Nieta de uno de los 150 mil rusos blancos que hace noventa años subieron a bordo de 125 buques en Sebastopol para escapar de la represión bolchevique.
Una mañana de noviembre, en 1920, 125 barcos zarparon con las familias del Ejército Blanco.
"He leído en el diario de mi abuela sobre su huida de Sebastopol, cómo vio la violencia, los niños que morían por enfermedades, la valentía y la devoción que mostraron los oficiales. Los blancos fueron los primeros en caer víctimas del monstruo de la revolución.’’
Un crucero rehizo la ruta de retorno con descendientes de aquellos exiliados hasta Crimea.
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