Argentina exporta el polo a Rusia

"Rusia exporta petróleo porque todo el mundo conduce", afirma entre risas. "Argentina exporta jugadores de polo porque todo el mundo quiere jugar al polo".

De hecho, Laclau depende aún más del mercado de exportaciones que la corporación rusa. En Argentina, no trabajaría como jugador de polo y director de un club. Admite, con modestia, que no es lo bastante bueno para jugar profesionalmente en Argentina, aunque la mayoría de los clubs son de aficionados. Sin embargo, dirigir uno de los dos clubs de polo de Rusia le ha llevado a ser uno de los encargados de implantar el deporte del polo en Moscú.

Conduciendo por una carretera local tranquila, a las afueras de un pueblo llamado Dmítrov, 70 kilómetros al norte de Moscú, se empiezan a divisar entre vallas cubiertas de matorrales y árboles, una serie de balaustradas neoclásicas que se extienden unos 500 metros y, tras ellas, dos campos de polo de un verde exuberante y un bloque enorme de establos de madera que espera la inminente acogida de más caballos, personal y miembros del club.

Cuando el banquero Alexei Rodzianko fundó el club de polo de Moscú, en 2005, solicitó a la embajada argentina que le ayudara a encontrar a alguien que pudiera dirigirlo. Contrató a Laclau no sólo para que jugara en el club, sino para que entrenara a los caballos, formara a los jugadores, dirigiera los establos y los campos, y buscara caballos de monta nuevos en Argentina. "La cadena de contactos entre Alex y yo era tan larga que decidí que era cosa del destino y debía venir a Rusia", afirma entre risas.



Decidido a embarcarse en esta aventura y dejar atrás su profesión de veterinario en su país de origen, mucho antes de que el destino se cruzara en la vida de este bonaerense, ya había recorrido América de la mano del polo durante una década. Empezó como mozo de cuadra en los alrededores de Nueva York y pasando por San Francisco, llegó a dirigir un clube en el Salvador durante cinco años.

"No sabía mucho sobre Rusia cuando me ofrecieron el puesto, pero como el polo empezaba a dar aquí sus primeros pasos, me lo tomé como un reto. Sabía que sería difícil. El tipo con el que hablé en Argentina me pidió que me lo pensara bien. No quería sentirse culpable de haberme mandado a un sitio en el que acabara pasándolo mal. Al mismo tiempo, creo que el enorme potencial de Rusia hace que ésta haya sido una decisión acertada", explica.

Hernán, que dirige uno de los únicos dos clubs de polo que hay en Rusia (el otro, también en Moscú, lo dirige a su vez otro argentino, Martín Estrada, del que Hernán sólo conocía el "apellido familiar" en Argentina, pero del que es ahora muy buen amigo), vive a caballo entre las capitales de sus países de origen y adopción, y viajará al sur de Ecuador en octubre, donde pasará tres meses para asistir a la temporada de polo. Ahí se convierte en 'importador', llevándose a jugadores rusos para formarlos en su club local, a 150 kilómetros de Buenos Aires.

Hernán, de 36 años, admite que necesita viajar a Argentina para aliviar el estrés de los terribles atascos que sufre en Moscú y la costumbre de los rusos de tener una relación mínima con personas que no sean los amigos o la familia. "Le doy los buenos días al mismo tipo en el ascensor de mi edificio casi todas las semanas y nunca me contesta", dice entre risas. Pero, dicho esto, también echa de menos la vida del 'este' cuando está fuera.

El polo se instaló en Rusia hace siete años, tras un enorme periodo en el que dejó de practicarse, a partir de 1917. Laclau sugiere que la gran cantidad de espacio disponible es lo que ha hecho del polo un deporte popular en Argentina; y eso es algo que a Rusia no le falta.



Sin embargo, se tardará mucho en desarrollar una cultura de cuidado de los caballos, y los duros inviernos obligarán a jugar temporadas cortas. El polo es en Rusia un deporte reservado a personas con recursos, sobre todo en comparación con la naturaleza algo más universal de este deporte en Argentina, donde los clubs suelen contar con un mínimo de unos 50 jugadores.

Sus equivalentes moscovitas no cuentan con más de 15 jugadores y, a veces, los partidos han de jugarse con menos de los cuatro jugadores obligatorios en cada equipo. Hernán afirma, sin embargo, que ya le han pedido que asesore a otros dos clubs en formación fuera de la capital, aunque aún no hay nada firme.

La falta de cultura ecuestre rusa abre otra oportunidad. Hasta ahora, en estos cinco años, Hernán ha importado alrededor de 20 caballos de Argentina, que seleccionó durante los meses que pasó en su país. En los establos del club hay casi 60 montas, que cuidan diez mozos jóvenes, la mayoría procedentes de Asia central, supervisados por un mozo que trabaja con Laclau desde su llegada.

Pero la importación más importante es, sin duda, su novia desde hace años, Verónica, que por primera vez este año se quedará con él toda la temporada rusa. "La vida es mucho más fácil con ella aquí", sonríe. Este verano su hermano le visitará una segunda vez durante unos días en Moscú.



Alejandro fue el primer ayudante de dirección que Hernán se llevó al club. El actual es Celentino, de 22 años, de quien habla entre sorbo y sorbo del mate que Laclau lleva consigo prácticamente a todas partes. El director disfruta sin duda de las cosas que le recuerdan a su país de origen y, aunque admite que cuando no trabaja pasa la mayoría del tiempo con "otros suramericanos", de Argentina no echa de menos muchas cosas, pero sí "una buena carne para la barbacoa".

Sin embargo, mientras que Celentino no parece que se vaya a quedar en Moscú más que un par de años, Hernán cree que él aún se quedará aquí un tiempo. "Un chico joven como Celentino tendrá que ir en busca de otras oportunidades", explica. "Mi sueño ya no es el mismo. De niño quería estar entre la élite de los jugadores de polo. Ahora sólo quiero que se me reconozca como proveedor de caballos de calidad y ayudar a implantar el deporte del polo en Rusia".

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