Detrás de los muros

Puesto de control en la entrada de la ciudadcerrada de Znamensk en el sur dela región de Astrajan. Pocos extranjeros han estado en ciudades como este

Puesto de control en la entrada de la ciudadcerrada de Znamensk en el sur dela región de Astrajan. Pocos extranjeros han estado en ciudades como este

Las 45 ciudades cerradas de Rusia, reliquias de la Guerra Fría, siguen las tradiciones militares de las que se sienten orgullosas, al tiempo que se enfrentan a un futuro incierto: ¿cómo se adaptarán a la nueva realidad económica?

Para caminar por las calles otoñales de Známensk, enmarcadas de rosas, ásteres y crisantemos, los turistas necesitan un permiso especial. La única alternativa a este modo de entrar en una ciudad cerrada -que no es la oficial, claro -, es evitar el control y entrar por uno de los agujeros del muro de nueve kilómetros que rodea la ciudad. Sólo 33.000 personas viven en esta estepa, por lo demás desierta, del sureste de Moscú. Los agujeros del muro y los rumores de que una reforma próxima podría algún día abrir la ciudad, no son del agrado de los habitantes de Známensk. Para muchos, el candado de la verja y el secretismo de su ciudad no representa una reliquia soviética, sino el significado y orgullo de sus vidas.

Fue en 1986 cuando los rusos oyeron hablar oficialmente por primera vez de la existencia de decenas de ciudades y pueblos cerrados por todo el país, en los que vivían más de un millón de personas. Las ciudades incorporan en sus nombres misteriosos números: Arzamas-16 (la ciudad de los ingenieros nucleares que pusieron fin al monopolio nuclear estadounidense), Krasnoyarsk-26, Tomsk-7 y otros nombres que parecen sacados de títulos de películas de ciencia-ficción.

Las ciudades cerradas siguen siendo un oscuro secreto para la mayor parte de los rusos: sólo ahora, cuando el gobierno está intentando decidir cuál será su futuro, se nos está desvelando.

Fotos de Mijail Galustov

Durante décadas, los habitantes de estas ciudades han vivido una especie de exilio en un internado de prestigio: disponen de alimentos importados de otros países, privilegios especiales y mejores colegios. En la actualidad, unos 10 años después de su declive económico y social, muchos habitantes de los centros estratégicos militares que atraviesan apuros siguen queriendo vivir en el exilio, especialmente desde que el gobierno empezó a inyectarles dinero procedente del petróleo. En el caso de Známensk, la friolera cifra de 25 millones de dólares anuales.

En la época soviética, se emplearon todo tipo de estratagemas para ocultar estas ciudades a plena luz del día. Hoy, los residentes de Známensk hacen agujeros en los muros para acceder antes a sus dachas, pero los agrietados pasos fronterizos han traído consigo una nueva realidad que ya se conocen bien en el resto del país. Hace poco, los niños de la localidad llevaron sus peleas más allá del muro; una persona murió y varias resultaron heridas. Las autoridades, preocupadas por los agujeros, colocaron puertas en algunos de ellos. Para obtener un permiso de entrada, a los visitantes debe invitarlos un amigo o familiar. Los extranjeros y periodistas, si se les permite la visita, deben ir acompañados de guardias.

El proceso de modernización está aún dando sus primeros pasos. La economía de la ciudad depende de una sola industria: la industria de los misiles y las pruebas con misiles en el paisaje lunar de una estepa a unos 30 kilómetros del centro de la ciudad. "El objetivo del muro no es convertirnos en personas cerradas, o aisladas, sino proporcionarnos un estatus especial", afirma el alcalde Víctor Lij. "Como Kapustin Yar es el área del país más importante para pruebas de misiles balísticos y sistemas antiaéreos, el gobierno aporta el 80% del presupuesto de la ciudad, que es ahora de mil millones de rublos, el mayor presupuesto, para una población de 33.000 habitantes, de todo el sur de Rusia".

Sin embargo, cuando la Unión Soviética se desintegró, el gobierno dejó prácticamente de financiar a Kapustin Yar y a otras más de 40 ciudades cerradas. Desesperados, decenas de familiares de oficiales dejaron sus apartamentos, que acabaron deteriorándose. La privatización no estaba permitida. "Hace diez años no podía ni soñar con dar de alta una empresa", afirma Alexander Volchkov, propietario de la empresa constructora más grande de Známensk. En los últimos cuatro años, la empresa de Volchkov ha levantado tres edificios de varias plantas y ha acabado casi por completo la construcción de un sistema de filtración de agua moderno para la ciudad. La empresa constructora de Mijail Avrashuk reforma apartamentos abandonados y los vende.

En Moscú se reúne regularmente una asociación de políticos y altos cargos para decidir qué ciudades deben permanecer cerradas y cuáles se abrirán. Actualmente, hay 45 ciudades cerradas y se ha decidido abrir seis de ellas. "La reforma militar está transformando el ejército ruso y la economía de mercado se encuentra en pleno auge, por lo que es inevitable que la mayoría de estas ciudades terminen abriéndose", afirma Alexander Golts, analista militar. Programas como el US Cooperative Threat Reduction Programme (Programa estadounidense de cooperación para reducir amenazas) y el British Closed Nuclear Cities Partnership (Programa británico de cooperación de ciudades nucleares cerradas) están facilitando que Rusia y Occidente abran algunas puertas y acaben con el secretismo. Pero es obvio que Rusia siempre tendrá ciudades cerradas, y puede que Známensk sea una de ellas.

"El mundo avanza hacia un mayor secretismo bajo la amenaza constante del terrorismo", afirma Serguei Márkov, diputado de la Duma. "Mientras Rusia siga siendo objetivo de agresiones, deberemos probar nuestros cohetes y mantener las pruebas detrás de un muro para que se realicen en secreto".

No todo el mundo es feliz en el exilio: la mayoría de los estudiantes de instituto de Známensk preferirían irse. "Aquí vivimos vigilados, cualquier paso que das a izquierda o derecha se sabe y se comenta. Mis amigos y yo queremos mudarnos a Moscú tras graduarnos. Al menos allí veremos a gente de otros países", comenta Olga Sibiyato, estudiante de último año de secundaria del instituto número 235.

Hace un año, visitaron Známensk algunos especialistas estadounidenses y alemanes. Habían venido a lanzar seis pequeños satélites desde el complejo espacial de Vosjod. Algunos clientes egipcios, brasileños y de países árabes (las autoridades prefieren no identificar de qué país) fueron el mes pasado a ver la prueba de un misil nuevo, el Tor-M2E. Fueron los únicos visitantes extranjeros el año pasado.

A medida que el sol desaparece por el horizonte, soldados y oficiales forman filas para la marcha de la noche. Las canciones que entonan, Katyusha y El soldado camina por la ciudad, marcan el final de la jornada.

Aleksei Prúdnikov es el comandante de la unidad antiterrorista militar de Známensk. "Nos especializamos en cohetes, somos la élite del ejército ruso", afirma. "Por nuestras manos han pasado cientos de misiles... ¿Quién garantizará la seguridad de Rusia si no lo hacemos nosotros?".
 

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