El desafío global del narcotráfico

La principal fuerza del narcotráfico global reside en su estructura, reticular y descentralizada e imposible de destruir. Ha logrado abarcar el mundo entero con una actividad subordinada estrictamente a la lógica comercial.

La especialización forma parte de esta lógica. Así, existen regiones especializadas en la producción de la materia prima, como Afganistán (amapola) y Colombia (planta de coca). Están las regiones de tránsito: Asia Central, América Central y Oriente Medio. Y, por último, los rentables mercados de comercialización: Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea.

Las redes del narcotráfico tienen acceso a colosales recursos financieros, que son utilizados para comprar influencias en las regiones clave. Está estrechamente vinculada con estructuras criminales, con élites políticas corruptas y con el sistema financiero mundial, cuya liberalización proporciona variadas posibilidades para el lavado del dinero negro.

En algunos casos, los barones de la droga tienen tal respaldo social que el intento de ponerle freno por parte de las autoridades deriva en un estallido de ira popular. Es lo que ocurrió recientemente en Jamaica, tras el intento de arresto de Christopher Dudus Coke, el narcotraficante requerido por Estados Unidos.

Es precisamente por esta razón por la que las fuerzas de la OTAN en Afganistán no se han embarcado en un combate contra los productores de opiáceos.

Narcoestado

Sin embargo, sería incorrecto trazar un paralelismo entre Jamaica y Afganistán, ya que este último es prácticamente el único país del mundo que se ha constituido como narcoestado.

La economía afgana depende en gran medida de la producción del narcótico más peligroso del mundo: la heroína. La economía sumergida es muy superior a la oficial. Tanto los talibán -mediante la desestabilización y el debilitamiento del poder central-, como los representantes oficiales -que comparten intereses con los barones de la droga- y la coalición internacional -que prefiere no meterse en problemas- juegan en favor de la narcomafia.

Pero, como a todo negocio le es propia la expansión, Afganistán se está quedando pequeño para los narcotraficantes. De ahí la inquietud que la situación genera en los países de tránsito de la droga, en Asia Central. Inquieta la corrupción de los poderes locales, el fortalecimiento en las comunidades y el establecimiento de redes en la economía de la región. La narcomafia busca extender la situación creada en Afganistán a Asia Central.

Terrorismo

En tales condiciones, la lucha contra el terrorismo en Afganistán pierde por completo su razón de ser. Para mantener su posición, los narco suministran a los talibán y Al Qaeda inagotables recursos financieros. Para ganar la guerra contra el terrorismo, es imprescindible golpear a las redes de narcotráfico, muy arraigadas en el país. Para ello, es necesario combinar la fuerza con medidas socioeconómicas.

En lo que se refiere a la estrategia militar, se requiere una táctica más fina que la utilizada hasta ahora, que ponga énfasis en recabar información sobre la producción y exportación de la droga. Hay que exterminar los cultivos de la adormidera y acabar con los laboratorios de la heroína. Es necesario interceptar las caravanas que transportan el producto y neutralizar a los verdaderos propietarios de las plantaciones, que están lejos de la frontera agfana.

Hay que trabajar en la creación de una economía alejada del feudalismo criminal.
La coalición no se ha detenido a pensar en que su actuación sólo ha agravado la difícil situación del país, aumentando las filas de los partidarios de los terroristas y de los narco, cuyo negocio se ha convertido casi en la única fuente de ingresos para los afganos.

La comunidad internacional debe comenzar por reconocer un hecho evidente: el peligro del terrorismo en este país es hoy secundario en comparación con el desafío del narcotráfico. Hay que poner en marcha una campaña seria, dirigida tanto al exterminio de la heroína como a la elaboración de un plan de recuperación y desarrollo económico. Cualquier otra decisión puede conducir a una catástrofe de escala continental.

El autor es el doctorando en Ciencias Históricas. Artículo cedido por RIA Nóvosti.

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