La democracia de los "cubos azules"

Lo más irritante de vivir en Moscú es el tráfico: no hablo de los legendarios atascos, sino de la arrogancia de los conductores de BMWs, Audis o Mercedes, algunos con sirenas azules, que irrumpen alegremente en plena circulación y te adelantan, o se saltan semáforos en rojo, obligándote a frenar bruscamente para evitar un accidente.

Para obtener una sirena azul de la policía hay que ser funcionario de un ministerio o un miembro de la Duma con un asunto importante entre manos. Aun así, muchos moscovitas afirman que con 10.000 dólares estadounidenses y un poco de persuasión, se puede conseguir también una sirena azul VIP.

Pero en las calles de la capital se está gestando una pequeña revolución política contra las sirenas azules. Al ciudadano de a pie se le ha agotado la paciencia. Los dueños de vehículos menos caros colocan cubos azules encima de sus coches como burla a las sirenas azules, a las que se conoce como “migalki” en ruso. Las sirenas azules que compran algunas personas de cierta importancia garantizan a los conductores el derecho a ignorar las normas, aunque oficialmente, sólo en caso de emergencia. Pero los VIP las usan a su antojo.


Como protesta, los conductores se han negado a apartarse cuando un sedán de los caros se aproxima a ellos por el carril que no debe. Algunos llegan incluso a atacar a los vehículos que están aparcados en doble fila fuera del Kremlin. Las protestas del cubo azul son el impresionante resultado de un cambio mucho más humano que empieza a tomar forma en las carreteras de la capital: por fin los conductores corrientes están aprendiendo modales.

Tras el colapso de la Unión Soviética, los únicos vehículos en las carreteras eran los Lada, de fabricación rusa, o el "otro" vehículo soviético: el Volga sedán. Sin embargo, algunos hombres de negocios se las arreglaron para introducir petróleo y dinero a través la frontera, a cambio de unos pocos Mercedes extraordinariamente caros. Esta tendencia continuó con innumerables Mercedes robados a mediados de los años 90.

Hoy en día, gracias a unos sueldos disparados y la facilidad para obtener créditos, las calles de Moscú están llenas de todo tipo de vehículos. Sigue habiendo Mercedes, aunque ahora son completamente nuevos y se importan legalmente, pero a éstos les superan los Ford, Daewoo y Toyota.

En los años 90, el ruso medio estaba demasiado ocupado con sobrevivir como para preocuparse demasiado por los hábitos de conducción de los ricos, pero esto está cambiando a medida que la clase media crece.

Los conductores aún se suelen colar en un atasco en vez de esperar, y los cruces suelen colapsarse con vehículos que quedan atrapados en medio de las intersecciones cuando el semáforo se pone en rojo. Pero los conductores están poco a poco empezando a relajarse conforme mejora el nivel de vida. Algunos esperan ahora a que te incorpores de una carretera adyacente o te dejan cambiar de carril. Si eres cortés, suelen agradecértelo haciendo parpadear las luces de emergencia.

Sin ánimo de hacer concesiones, la protesta de los cubos azules representa sin duda el signo más importante de conciencia política del ruso medio. Los dueños de vehículos son una de las fuerzas políticas sociales mejor organizadas del país, y ya han realizado protestas masivas por los altos precios del combustible, las tasas de importación y la corrupción de la policía de tráfico. Ahora se están volviendo cada vez más activos en su lucha contra la élite que exhibe las "migalki".

La furia estalló en mayo cuando un Mercedes S600 de gama alta encendió la sirena y se saltó un semáforo en rojo en la Quinta Avenida moscovita, la calle Tversakaya, y embistió a un BMW sedán de color verde. Nadie resultó herido. Parece ser que el Mercedes pertenecía a un alto funcionario.

Como era de esperar, la policía negó en un principio que se hubiera producido un accidente, y el ocupante (sin identificar) del Mercedes se subió a un todoterreno rodeado de guardas de seguridad y abandonó a toda prisa el lugar del siniestro. Sin embargo, los policías de la ciudad hicieron el ridículo, después de que varios testigos colgarán fotos del incidente en LiveJournal.ru, la red social rusa más popular, lo que desembocó en una oleada de protestas.

Parece que estos acontecimientos, que despiertan tantas emociones, están calentando los ánimos. Recientemente, los manifestantes del cubo azul organizaron una marcha de conductores por la ciudad. Mientras, otro grupo de jóvenes se dedica a merodear al lado del Kremlin y atacar a los coches que llevan las "migalki", corriendo por los tejados con un cubo azul sobre la cabeza y grabándolo todo para colgarlo en Internet.

Son acciones de la clase media, cada vez más activa. Y, por muy extraño que parezca, la democracia en Rusia lleva hoy un cubo azul en la cabeza.

Ben Aris es editor jefe de la revista Business New Europe.

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