Los veteranos de la Segunda Guerra Mundial vuelven a la escuela

La historia de la Segunda Guerra Mundial está en el corazónde la escuela. Foto de Victor Bartenev, ITAR-TASS

La historia de la Segunda Guerra Mundial está en el corazónde la escuela. Foto de Victor Bartenev, ITAR-TASS

Sobre el terraplén quemado por el sol, todo está listo para el encuentro. Bancos alineados para los invitados de honor, los veteranos y un conjunto de funcionarios locales.

El monumento al mariscal Chuikov, el general del 62° ejército que resistió el sitio de Stalingrado antes de marchar sobre Berlín y en el cual sirvieron todos los ex combatientes presentes, está custodiado por dos cadetes de uniforme y adornado de flores. Una orquesta militar ensaya. Para este aniversario – 65 años desde la Victoria –, alumnos secundarios llegados de Volgogrado, Riazán, Kursk, Odessa, toman su lugar bajo un gran cartel de tela roja: “No se olvida a nadie, no se olvida nada”.

Si hay un elemento que unifica todos los rusos, un elemento sagrado y de gran carga emocional, es el sacrifico del todo el pueblo en la Segunda Guerra Mundial o “Gran Guerra Patriótica”, y la victoria de la URSS sobre los nazis. Las autoridades rusas junto con toda la población han alimentado y conmemorado durante los últimos 65 años la victoria en la guerra. Es, quizás, el único capítulo de la historia del siglo XX que todo escolar ruso conoce. En Rusia, todo el mundo puede entonar una marcha militar o una canción patriótica. Cada ciudad tiene su llama eterna al soldado desconocido. Y cada escuela su conjunto de actos anuales.

Se suceden los discursos exaltados, intercalados con poemas leídos por los alumnos y presididos por el enfático director del establecimiento, Boris Mogerman, que agradece en nombre de la asamblea a “aquellos sin los cuales no estaríamos aquí”. Como respuesta, Eduard Pertsov, cubierto de condecoraciones, saluda a los alumnos y los docentes: “¡Realizáis una gran obra! Sembráis un buen recuerdo de nuestro ejército heroico en el corazón de los jóvenes y formáis verdaderos patriotas. A vosotros, los jóvenes, os entregamos la antorcha. Para nosotros, es hora de partir y, para vosotros, de vivir, guiados por la memoria y el amor a la Patria.”

Lecciones de valor

Este sentimiento se les inculca metódicamente desde hace cincuenta años a todos los alumnos de la escuela N° 479 Mariscal Chuikov. A modo de curso de instrucción cívica, veteranos, héroes nacionales y otros especialistas con sentido patriótico dan lecciones de valor. “Las lecciones de valor nos enseñan que debemos ser como ellos, intrépidos. Es difícil pero se debe intentar”, afirma Pacha, de 13 años, a quien no le gustan mucho todas estas solemnidades. Estos talleres se realizan en el museo militar de la escuela, fundado en la década de 1970: más de 500 metros cuadrados dedicados a los combates de la Gran Guerra Patriótica, a los lugares, a las batallas. La exposición de fotos, armas, cartas, documentos, uniformes, mapas y maquetas es el gran orgullo de la escuela. Hoy se inaugura una nueva sala, el Salón de la Memoria, consagrada a Stalingrado, y se prenderá en el pecho de cinco veteranos la enésima medalla conmemorativa.

A diferencia de Pacha, la mayoría de los alumnos participan de buen grado en el ceremonial. “No tienen obligación de venir, vienen por elección propia”, asegura Lidia Petrovna, profesora de inglés, recorriendo con ojos satisfechos una sala llena. La atracción principal del programa –un espectáculo en la más pura tradición escolar soviética– es la proyección de imágenes de archivo acompañada de piano, mientras los estudiantes de secundaria bailan, cantan y recitan lecciones sobre la guerra y el sacrificio, el valor y el amor a la patria.

En la primera fila, los veteranos tararean canciones que, para ellos, no son folclore. De vez en cuando, se les pide que cuenten una anécdota. “Estas fiestas nos dan la oportunidad de recordar nuestra juventud. Éramos como esos adolescentes que están sobre el escenario. Escuchábamos esta misma música, bailábamos y partíamos al combate cantando estas mismas melodías”, comenta emocionada Marina Faustova, nacida en 1922, radiotelegrafista de Stalingrado. Entre bastidores, Ania, Dacha, Ksiucha, chicas de doce años, están sobrexcitadas por el éxito de la representación: “Los veteranos vinieron a escucharnos y contarnos sus historias. Nos enseñan un montón de cosas. Estamos orgullosos de ellos”.Todas tienen un bisabuelo que peleó en la guerra. “Hoy aprendí que un veterano sabe nadar”, se maravilla Dacha, a quien Marina Faustova le acaba de explicar cómo se entrenaban los soldados para cruzar ríos. “Es importante recordarlo”, concluyen ambas a coro.

Aunque quisieran, no podrían olvidarlo. La historia de la Segunda Guerra es un tema central en la enseñanza escolar y los discursos identitarios de la Rusia postsoviética. Todos los años se organizan concursos regionales y nacionales de redacción. “No se imaginan las palabras que encuentran los jóvenes para hablar de la guerra”, exclama Rasim Aktchurin, director del Centro de Educación Militar y Patriótica del Ministerio de Educación, “no es verdad que nuestra juventud sea indiferente a su pasado. Hay que trabajar con ella, dedicarle tiempo.”

Después de los festejos en la escuela, los veteranos se reunirán en un restaurante para alzar las copas en memoria de su victoria y recordar, por 65ª vez, su heroica juventud. Lo harán con simplicidad, lejos de los desfiles pomposos de la Plaza Roja, a los que la mayoría de ellos, por otra parte, no han sido invitados.

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