Una pareja que arriesga

El británico Simon Dunlop y su socio rusoAlexei Ostroújov en las calles de Moscú.

El británico Simon Dunlop y su socio rusoAlexei Ostroújov en las calles de Moscú.

Un emprendedor británico y un ex ´hacker´ ruso crean una tienda on-line de libros, música y películas. Mientras tanto, sólo uno de cada cuatro rusos tiene cuenta en un banco.
Establecer un negocio en Internet en los países occidentales es difícil. Hay que tener una buena idea, conseguir usuarios e inversores y, con suerte, se ganará algo de dinero. En Rusia, la misión es casi imposible. Algo que no ha detenido al británico Simon Dunlop ni a su socio ruso, Alexéi Ostroújov, en su intento de crear una innovadora plataforma de venta de música, libros y películas. El esfuerzo merece la pena: hay 65 millones de internautas ahí fuera.

La empresa representa una revolución. Pocos inversores quieren poner dinero en proyectos relacionados con la tecnología, los medios o las telecomunicaciones, a pesar de que los petrodólares fluyen sin cesar. Sólo uno de cada cuatro ciudadanos tiene cuenta bancaria. Y la piratería está tan extendida que las compañías de música internacionales no quieren ni oír hablar de invertir en ese mercado. Por si fuera poco, la empresa empezó a funcionar el año pasado en medio del huracán financiero.

“Suena aterrador, pero tiene sentido” , razona Dunlop, que aportó gran parte del capital inicial. “Hace un año era mucho mejor crear algo nuevo que intentar recomponer algo que estaba en la ruina”. Además, continúa el británico, “ahora estamos en el punto más bajo del ciclo económico”.

Bookmate.ru (libros) ya funciona. Y Zvooq.ru (música), la joya de la empresa, llegará en unos meses, al igual que la plataforma de venta de películas.

La debilidad puede ser virtud. Internet se extiende de forma exponencial (ver artículo en la página anterior). El sector de venta minorista está infradesarrollado, por lo que si la empresa tiene éxito, puede convertirse en un canal de distribución masivo. Al contrario que en los países occidentales, donde la competencia es feroz, en Rusia es inexistente.

Dos tipos singulares

Dunlop y Ostroújov son dos tipos curiosos. Ostroújov parece el típico programador: pantalones vaqueros, camiseta negra y barba de dos días. Sin títulos ni educación formal, empezó en el mundo de los ordenadores a principios de la década de los 90 del siglo pasado, poco después de la caída del Telón de Acero. Pronto se convirtió en un hacker . Su destreza llamó la atención de una empresa de seguridad estadounidense afincada en Londres, y pasó a combatir a los hackers que atacaban a las grandes corporaciones con solo 17 años.

Ahora es uno de los programadores más experimentados del país. Dice que encontrar a trabajadores cualificados es difícil. Casi no hay ingenieros de software y sólo el buscador líder -Yandex.ru- invierte activamente en personal. Ellos han conseguido reunir una “pandilla salvaje”, entre los que se encuentra el creador del sistema de pago del Banco Nacional de Uzbekistán.

La historia de Dunlop es también precoz. En 1992, con menos de 30 años, la compañía británica Lonrho le mandó a Moscú con el primer contenedor de cigarrillos Marlboro de importación legal y le encargó la distribución. Le llevó una semana vender el contenedor y conseguir pedidos de sesenta más. En los siguientes años contribuyó a la creación de un negocio de distribución de cigarrillos de miles de millones de dólares para Philip Morris, antes de dejarlo para convertirse en un emprendedor en serie.

Una idea sencilla

La idea del sitio web es simple: que el usuario pueda trasladar sus contenidos desde el disco duro a un servidor y no tenga que utilizar ningún dispositivo. “No es un negocio de música en el sentido tradicional. Se parece más a una biblioteca en la que se paga la entrada pero en la que una vez dentro uno puede quedarse todo el tiempo que quiera y sacar de los estantes todos los libros que desee”, explica Dunlop. Una cuenta de usuario puede almacenar hasta mil títulos, lo que permite acceder al contenido sin estar conectado.

Dunlop espera abrir el mercado a las empresas que no pueden competir contra las copias piratas. “Va a ser una revolución para la industria de la música, porque tendrá por primera vez un canal legal para distribuir y promocionar sus productos en toda la ex Unión Soviética”, señala Dunlop. Los artistas obtendrán un porcentaje de lo que paguen los usuarios por escuchar los temas. “No hay ni un solo producto que llegue a todo el país, ni a los millones de internautas de la CEI (Comunidad de Estados Independientes). Nosotros accederemos a ese mercado de forma inmedianta a través de la Red”, insiste el empresario.

Los inversores nacionales pueden obtener beneficios de hasta el 50% importando equipo alemán para hacer salchichas en fábricas de carne siberianas. Así que son pocos los que se interesan por un negocio con elevados riesgos y beneficios sólo a largo plazo. “Hay inversores que tienen mucho dinero, pero la mayoría no entiende este tipo de negocio”, explica Dunlop, que planea recurrir a fondos internacionales una vez que la página empiece a operar.

Aún así, opina que el crecimiento imparable de Internet está cambiando el panorama. “La logística necesaria, ahora escasa, está empezando a surgir”.

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