La “dolce vita” de los burócratas rusos

El 20 de enero, Valentina Matvienko, alcaldesa de San Petersburgo, solicitó a los más altos ejecutivos de la autoridad policial municipal que controlaran sus deseos y dejaran de gastar el dinero de los contribuyentes en lujosos automóviles extranjeros para uso administrativo. ¿La escucharán? Los burócratas rusos se han acostumbrado a conducir automóviles costosos, a vivir en casas suntuosas y a comprar objetos de lujo escandalosamente extravagantes a través del sitio web de adquisiciones gubernamentales.
Durante la sesión de revisión anual de la junta directiva central de asuntos internos de San Petersburgo, Matvienko reclamó que en 2010 la policía compre automóviles rusos en lugar de los caros modelos extranjeros.

“Uno de los departamentos del distrito ha presentado recientemente un pedido de vehículos cuyo precio se equipara al de un Mercedes 500. Un gasto así es inaceptable en tiempos de crisis”, dijo. La petición de moderación es más que acertada pero queda algo aislada en medio del laberinto burocrático. En la mayoría de las regiones de Rusia, funcionarios y reparticiones enteras realizan pedidos gubernamentales sin ningún reparo y sin inmutarse. Lujosos automóviles, mobiliario de diseño, artículos de lujo e incluso regalos en oro o plata para sus colegas.

Elena Panfílova, directora de Transparency International Russia, un comité de expertos anticorrupción, afirmó en una entrevista al diario ruso Novye Izvestiya que en la actualidad se utilizan dos métodos. El primer método “sin tapujos” consiste en “realizar compras escandalosamente injustificadas” a través del sitio web de adquisiciones. “Pero si los periodistas o la sociedad se enteran, los pedidos desaparecen”, afirmó Panfilova. A continuación recordó una historia reciente en Kaliningrado, el enclave ruso del Mar Báltico: “Los funcionarios públicos locales presentaron una licitación por un automóvil de alta gama para el Departamento de policía sin dar ninguna explicación de por qué una agencia de seguridad pública podría necesitar un automóvil tan costoso. Cuando el hecho llegó a los titulares, la compra fue retirada del sitio web”. Añade Panfílova que los burócratas de ciertas oficinas gubernamentales, con un gusto por lo excesivo, se han vuelto cada vez más sofisticados y son muy ingeniosos a la hora de inventar un pretexto para realizar una compra extravagante para su disfrute personal.

Vadim Soloviev, miembro de la Duma Estatal de Rusia, está convencido de que las tan discutidas “políticas de gasto eficiente en Rusia no son más que habladurías burocráticas”.

“En distintas regiones los gobiernos no escatiman fondos públicos a la hora de comprar automóviles y obsequios, construir chalets y demás”, dijo Soloviev. El diputado cita el ejemplo de Tvier, una ciudad al noroeste de Moscú, en cuyas afueras se ubica una enorme mansión.

“He hecho averiguaciones y he descubierto que el edificio alberga al fondo regional de pensiones. Su diseño interior hace que incluso la Duma Estatal no parezca gran cosa. Y está claro que la gente se da cuenta de estas cosas”, dijo Soloviev.

Los hábitos de gasto de los administradores del fondo de pensiones han provocado críticas muy severas por parte de Boris Gryzlov, titular de la Duma Estatal, quien se sorprendió al ver a los funcionarios públicos gastar cantidades “excesivas” de dinero público “para construir palacios y castillos donde los jubilados todo lo registran”.

Kirill Kabanov, director de la Comisión Nacional Anticorrupción, ofrece una explicación simple: los burócratas rusos se ven a sí mismos como empresarios exitosos. “Creen que no podrán arreglárselas sin símbolos de poder, tales como limusinas o una oficina con un mobiliario de caoba”.

El problema es que pagan estos lujos con fondos públicos. Y lo que es peor, se salen con la suya, ya que las leyes actuales no penalizan el gasto público ineficiente, salvo que se trate directamente de malversación. “Hoy en día, para un oficinista cualquiera del gobierno no supone una ofensa comprar para su oficina un sillón cuyo precio equivalga a la pensión anual de miles de jubilados”, afirmó Kabanov.

Según Kabanov, muchos burócratas se comportan incluso como presidentes locales autoproclamados. “Un funcionario federal me comentó en una conversación privada que él había visto el despacho del presidente ruso y que había decidido replicarlo en su propia oficina”. Kavanov está convencido de que los funcionarios públicos intentan crear un entorno impecable porque entienden que “si los visitantes ven una oficina en mal estado, con un ordenador desactualizado y muebles viejos, no le ofrecerán a su dueño un soborno superior a los 100 dólares. Pero si se encuentran en una oficina espaciosa con una decoración lujosa, entonces pensarán que no tendría sentido mencionar una cifra inferior a los 100.000 dólares”, dijo Kabanov, explicando cómo funciona la mente burocrática.

Soloviev cree que es fundamental “introducir un control presupuestario más estricto, así como responsabilidades legales ante un gasto ineficiente de fondos públicos”. Pero agrega que “dado que la mayoría en el parlamento pertenece a Rusia Unida y la mayoría de los funcionarios rusos son miembros de Rusia Unida, no se pueden tener muchas esperanzas de que dichas leyes se adopten”. Incidentalmente, una iniciativa similar para establecer castigos legales por gasto ineficiente de fondos públicos fue propuesta en octubre de 2009 por Alexander Anikin, jefe del departamento ejecutivo de legislación anticorrupción de la oficina del fiscal federal. Pero aún no se ha redactado ni siquiera un borrador de esta ley. Tal vez a los propios legisladores no les importe gastar el dinero de los contribuyentes para beneficio propio.

Este año, por ejemplo, se quieren retirar alrededor de 100.000 dólares del presupuesto estatal para el mantenimiento de los ascensores del edificio del Consejo Federal, que alberga la cámara alta del Parlamento Ruso, y para la recolección allí de la basura. Las oficinas de la Duma Estatal también absorben millones del dinero público para asignarlos a la reparación de puertas pesadas “con características de madera noble” o al reemplazo de “mobiliario de oficina exclusivo”. El año pasado, la Duma Estatal gastó alrededor de 30.000 dólares sólo en alfombras rojas y alrededor de 70.000 dólares en colgantes de cristal tallado para las lámparas. Otros 3 millones de dólares se asignarán este año a las reparaciones de los edificios de la Duma Estatal.

En distintas regiones, los legisladores locales están recibiendo regalos desmedidos a costa de los ciudadanos. Como ejemplo, el verano pasado el gobierno de la región de Magadán, en la Rusia oriental, anunció una licitación pública para la producción de 40 figuras con un costo total de 25.500 dólares para celebrar el 15º aniversario del parlamento de Magadán. Según las condiciones del contrato, cada figura debía representar “un pescador y un explorador junto al escudo de la región de Magadán”, moldeados en plata 925 o más fina.

“Debemos imponer restricciones a tales pedidos, pero ¿cómo lo traducimos al lenguaje legal? No podemos proveer una lista completa de ministros y departamentos con especificaciones detalladas de qué productos y a qué precios están autorizados a comprar”, afirmó el diputado Victor Iliújin. El parlamentario está convencido de que el gobierno ruso puede supervisar el proceso de pedidos recomendando una lista de provisiones necesarias y “especificando los productos que se consideran excesivos”.

“Aunque existe un método más directo: por ejemplo, si el gobernador de la región de Samara gasta varios millones de dólares en la compra de un Mercedes blindado, debería ser inmediatamente cesado. De este modo, ningún ministro ni gobernador se atreverá a hacer algo parecido”, dijo Iliújin.

A finales de 2009, la administración de Samara compró efectivamente un Mercedes-Benz S600L blindado por valor de unos 746.000 dólares para el jefe del gobierno regional Vladimir Artiakov. Otros 23.000 dólares se destinaron a la prima del seguro de 2010. Más adelante, el gobernador explicó que al realizar el pedido “la situación en la región era peligrosa y necesitaba un automóvil seguro”. Pero Artiakov no se molestó en explicar por qué utiliza el automóvil en Moscú. Recientemente, se ha sabido que otro Mercedes, también utilizado por funcionarios de Samara, se había asegurado por 5.500 dólares procedentes de fondos públicos contra erupciones volcánicas, tsunamis, deslizamientos de tierra y derrumbes.

Según Kirill Kabanov, los rusos ven “normal que los funcionarios se paseen en estos vehículos lujosos”. Advirtió que “nada cambiará a menos que la sociedad se dé cuenta de que el dinero público que los funcionarios utilizan para comprar un par de sillones de despacho podría usarse para mejorar los servicios de salud para ellos y sus familias, renovar un hospital o reparar una carretera en sus barrios”.

Kabanov está convencido de que, en cuanto la sociedad alce la voz, los proveedores del gobierno se pasarán al mobiliario del supermercado IKEA.

Yelena Panfilova cree que el gasto público debería ser controlado por “comisiones públicas” que se encarguen de analizar las compras gubernamentales antes de que éstos se publiquen en su sitio web.

“Dejemos que sepan quién quiere comprar qué. Creo que esto controlaría la imaginación de los funcionarios gubernamentales ya que serían conscientes de que no pueden comprarse brochetas con joyas incrustadas de 300 dólares, tal como hicieron recientemente en San Petersburgo”, afirmó Panfilova.

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