El GUM, el Almacén Universal Estatal, se inauguró en 1921 a instancias de Lenin. En 1923 el famoso artista Alexander Ródchenko diseñó el logotipo del GUM, que es el que los grandes almacenes siguen utilizando actualmente, y junto con el poeta Vladímir Maiakovski, lanzó una serie de carteles promocionales. En el GUM se exhibía la abundancia.
Pero al mismo tiempo, en la segunda planta, seguía habiendo inquilinos. La moscovita Eleonora Garkunova vivió los primeros 25 años de su vida en el GUM, en una habitación con ventanas que daban a la calle Ilinka. Había diez familias empadronadas en la Plaza Roja. Las condiciones de vida eran las mismas para todos. No había agua corriente ni gas. Cocinaban en hornillos de queroseno dentro de las habitaciones. Tenían que aprovisionarse de agua en los sucios lavabos públicos del centro comercia.
“A finales de la década de los 30 pusieron un lavabo de pago en la entrada que daba a la calle Ilinka, en el sótano. Allí había hasta secadores de manos eléctricos, era un milagro. Para entrar había que pagar 10 kopeks, pero a mí me gustaba poder usarlos. La conserje se enteró de que yo vivía en el GUM, y a partir de entonces me dejaba pasar gratis”, recuerda Eleonora.
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Las tiendas abrían a las ocho de la mañana, y entonces todo el GUM se llenaba de ruido. Numerosas personas habían estado esperando en la puerta por la noche y entraban corriendo para hacer cola en los departamentos. Al oírlo, los inquilinos del GUM ya sabían qué hora era. A veces a los hijos de los inquilinos del GUM les dejaban entrar a ver películas en la sala de proyecciones, el futuro Salón de Eventos, y también se les podía ver paseando por los Jardines Alexándrovski.
“El hecho de vivir en el GUM no sorprendía a nadie –recuerda Eleonora-, vivir tan cerca del Kremlin no nos preocupaba especialmente, nos parecía de lo más natural”. Pero durante los desfiles militares, que se celebraban varias veces al año, se les prohibía traer invitados. En aquellas ocasiones un soldado montaba guardia en la habitación, y se encargaba de que ningún adulto se acercara a las ventanas.
Ígor Kiríllov, locutor de la radio y televisión soviéticas, lo recuerda. Retransmitía los desfiles de la Plaza Roja desde el GUM , pero miraba la hilera de armamento en la pequeña pantalla. En una ocasión le entraron grandes deseos de mirar por la ventana y ver el desfile.
Cuando dio un paso en dirección a la ventana, el soldado lo apartó violentamente. “Muchos años después, por casualidad me encontré con aquel hombre por la calle. Se me acercó y me explicó que durante los desfiles siempre había francotiradores controlando todo el perímetro de la Plaza Roja. Tenían orden de disparar contra el primero que se asomara por la ventana”.
Eleonora Garkunova vivió en el GUM hasta 1953. Tras la muerte de Stalin, el GUM cesó su actividad comercial, y los inquilinos se reubicaron en otras viviendas.
Donde Stalin lloró en público
La noche del 8 al 9 de noviembre Nadezhda Allilúyeva, la segunda esposa de Stalin y madre de dos de sus dos hijos, se suicidó en su apartamiento del Kremlin. Tenía 31 años. Apuntó al corazón, pero tuvo que disparar dos veces porque la primera bala no fue mortal.
El Salón de Eventos, en el que actualmente se organizan desfiles de moda y presentaciones, se acondicionó como velatorio. Allí se colocó el ataúd de Nadezhda Allilúyeva, y el 10 de noviembre se abrió al público para que todo aquel que lo deseara pudiera despedirse de ella. Aluyó un torrente ininterrumpido de gente.
Hay una crónica cinematográfica de este funeral en la que se puede constatar que, en gran parte, la gente acudió movida por la curiosidad, ya que era una oportunidad para ver de cerca a las altas autoridades del país.
Nadezhda Krúpskaya estaba sentada junto al ataúd inundado de flores y coronas. A su alrededor, de pie, estaban Mólotov, Ordzhonikidze, Kaganóvich, Voroshílov…. “Y el propio Stalin, con el rostro anegado en lágrimas, con la mirada fija en el rostro de su difunta mujer. ¿En qué otro lugar habría sido posible ver algo así?” Fue la única vez en que Stalin no pudo contener sus emociones en público. Lloraba en presencia de todo el mundo y esto impactó incluso a sus conocidos. Tal vez fuera la única ocasión en que pudieron ver a Stalin como una persona humana que experimentaba un profundo dolor.
De la abundancia a la escasez
En 1953, cuando Stalin ya había muerto, el ministro de comercio, Anastás Mikoyán, inauguró el GUM, que se había remodelado por completo para convertirse propiamente en unos nuevos almacenes.
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El nuevo GUM se convirtió en el símbolo del deshielo, en la demostración de que el país había tomado un nuevo rumbo: de la guerra a la abundancia comercial. La revista Time publicó un artículo sobre la inauguración del GUM. En la portada aparecía un retrato de Nikita Jruschov.
“Cada mañana se oía por megafonía: “¡Trabajadores de la tienda! Dentro de cinco minutos nuestra tienda abrirá las puertas”. Entonces empezaba a repicar el carrillón del Kremlin, se abrían las puertas y la multitud se agolpaba en el interior. Prácticamente a los cinco minutos el GUM ya estaba lleno a rebosar”... y eso que eran las ocho de la mañana.
En 1936 Stalin envió a Mikoyán a Norteamérica durante dos meses para que estudiara la industria ligera y la industria alimentaria. Pero a su regreso de los EE UU, Mikoyán no se limitó a traer “líneas de producción de salchichas, embutido y albóndigas, o el concepto de fast food (se había planteado seriamente abrir una cadena soviética al estilo de McDonald’s, aunque en la práctica las hamburguesas soviéticas tomaron forma de albóndigas, popularmente conocidas como “mikoyanas”, que costaban 7 kopeks), sino que también importó la idea de que los procesos de la industria ligera y de la alimentación podían adaptarse a la gran industria.
Mikoyán introdujo en el comercio soviético el modelo norteamericano de los grandes almacenes “sin dependiente”. El principal supermercado del país era visto como una plataforma de investigación tecnológica.
La obra predilecta de Mikoyán era el departamento de moda del GUM, que le hizo abordar aspectos que para el comercio soviético eran nuevos: el diseño textil y la promoción de la moda. Durante los desfiles el departamento se llenaba hasta los topes de curiosos.
En 1959 el departamento de moda calculó que habían asistido a los desfiles de las colecciones del GUM 500.000 y 600.000 personas durante las giras que se organizaron por la URSS y el extranjero. En aquella época ni siquiera la casa Dior podía alardear de tales cifras. Pero las cifras no lo son todo. En junio del mismo 1959 el GUM se saturó literalmente de gente que quería ver los desfiles públicos de la casa francesa de alta costura. Para las sesiones fotográficas de la revista Life, las modelos de Dior posaron en las galerías que discurren por dentro del GUM.
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La tienda se convirtió en un lugar donde las mujeres soviéticas podían aspirar a parecerse un poquito más a las bellezas extranjeras. Y fue precisamente aquí donde apareció la legendaria Sección 200, que ofrecía un servicio especial para la élite del Partido.
Era un punto en el que, aun en tiempos de déficit, se podía comprar un vestido de Chanel, un sueño prácticamente inalcanzable para actrices, bailarinas, diplomáticos y locutores de televisión. Aquella sección era un secreto de Estado.
En la entrada que da a la Plaza Roja se instaló un puesto especial de policía. A los miembros del Politburó y sus esposas les dejaban entrar sin pase. El resto de “allegados” podía acceder con un pase de entrada y salida, previa solicitud al Comité Central. Por ejemplo, Yuri Gagarin, a su regreso del espacio, obtuvo un pase de entrada y salida para la Sección 200.
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