Un verano diferente a orillas del lago Baikal

Voluntarios de todo el mundo colaboran en la apertura de  senderos en una de las mayores reservas de agua del mundo. Fuente: Tatiana Marchanskij

Voluntarios de todo el mundo colaboran en la apertura de senderos en una de las mayores reservas de agua del mundo. Fuente: Tatiana Marchanskij

La asociación Great Baikal Trial está creando una red de senderos que rodea el lago y permite a los amantes de la naturaleza recorrer esta zona natural protegida. Voluntarios de diferentes países llegan hasta el Baikal en verano para colaborar en el proyecto.

Cuando se piensa en viajar a Rusia, automáticamente nos vienen a la cabeza bien palacios, museos y arquitectura monumental soviética, bien aventuras a bordo del Transiberiano. Sin embargo, más allá de estos 'lugares comunes' existe otra Rusia menos conocida pero no por eso menos interesante. Y esa es la que, al fin, iba a conocer. 

Meses antes había oído hablar de la asociación Great Baikal Trail (Bolshaia Baikálskaia Tropá en ruso) que, entre otras cosas, intenta concienciar a la población local de la necesidad de defender y conservar este entorno natural único. 

Pero su proyecto más emblemático –y atractivo, para qué negarlo– es la creación de una red de senderos que rodee el lago y permita a los amantes de la naturaleza recorrer esta zona natural protegida. Para ello, buscan la colaboración de voluntarios nacionales y  extranjeros. Y allá que decidimos ir una amiga y yo.  

Alrededor del lago más profundo del planeta se extiende la reserva natural del Baikal, de una belleza de cuento. Aquí crecen busques foliáceos y de coníferas, hogar de más de 300 especies de animales y 80 variedades vegetales, 25 de las cuales están incluidas en el Libro Rojo de especies en peligro.

Superada la yincana en que a veces se convierte conseguir todos los papeles del visado, llegué a mi cita poco antes de las 9 de la mañana en la sede de la asociación en Irkutsk, donde cargamos un minibús con el material y los víveres necesarios para los 15 días que iba a durar el campo de trabajo. 

El minibús nos llevó a voluntarios (una rusa, dos alemanes, un australiano, un suizo y dos españolas) y responsables de la asociación (la brigadir y una traductora para quienes no hablaban ruso) hasta Listvianka, donde cargamos un barco con el material y pusimos rumbo al lugar de acampada, en la orilla septentrional del Baikal, aproximadamente a hora y media andando de la población más cercana, Bolshoie Goloústnoie. 

Tras unas tres horas de barco y otras tantas de traslado de material a pie, el campamento fue tomando forma: tiendas para dormir, tienda de material y de víveres, tienda-wc, fuego para cocinar, aprovisionamiento de leña,… 

Mientras, iba descubriendo lo útil que es saber hacer fuego, me preparaba mentalmente para pasar 15 días sin comodidades, y esperaba a que llegara mi amiga: su vuelo había sido desviado a Ulan-Udé debido a la niebla y solo pudo incorporarse al proyecto al caer la tarde. 

Al día siguiente, y antes de empezar a trabajar, la brigadir explicó las normas de trabajo y de convivencia, nos mostró el lugar donde íbamos a trabajar y las herramientas de las que disponíamos. 

En principio, estaban previstas unas seis horas de trabajo entre la mañana y la tarde, pero resultó que íbamos a trabajar solo por la mañana puesto que estábamos en una zona donde no había mucho tramo para adecentar. 

De hecho, a los dos días surgió una pequeña revolución: para los voluntarios (senderistas con experiencia) el camino ya era totalmente transitable, por lo que creíamos que no era necesario ampliarlo más. 

Fuente: Marta Sánchez-Nieves 

Estábamos hablando de senderos de montaña, no de caminos, y nos parecía que determinadas actuaciones favorecerían la erosión del terreno. Creíamos que sería más útil avanzar en el desbrozamiento de otras zonas y, si sobraba tiempo, hacer batidas de limpieza por los alrededores. 

En este punto es importante aclarar que el movimiento ecologista es relativamente nuevo en Rusia y que los espacios naturales son tan extensos que hasta a nosotros nos parecía imposible imaginar que toda esa riqueza y diversidad pudiera desaparecer.

Por eso, a pesar de las normas que regulan la zona protegida, lo normal era encontrarse residuos que demostraban claramente el incumplimiento de las mismas. 

Pequeñas desavenencias aparte, los días pasaban entre el trabajo en el camino, los turnos para cocinar, excursiones por los alrededores, juegos varios para amenizar las tardes y, por supuesto, el sonido del Baikal, en cuyas aguas al principio nos metíamos con temor y donde acabamos dando hasta brazadas. 

Esta pequeña rutina estuvo siempre acompañada de senderistas de varias nacionalidades que paraban a preguntar el camino o a interesarse por nuestro trabajo, familias rusas de vacaciones en busca de un lugar donde acampar, veraneantes alojados en la colonia vacacional cercana y, para darle emoción, los guardias forestales de la reserva natural, quienes intentaban por todos los medios multar a la asociación en lo que a todas luces era un intento de sacarse un sobresueldo.  

Afortunadamente, las rusoparlantes supimos lidiar bien con ellos y lo más que conseguían durante sus visitas era una taza de té. 

Además, hubo que hacer alguna visita al pueblo para reponer alimentos perecederos. La presencia de dos españolas por aquellos parajes enseguida llamó la atención y rápidamente se extendió la noticia entre los veraneantes, hasta el punto de que un muchacho 'serio y trabajador' pidió a mi amiga que se casara con él. 

A los voluntarios lo que nos llamó la atención fueron unas pequeñas señales colgadas en las fachadas de las casas y que tenían dibujadas diferentes herramientas. Resultaron ser indicaciones para casos de incendio: la señal indica qué herramienta de extinción de incendios se puede encontrar en cada vivienda. 

Y así llegamos el último día. Una vez desmontado el campamento y borradas, en la medida de lo posible, las huellas de nuestra presencia allí, solo quedaba esperar a que nos recogiera el barco y hacer el camino inverso: travesía por el Baikal, minibús, llegada a la sede de la asociación para descargar el material y, al fin, poder darse una ducha de verdad. Porque las zambullidas en el Baikal y las visitas a la bania estaban bien, pero una ducha es una ducha. 

Información: 

la página web de la asociación está disponible en inglés, alemán y ruso. Por alguna extraña razón, la información en ruso no está destinada a los voluntarios extranjeros. La asociación se encarga de enviar la invitación para el visado, no siempre responden a la primera, pero si se insiste se recibe todo. En cuanto al alojamiento en Irkutsk, hay numerosos albergues, con precios para todos los bolsillos. En muchos casos, son simples pisos de particulares.

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