Oso blanco se acerca a automóvil en Vaichag, Siberia oriental.
Alamy/Legion MediaCinco osos blancos están asediando la estación meteorológica rusa situada en la isla de Vaichag, en Siberia oriental. Se han asentado a pocos metros de las edificaciones. En la estación trabajan dos jóvenes meteorólogas y un mecánico. No tienen medios para defenderse del depredador.
A principios de septiembre el ministro de Recursos Naturales y Ecología, Serguéi Donskói, ordenó a su institución proteger tanto a la población como a los osos, que están en peligro de extinción. Pero el gobernador de Nenetsia, Ígor Koshkin, ha prometido distribuir balas de goma por la población del litoral.
No es la primera vez que surge un conflicto entre el hombre y estos animales. En los últimos diez años, la migración masiva de osos de los hielos a la costa ha convertido el Extremo Norte ruso en el “reino del depredador”. Los expertos consideran que la gente tendrá que acostumbrarse y “entenderse” con los animales.
El cambio climático acelera los cambios
Las inesperadas “visitas” empezaron a raíz del calentamiento climático. Los científicos achacan esa migración masiva al desinterés de los osos por adaptarse a las nuevas circunstancias, cosa que sí hicieron los lobos marinos y otros animales salvajes.
Las primeras apariciones de osos blancos cerca de zonas pobladas se registraron hace unos diez años en Chukotka. Más tarde, en las costas de Yakutia y, después, cerca de la península de Yamal. En 2012, en una estación meteorológica, un oso acechó a un científico que salía de su vivienda y le atacó.
El responsable del Programa de Cambio Climático de WWF, Alexéi Kokorin, también estuvo a punto de ser víctima de un oso blanco en Spitsbergen. “Los osos no tratan de adaptarse porque han descubierto que pueden obtener alimento de una forma mucho más sencilla: de los humanos. Con todo, el mero hecho de ver a los osos blancos no nos expone a ningún peligro. No hay que dramatizar la situación. El retroceso del hielo no ha influido en modo alguno en su capacidad de adaptarse al medio”, considera Kokorin.
Animal con habilidades cognitivas
Los científicos están convencidos de que es posible evitar el ataque de un oso blanco, y que para ello no es necesario matarlo ni herirlo. “En la estación de Fiódorov no pasa nada de terrible. Lo único que ocurre es que la gente de allí no sabe cómo debe actuar. Temen ser atacados. ¡Pero precisamente a ellos no les ataca nadie! Las fieras han acudido para explorar un objeto nuevo, desconocido para ellos”, afirma Nikita Ovsiánnikov, vicedirector de la reserva natural ártica Isla de Wrangel y colaborador del Instituto de Problemas de la Ecología y la Evolución.
Según Ovsiánnikov, el oso blanco es un animal dotado de una mente altamente desarrollada y posee habilidades cognitivas. Al vivir en unas duras condiciones, destina muchas fuerzas a encontrar comida. Y acude a la estación meteorológica para averiguar si es posible conseguirla allí. El científico opina que, en el momento en que los osos experimenten en primera persona el efecto de las balas de goma, se alejarán unos cuantos kilómetros de la estación y se olvidarán de los meteorólogos.
Cinco maneras de evitarse un disgusto con los osos blancos
No alimentar al oso. O al menos no tirar basura que contenga restos de comida. En 2014 una empresa extractora rusa trasladó a una osa “cebada” a 40 kilómetros de distancia, pero la osa regresó.
Tras el aspecto feroz del oso blanco se esconde un corazón tierno y caluroso. No asustarlo con gritos. Entonces no le entrarán ganas de comeros.
Cuando aparezca un oso, hay que conservar la calma y evitar los aspavientos. El ruido, los saltos y el estrépito de un arma no servirán de nada en el norte.
Una bala de goma sería vuestro mejor ayudante en caso de que el oso finalmente ataque. El dolor del impacto asustará al depredador. No hay que matar a un oso de buenas a primeras: al fin y al cabo, figuran en el Libro Rojo.
Si el oso no se aleja, antes de tirar a matar hay que tratar de hablarle con calma. Los sonidos que emite ese extraño animal bípedo pueden sofocar al depredador.
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