Curiosidades de una infancia en la URSS

Fuente: Bart Everson / Flickr

Fuente: Bart Everson / Flickr

RBTH ha realizado una encuesta entre personas que vivieron su infancia durante la URSS para averiguar qué es lo que más echan de menos de aquellos tiempos en pleno siglo XXI. Durante la época soviética la oferta de artículos no era tan ingente como la actual, pero sí había ciertas cosas sin las que el ciudadano de a pie no podía concebir el día a día.

Agua de colonia

“El escritor ruso Iván Bunin escribió una vez que no hay nada que remita al hombre al pasado como los olores. Seguramente por eso lo primero que me viene a la memoria sea el agua de colonia Troinói”, dice la pediatra Irina Dubtsova. “Es el aroma que asocio con la infancia. En aquel entonces aún corría el rumor de que Troinói era el aroma preferido de Stalin. Mi abuelo, mi padre, el primer amor, el profesor de la Universidad e incluso los taxistas se perfumaban con esta agua de colonia. Todo el mundo la usaba. No costaba mucho dinero y se comercializaba en un frasco grande. Mi madre solía usarla para desinfectar las heridas, y mi padre, para limpiar el filo de las tijeras. Así que se puede decir que en la URSS todo el mundo olía igual”, se ríe Irina.

Los sellos

“Echo de menos el coleccionismo”, dice Yuri Krávchenko, periodista. “Yo mismo coleccionaba sellos y chapas de hockey. Más tarde empecé a coleccionar mecheros. Ahora recuerdo mi reacción cuando veía que otro chico había conseguido un sello raro. ¡Qué estrés! Habría sido más fácil nadar un kilómetro del tirón que encontrar aquel malogrado sello. Ahora ya no tiene sentido hacer colecciones, cualquier cosa se puede comprar sin mayor problema”.

El juego Nu, pogodí!

“Cuando yo era pequeño no había ordenadores ni consolas. Ahora mi hijo juega a no sé qué Contras y Crafts, y mi hija, con su teléfono, alimenta a los animales de una granja”, explica el ingeniero Alexéi Belévich. “Nuestra generación se entretenía con cosas más interesantes: en casa montábamos escondrijos donde guardábamos nuestros secretos de niños, jugábamos en el patio o en el garaje de papá. Pero hay un juego que echo de menos en especial: el juego para videoconsolas portátiles Nu, pogodí (en español, “¡Te vas a enterar!”), una especie de clon de la Nintendo. Recuerdo que corría el rumor de que si superabas los 1.000 puntos, aparecían unos dibujos animados en la pantalla. Yo era capaz de jugar sin parar hasta que me salían callos en los dedos. Y una vez conseguí llegar a los 1.000 puntos, ¡pero no salió ningún dibujo animado! Me llevé un buen disgusto”, bromea Alexéi Belévich.

Leche a granel

Polina Maslóvskaya, jubilada, explica que lo que le trae los recuerdos más entrañables es la leche a granel. “Había que ir a buscarla antes de entrar a trabajar, hacia las siete de la mañana, porque, si no, a la hora de comer ya se había agotado en las tiendas. Este tipo de leche se agriaba enseguida, y entonces mi madre la usaba para preparar buñuelos o los típicos bliní rusos. Hoy en día la leche aguanta muchos más tiempo en la nevera. Para ir a buscar la leche a granel guardábamos unas botellitas de vidrio. Las esterilizábamos a fondo y las dejábamos secar sobre el radiador de la calefacción. A veces resultaba pesado cargar varios litros en aquellas botellas, y entonces usábamos unos barriles y cubos especiales. Así es como solíamos hacerlo”.

Básculas domésticas para ir al mercado


“Siempre que íbamos al mercado nos llevábamos la báscula de casa. Era muy práctico, porque estábamos seguros de que no había un solo vendedor que no tratara de engañarnos”, explica Larisa Yegórova, jubilada. “Actualmente ya nadie las usa. Puedo imaginarme la cara que pondría la gente de la cola al verme sacar la báscula para comprobar el peso de cada bolsa de verduras”.

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