Vista de la céntrica prisión de Krestí. Fuente: TASS.
A principios de 2016 los presos de Krestí, una de las cárceles más famosas de San Petersburgo, serán trasladados a un nuevo recinto emplazado en el suburbio de Kólpino, a 33 km de la ciudad, donde actualmente se está construyendo el mayor centro de internamiento de Europa, que contará con 4.000 plazas.
La nueva prisión no solo será la más grande de Europa, sino de todo el mundo. Se trata de una verdadera ciudad en miniatura dotada de todas las infraestructuras: viviendas, centros religiosos, complejos deportivos, una clínica, talleres, e incluso un hotel para los familiares y visitantes.
“El problema es que la [antigua] institución está situada en el centro de la ciudad. De cara al Mundial de Fútbol 2018, la administración de la ciudad solicitó el traslado de la prisión”, explica Guennadi Kornienko, jefe del Servicio Federal Penitenciario de Rusia, en declaraciones a RBTH. El nuevo centro de internamiento se conoce popularmente como Krestí-2. Este, igual que los edificios antiguos, tiene forma de cruz, porque así es más fácil controlar a los reclusos.
Krestí-2 será la primera cárcel de Europa que estará dotada con ascensores especiales para transportar a los reclusos. Es posible desplazarse por todo el recinto penitenciario sin salir a la calle. Una de las nuevas soluciones de ingeniería ha sido prescindir de las torres de vigilancia. “El sistema de seguridad será completamente electrónico”, explica Kornienko.
Las instalaciones del nuevo edificio serán luminosas y las celdas para tres personas tendrán una superficie de cerca de 30 metros cuadrados, de acuerdo con los estándares europeos. Las paredes de las celdas estarán pintadas en un tono pistacho suave que contribuirá al bienestar psicológico de los reclusos.
Aún no se ha decidido el uso definitivo que se dará a los edificios penitenciarios del casco antiguo de la ciudad. La administración municipal ha propuesto convertir la antigua cárcel en un área creativa: un espacio de creación, talleres y exposiciones. “Es necesario para rehabilitar física y moralmente esta parte de San Petersburgo”, declara Irina Babiuk, presidenta del Comité Municipal para inversiones y proyectos estratégicos, a la publicación electrónica The Village.
El Servicio Federal Penitenciario (FSIN, por sus siglas en ruso), titular del edificio, es la institución que debe decidir el uso que en adelante se dará a Krestí. Kornienko señala que aún no se ha tomado ninguna decisión sobre el futuro de la antigua Krestí, situada a orillas del río Nevá, pero se barajan muchas opciones. En cualquier caso, Krestí es un monumento de la arquitectura y consta como tal en el Comité de Conservación de Monumentos, por lo que su reconstrucción no sería posible.
La historia de la famosa prisión
Fueron los propios reclusos quienes construyeron la cárcel Krestí en 1892. El arquitecto Antoni Tomishko proyectó los edificios en forma de cruces idénticas. Todos los edificios eran de ladrillo rojo y fueron construidos en estilo seudo-gótico. Rusia pasaba a tener, además de la cárcel más grande de Europa, el centro más moderno equipado con la tecnología más avanzada: alumbrado eléctrico, calefacción por agua caliente y ventilación. En aquella época no fueron pocos los reclusos que vieron la electricidad por primera vez precisamente mientras cumplían sus condenas.
Hasta 1917 en Krestí los revolucionarios y activistas políticos cumplían condena junto a los presos comunes. Hubo reclusos de todas las facciones: desde liberales hasta bolcheviques. Y en los años 30 la cárcel empezó a llenarse de víctimas de la represión estalinista. En las celdas de aislamiento, en una superficie de 3 metros cuadrados, se hacinaban entre 15 y 17 personas. Entre aquellos presos se encontraban también el historiador Lev Gumiliov y el futuro mariscal Konstantín Rokossovski.
En Krestí se dieron varios intentos de fuga. Los delincuentes, gracias a la ayuda de los celadores, falsificaban acreditaciones policiales con recortes de periódico y modelaban pistolas hechas de pan. En 1991 Madúyey, un criminal, trató de fugarse. Le ayudó una jueza de instrucción que se había enamorado de él y le había proporcionado una pistola. Pero el intento fracasó y la jueza fue condenada a 7 años. La película Romance en la cárcel se inspiró en la historia de esta fuga.
El intento de huida más sonado de Krestí fue el así llamado “Motín de 1992”. Yuri Kerepiolkin, que había sido condenado a morir fusilado, ideó una fuga a través del patio de ejercicio situado en el tejado de uno de los edificios. En caso de fracasar, tenía previsto tomar como rehenes a los guardias de la prisión. Para formar un grupo reclutó a seis presos más que, igual que él, habían sido condenados a fusilamiento o a penas muy duras, con lo que no tenían nada que perder. Decidieron huir el día del Ejército Rojo, el 22 de febrero. Además de ser una festividad nacional, aquel día se celebró el cumpleaños de Valentina Avakúmova, una guardia de seguridad, por lo que los carceleros habían bajado la guardia.
Los detenidos no consiguieron huir por el tejado, fueron descubiertos desde la torre de vigilancia y se dio la alerta. Entonces tomaron como rehenes a dos guardias, uno de los cuales era la propia Avakúmova, y exigieron que se les proporcionara dinero y un helicóptero para huir al extranjero. Toda la ciudad siguió de cerca el “motín” y en las inmediaciones de la cárcel se agolparon multitud de periodistas. Las negociaciones con los delincuentes no dieron resultado y entonces llegó una orden de Moscú para iniciar el asalto a Krestí, que se saldó con la muerte de tres conspiradores y un rehén.
Y este año el ex trapecista Alexander Pokrovski se valió de sus habilidades: saltó desde la cuarta planta y se dio a la fuga deslizándose bajo el alambre de púas.
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