“Desconfío de los ‘singles’ por aburridos”

Svetlana Beloúsova hace las veces de psicóloga y experta en relaciones de singles y ligues online, tertuliana, técnica en comercio exterior y especialista en gastroturismo, su última profesión. Cuenta, entre otras muchas cosas y cursos varios, con un libro sobre el mundo de solteros y solteras en internet en busca de su media naranja, otro que no quiere sacar por solidaridad con las mujeres y una novela de ficción. No habla, dispara. Y a mil por hora. Es una máquina de dar titulares, sobre la estupidez de los hombres, de las mujeres, sobre el amor, el sexo, España, donde vive desde hace más de tres décadas...

¿Cómo se define usted?

España es uno de los países con más solteros del mundo, si tenemos en cuenta su población. Fuente: García Abril

Como una mujer que nunca deja de aprender. Creo que cuando nos paramos nos convertimos en seres aburridos. Un ex mío decía que antes de salir conmigo tenía que aprenderse el periódico: me interesa todo y eso es agotador.

De la investigación que hizo sobre redes sociales y singles salió el libro El poder del anonimato, se hizo tertuliana, empezó a organizar cenas para desparejados... Parece que hay mercado.

Enorme. España es uno de los países con más singles del mundo, si tenemos en cuenta su población. Y la explicación está en la crisis de la familia como entidad en una sociedad en la que ni el Estado ni los hombres han entendido la independencia económica de la mujer.

A ellas no se les apoya, ni como trabajadoras ni como madres. Aquí se va con 35 años de retraso en igualdad. Y lo malo es que eso crea una dinámica perversa: ellas, que son unas supervivientes natas, se hacen guerreras, desconfían del entorno, incluido él. Y el hombre se hunde. El ambiente para la mujer —donde debe defender su sueldo, su ocio, su igualdad, sus derechos— la convierte en abogada penalista y el hombre no es un acusado.

No parece un retrato muy alentador. Ni de ellos ni de ellas.

En mi libro me meto mucho con los hombres, que a estos portales van solo por sexo y mienten, pero también con las mujeres. Lo que pasa es que me siento más solidaria con ellas. Pero sí, de entrada, desconfiaría del mundo de los singles, por aburridos.

Para tener pareja estable hay que currárselo mucho. Los buenos no están solos. De lo que yo vi, el 60% de los hombres estaban casados y el 12% tenían trastornos psicológicos. De mi estudio saqué que solo un 2% eran normales. La mayoría son unos tocapelotas y ladrones del tiempo de los demás usuarios; nunca van a quedar y solo utilizan Internet como desahogo. No tienen para pagar ni una copa, ya no digo un psicoanalista.

En un segundo libro, Pidiendo peras al olmo, las féminas no salen muy bien paradas.

Sí, está escrito, pero resulta ofensivo y no quiero publicarlo. La mujer está muy perdida y vuelve locos a los hombres castrando su masculinidad. Se siente discriminada, acosada, vista como una especie de objeto de un rápido desahogo y empieza a actuar igual que ellos en internet: miente, engaña, se inventa otra vida, deja esperanzas y finalmente se cansa de ese papel que no le pertenece o no le interesa. Luego hay mujeres a las que la soledad las convierte en tóxicas. Y es por envidia.

Entonces, empezó a organizar cenas reales para ligar.

Detesto la palabra ligar. Suena a poca sinceridad y a algo momentáneo. Lo que propongo a mis seguidores solteros es cambiar el hábito de organizar su ocio. En las cenas que convoco (de unas 12-14 personas), los filtro por afinidades y por edad, y les pido que ellos cuenten con un sueldo mínimo de 60.000 euros anuales y paguen una cuota por cena de 150 euros; ellas, 40. Pienso hasta cómo los siento y, si no hay temas de conversación, los llevo yo.

Eso de que los hombres deban ganar ese mínimo y paguen más suena machista.

¡No empecemos con la ley de igualdad en la primera cita! ¿A qué mujer no le gusta que la halaguen y regalen flores? Quizás diremos que no, pero es falso. 

Y finalmente se aburrió del mundo single y entró en el del gourmet.

Sí, me empecé a aburrir de la gente que no es capaz de reconocer que hay otros lugares, otro ocio y otra forma de empatizar. Entonces monté una serie de rutas enológicas y gastronómicas de vanguardia para rusos que quieran algo más que sol. He llegado a acuerdos con primeras figuras de la gastronomía madrileña como Rodrigo de la Calle y Floren Domezáin para que el cliente no solo vaya a comer sino que tenga una clase magistral con un chef, conozca en qué basan su cocina, cuáles son sus criterios de selección de la materia prima y en qué se inspira para sus creaciones. Es mi forma de hacer marca España.

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