Cierra sus puertas el principal museo sobre el Gulag

Perm-36, abierto desde finales de los 80, cesa su actividad. La administración apela a cuestiones financieras mientras los activistas lo niegan. Fuente: Lori / Legion Media

Perm-36, abierto desde finales de los 80, cesa su actividad. La administración apela a cuestiones financieras mientras los activistas lo niegan. Fuente: Lori / Legion Media

El museo de la memoria de las víctimas del totalitarismo Perm-36 ha cesado su actividad. RBTH intenta averiguar las causas: un cambio en las tendencias ideológicas o el deseo de la administración de ahorrar dinero.

El museo de la represión política Perm-36 abarca un enorme territorio que se encuentra en el lugar de un antiguo campo de trabajo en la región de Perm. Durante la época soviética aquí se cumplía condena “por delitos estatales peligrosos”. A principios de los años 70, según el testimonio del defensor de los derechos humanos Serguéi Kovaliov, que estuvo internado allí, comenzaron a llevar al campo “presos políticos”: nacionalistas ucranianos y de los países bálticos, disidentes moscovitas, etc. En 1988 se cerró y al cabo de poco tiempo se abrió el museo.

Perm-36 era un lugar único. Tatiana Margólina, defensora de los derechos humanos de la región, comenta a RBTH: “Este era un ejemplo de la productiva colaboración entre la administración y las organizaciones sociales. El Estado es propietario de la infraestructura del antiguo campo de trabajo y la organización sin ánimo de lucro se ocupa de los objetos de exposición, los archivos, las visitas guiadas y los programas educativos y de investigación”.

El museo adquirió fama en toda Rusia debido al festival anual Pilorama, al que acudían músicos, pintores, actores y activistas de todo el país. Todo esto fue posible durante el gobierno regional de Oleg Churkinov, un político con fama de patrocinador de las artes y con ideas más progresistas.

Durante su mandato se comenzaron a organizar festivales multitudinarios y se destinaron grandes cantidades de dinero a proyectos artísticos. El galerista y crítico de arte Marat Guelman, con el apoyo del gobernador, abrió en Perm el Museo de Arte Contemporáneo PERMM, y el productor teatral Eduard Boyakov abrió un teatro con una fuerte carga política llamado “Stsena-Molot”.

El fin de una política cultural

Sin embargo, con la llegada en 2012 del nuevo gobernador, Víktor Basarguín, los proyectos culturales y educativos comenzaron a desaparecer y el festival Pilorama dejó de recibir financiación, por lo que acabó por no volver a celebrarse. Y ahora le ha llegado el turno al museo.

Este año se despidió a la antigua dirección del museo, dos entusiastas que habían trabajado en él desde sus inicios: Víktor Shmyrov y Tatiana Kursina. La nueva dirección la ocupó una funcionaria del Ministerio de Cultura de Perm, Natalia Semakova, que anteriormente no tenía ninguna relación con el museo.

El pasado mes de julio, tras una serie de infructuosos intentos de restablecer el statu quo, la organización sin ánimo de lucro Perm-36 anunció oficialmente la interrupción de su colaboración con el museo y ahora se propone llevarse todas sus posesiones, es decir, toda la colección. Por ahora no se sabe qué se mostrará en el futuro en estas instalaciones, que permanecen cerradas.

La administración de la región ha intentado tranquilizar a la sociedad y ha declarado que el museo seguirá funcionando. Serguéi Malenko, director del departamento de programas civiles y especiales de la Administración del Gobernador de la región de Perm, declaró en una rueda de prensa que el museo no se desvinculará de su temática actual: “Tenemos previsto preparar exposiciones sobre la historia del Gulag en la Unión Soviética y en la región de Perm. Habrá una gran exposición sobre la historia de la represión política en la época anterior a la URSS, que contará con una parte dedicada a la dinastía de los Románov. Se planea crear una gran biblioteca especializada que podría convertirse en la mayor biblioteca de Rusia”.

Malenko comenta además que se está estudiando la posibilidad de incluir las instalaciones en la lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

“La administración de la región de Perm asegura que nuestra ONG le pedía demasiado dinero. Todo eso es mentira… Lo que pasa es que el estado ha decidido tomar el control de la actividad de las ONG, especialmente en ámbitos tan sensibles como la historia del país”, comenta a RBTH miembro de la ONG Memorial, Arseni Roguinski, uno de los fundadores del museo. El activista bromea amargamente diciendo que a partir de ahora contratarán como consultores principales a los antiguos guardias, que contarán a los visitantes lo bien que cuidaban de los presos…

¿Olvidar o recordar?

Fuente: Lori / Legion Media

Los antiguos empleados del campo ya habían cuestionado el funcionamiento del museo. “He visto los folletos del museo Perm-36 y sus publicaciones en los periódicos. Hay algunos uniformes a rayas, unos grilletes, botas, unos cuantos alambres de púas y un par de cuencos de acero inoxidable. Y cuentan tonterías como que allí los presos morían, eran asesinados, etc. El personal del campo, que estaba a su alrededor, a veces comía peor que ellos, y ellos aún se quejaban, se declaraban en huelga de hambre porque algo no les gustaba”, comenta el antiguo vigilante del campo Anatoli Teréntiev.

Esta opinión de los antiguos guardias fue apoyada por el movimiento social llamado 'La esencia del tiempo', dirigido por el director de teatro y presentador de televisión Serguéi Kurguinián. Esta asociación acusó públicamente al museo de llevar a cabo una política proestadounidense y de distorsionar la historia, de nuevo citando los testimonios de los antiguos empleados del campo.

Vídeo: "Perm-36", Fantasma del GULAG

Pero todo esto no sólo afecta a Perm y a su museo. La opinión pública respecto a las represión estalinista ha cambiado radicalmente desde la época de la perestroika. Esto lo confirman también los expertos del laboratorio de investigaciones de los medios de comunicación de la Escuela Superior de Economía, que en mayo de este año realizaron una encuesta entre los habitantes de las zonas agrarias de Tatarstán. Muchos campesinos recuerdan positivamente el periodo de Stalin.  A pesar de que reconocen que las represiones masivas sí tuvieron lugar, aseguran que la 'mano dura' del gobierno contribuye a que reine el orden en el país.

Periódicamente surge la cuestión sobre el retorno a las ciudades, calles y plazas del nombre de Stalin e incluso sobre la restauración de monumentos al líder. Por no hablar de la venta masiva de calendarios con la imagen de Stalin y otros tipos de souvenirs.

Otros niegan que esta tendencia esté adquiriendo un carácter tan masivo. Entre ellos, la sociedad Memorial, que lleva muchos años dedicándose a la investigación de la historia de las represión políticas en la URSS y realizando investigaciones históricas entre los estudiantes de últimos cursos de las universidades.

En Moscú existe el Museo de la Historia del Gulag, que es pequeño pero que recibe multitudinarias visitas tanto de adultos como de niños. Además, recientemente un grupo de entusiastas dirigido por el periodista y activista Serguéi Parjomenko anunció una nueva iniciativa titulada “Último domicilio”. El grupo se propone instalar signos conmemorativos en los edificios donde vivieron personas que fueron víctimas de la represión estalinista.

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