Qué llama la atención a los extranjeros que viven en Rusia

Con frecuencia, al trasladarse a otro país, las personas se asombran de las costumbres locales. Nos hemos propuesto contar qué es lo que más sorprende a los extranjeros de este singular, enigmático y extraño país: Rusia.

Todos coinciden en que las mujeres rusas siempre se visten como si fueran al teatro o a alguna celebración. Es algo poco habitual y enseguida salta a la vista. Yo mismo nací en Ucrania y la primera vez que vine a Rusia, habiendo viajado por el mundo previamente, advertí esta peculiaridad. La mujer rusa se maquilla y se sube en unos tacones incluso para ir a comprar el pan.

En una ocasión, viajando por Europa, me fijé en las trabajadoras de los aeropuertos. En Moscú llevaban tacones muy altos; en la vecina Ucrania, los tacones ya eran un poco más bajos; y a medida que me acercaba al centro de Europa, los tacones iban menguando. En Praga, sus colegas ya calzaban unas cómodas zapatillas de deportes. Naturalmente que se pueden encontrar también mujeres de punta en blanco en Francia o Italia, pero en Rusia esta práctica constituye una tendencia de masas.

Otra característica de los rusos es que no sonríen. Los europeos y latinoamericanos sonríen a todo el mundo solo por cortesía. Esa es la costumbre. Los rusos, sin embargo, solo sonríen si realmente simpatizan con su interlocutor. Al principio te incomoda, parece que a ti te tratan peor que a los demás. Pero en cuanto te acostumbras, lo que parecía un inconveniente se convierte en una ventaja: las inusitadas sonrisas corroboran que eres bien recibido y que no solo se está siguiendo el protocolo. 

El ‘qué tal’ y la mayonesa

En occidente, la pregunta ‘qué tal’ tiene más bien un carácter ceremonioso, mientras que en Rusia se le da una respuesta extensa y meditada. A este respecto, circula por ahí una historia sobre un escritor ruso.

Al parecer, estaba tan harto de que le preguntaran ‘qué tal’ que se dedicó a gritar a la gente “así que quieres saber qué tal me va”, y acto seguido sujetaba a su interlocutor por la solapa y no lo soltaba hasta que terminaba de contarle todos y cada uno de los cambios que había experimentado recientemente.

Al cabo de un tiempo, la gente empezó a esquivarlo con recelo, bajando la mirada a su paso. Esta historia lleva al absurdo la peculiaridad que tienen los rusos de contestar completamente en serio a las preguntas que se les formulan. En este sentido, como en el caso de las sonrisas, si un ruso muestra interés, lo hace de forma sincera.

La expresión facial, la gesticulación, las fórmulas lingüísticas… y, por supuesto, también la comida. Si hay algo que llama la atención de la comida rusa, es el exceso de mayonesa.

Se añade a todo: a la ensaladilla navideña Olivié (la famosa ensaladilla rusa), a la conocida como ‘arenques abrigados’ (abrigados, como no, con mayonesa) y a muchas otras ensaladillas. Incluso se las arreglan para hornear la carne bañada en mayonesa —lo cual es bastante popular—, aunque en todo el mundo se sabe que la mayonesa es una salsa que se sirve fría (para ensaladillas) y que, si se calienta, puede echarse a perder. 

Qué dicen los ‘expatriados’

A cada uno le sorprende una cosa diferente. Al programador indio Sovon Das, que vive en Rusia, le extraña que tan poca gente sepa inglés; le sorprende lo difícil que es encontrar trabajo para un extranjero y lo elevados que están los precios.

A la norteamericana Amy, educadora en una guardería, le impresiona la pasión de los rusos por la recogida de setas: “A diferencia de la mayoría de los norteamericanos, a la gente en Rusia le gusta recoger setas. Al principio me pareció extraño e incluso peligroso, en cierto modo, que tal cantidad de gente saliera a buscar setas al bosque”.

Pero el ejemplo más curioso sobre las singularidades de los rusos lo expone el británico Martin Cooke, que imparte clases magistrales de teatro: “Un día, mi esposa Natasha estaba esperando a su madre para que nos echara una mano con nuestro primer hijo, Arturchik. El tren debía llegar desde Bashkiria a las 16:00. Por desgracia, Natasha se puso de parto a eso de las 2 de la madrugada, así que le dije: —Llama a la comadrona que yo iré a buscar a tu madre en un taxi. —No cariño, tengo que ir contigo —me contestó Natasha entre espasmos, —tengo que ir contigo. —Eh, ¿pero por qué, cariño?, ¿no deberías quedarte y hervir agua o rasgar unas sábanas o algo así? le contesté (íbamos a tener el niño en casa). —No, cariño, tengo que ir, mi madre trae patatas de Bashkiria y tengo que ayudarla con las bolsas”.

Agradecemos al Club de debate de Moscú Ru-En Games for Expats (engam.ru) la ayuda prestada en la preparación del material.

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