Un machismo estructural impide que accedan a puestos de dirección. Las que lo hacen se enfrentan con mayores dificultades que los varones. Fuente: Getty Images / Fotobank
Tras licenciarse en la universidad, Elena Kuznetsova pasó siete meses buscando trabajo como restauradora de madera.
“Mi profesión impresiona a primera vista, pero en realidad incluye labores de carpintería”, explica Elena. “Todas las entrevistas de trabajo a las que me presenté me las hicieron hombres que pensaban que yo no podría lidiar con esa parte de carpintería”.
Finalmente llegó a una entrevista con un jefe que había viajado mucho y que había conocido a una extraordinaria mujer carpintera en Italia. “Me emocioné al encontrar por fin un responsable que fuese más allá de los estereotipos”.
Sin embargo, muy pronto su alegría se transformó en decepción. A pesar de sus largas horas de trabajo y de los obvios progresos en su aprendizaje, Elena no pudo ascender ni un solo nivel en su carrera. En cuatro años en la compañía, se quedó fuera en tres oportunidades de promoción. Cada vez, la vacante de jefe del departamento era ocupada por sus colegas hombres. Más tarde descubrió que le pagaban menos que a sus compañeros.
“Empecé a preguntarme ¿hay alguna mujer en cargos de gestión en toda nuestra empresa? Resultó que había dos: la contable y la secretaria, responsables de un ejército de asistentes, todas mujeres. Todas las otras posiciones claves estaban ocupadas por hombres. Esto me sacaba de quicio y empecé a buscar otro trabajo”.
Al final, Elena se despidió y volvió a la universidad para mejorar sus oportunidades en el mercado laboral.
Afirma Alexánder Tarasov, director del Centro Phoenix de Nueva Sociología: “En el pasado, las mujeres solo podían competir entre ellas y, por lo general, por la atención de los hombres. Pero incluso en esa situación, las más ambiciosas podían hacer carrera 'por proximidad': podían casarse con un hombre de estatus o ayudar a su marido a construir su carrera desde cero. Todo su círculo social sabría quién llevaba realmente las riendas, pero, en público, sería el marido quien recibiría el reconocimiento por sus logros”.
Ahora las mujeres tienen la oportunidad de tener sus propias carreras, pero tienen que trabajar el doble de duro para competir con hombres por puestos directivos.
“Si puedo, prefiero contratar hombres porque es más fácil trabajar con ellos”, afirma Vladímir Petrov, director de la agencia de publicidad 'Vector'. “Les puedes encargar tareas 24 horas al día, siete días a la semana sin sentirte culpable por alejarlos de su familia. Los hombres no se cogen la baja de maternidad en el momento más inoportuno. Pero sucede que el sector de la publicidad atrae principalmente a mujeres. Si tengo a dos candidatas jóvenes en una entrevista y una es más guapa que la otra, elegiré a esta última, para que no distraiga al resto del equipo”.
Muy pocas mujeres alcanzan puestos de dirección en Rusia. Por ejemplo, el 97 % del cuerpo de ministros son varones, así como el 90 % de los miembros del parlamento. También son hombres, por lo general, los directores de empresas y departamentos universitarios. Las únicas excepciones de profesiones en las que los puestos directivos están ocupados por mujeres son el sector servicios y las finanzas, con un 25 %.
Algunas profesiones en Rusia son consideradas todavía trabajos de mujeres: cajeras, oficinistas, gestión de recursos humanos y relaciones públicas, contables y asistentes personales.
Las mujeres tienen un problema que hace que sus ambiciones profesionales sean muy difíciles de conseguir: en casi todos los casos, tienen que elegir entre su familia y su carrera. Tener hijos y criarlos requiere tiempo y esfuerzo e incluso a día de hoy, la mayor parte de las mujeres eligen dedicarse a su familia.
“Si no han conseguido afianzar un puesto directivo antes de tener un hijo, será mucho más difícil hacerlo después”, dice Alexéi Polevoi, catedrático en el Instituto de Psicoanálisis de Moscú. “Los puestos de gestión dejan a la gente agotada y cambian a las personas a nivel psicológico, tanto que su familia no las reconoce. Las mujeres de negocios suelen estar divorciadas y ser madres dominantes. Tienen muchos más problemas encontrando pareja que otras mujeres, ya que sus exigencias intelectuales y emocionales son diferentes. Un hombre ordinario no comparte el estatus y la visión del mundo de una mujer de negocios. Sin embargo, ellas también quieren una vida personal feliz”.
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Además, no todos los maridos son capaces de ofrecer apoyo sincero a una esposa que está dedicando todo su tiempo y atención a su trabajo. Los hombres rusos están lejos de poder aceptar que la mujer tiene el papel dominante en la familia.
Las tradiciones rusas están centradas en la familia. Esta es la razón por la cual las mujeres, a pesar de sus ambiciones laborales, normalmente aprovechan entera su baja de maternidad de tres años.
El feminismo ruso está lo suficientemente desarrollado para que una mujer pueda hacer carrera, pero el país sigue siendo mayoritariamente patriarcal. “Una mujer no puede mandar sobre un hombre”, es el reproche más común que se oye a los subordinados varones de una mujer de negocios.
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