Ser homosexual en la Rusia actual

El rechazo social y una creciente homofobia lleva a numerosas personas a esconder su identidad sexual. Fuente: Reuters

El rechazo social y una creciente homofobia lleva a numerosas personas a esconder su identidad sexual. Fuente: Reuters

Leyes, apoyadas por las encuestas, que prohíben la propaganda homosexual o la adopción por parejas extranjeras del mismo sexo. La situación es difícil para los homosexuales en Rusia.

¿Se puede ser gay y vivir con normalidad hoy en Rusia? "Es posible, con la condición de llegar a algunos compromisos", opina Iana Mandrikina, de 35 años, agente inmobiliario. "Debemos esconder nuestra orientación ante nuestro entorno e interpretar un personaje. Para algunos, esto llega hasta el hecho de contraer matrimonio", explica, mirando a su interlocutor directamente a los ojos. Todo en ella es muestra de fuerza de carácter y una gran energía. Sonriente, relajada, Iana considera que ha tenido éxito en su vida profesional y social. Rechaza cualquier idea de handicap: "Mi homosexualidad no me ha impedido de ningún modo realizarme como persona. Ni a mí ni a mis amigos. Tengo a unas 700 personas en mi círculo social, todas muy bien adaptadas socialmente. Personas que han tenido éxito en la sociedad y en su profesión y que tienen altos ingresos”.

Ley sobre propaganda de “actitudes sexuales no tradicionales” fue aprobada por la Duma a principios de junio. Según lo establecido no se podrá dirigir a menores información sobre la homosexualidad y habrá multas de hasta 31.000 dólares en caso de infringirla. Numerosos activistas y asociaciones de derechos humanos han denunciado esta ley como homófoba y creen que su ambigüedad hará que se cometan numerosos abusos contra las minorías sexuales.  

Lo que une a Iana y sus amigos son cualidades humanas especiales. Pero también podría ser el rechazo de los sectores más intolerantes o simplemente peor informados de la sociedad. "Gracias a nuestra diferencia, o quizá a causa de ella, hemos desarrollado la capacidad de defendernos, de escondernos, de luchar". Aquí vemos cómo se rebate el estereotipo del gay pasivo y frágil. ¿Son los gays rusos unos luchadores? Algunos reivindican su homosexualidad, otros la esconden. 

Como muchos de sus amigos, Iana viene de una ciudad de provincias y se ha hecho un hueco por ella misma en la capital rusa, lo que ha supuesto un inmenso esfuerzo. "Soy de Tver (200 kilómetros al norte de Moscú)", nos cuenta. "Evidentemente, es más fácil vivir libremente en una gran ciudad como Moscú que en un pequeño pueblo donde se conoce todo el mundo". 

Subraya que en la capital existe una gran comunidad homosexual con sus diversiones, sus lugares de encuentro y sus eventos sociales. "La oferta para el ocio es muy amplia, desde noches de juerga a desenfrenadas veladas románticas", bromea. 

Según Iana, la segunda ciudad del país, San Petersburgo, tiene una vida comunitaria más desarrollada que la de la capital. "Desde los años 2000, ya no pensamos en dedicarnos en cuerpo y alma al activismo o a la defensa de los derechos de los homosexuales", recuerda Iana. "Nos hemos consagrado a nuestros logros profesionales. Pensamos, antes que nada, en aprovechar nuestra juventud y nuestra libertad". 

Salir o no salir del armario 

Sin embargo, Iana decidió el mes pasado renunciar al anonimato. "Salió del armario" en el mismo momento que otros treinta gays y lesbianas: todos anunciaron abiertamente su orientación sexual en Afisha, una conocida revista de moda, arte y música. Un acto de protesta contra la oleada de homofobia que, según ellos, sacude el país. 

No fue fácil tomar la decisión. "Tenía mucho miedo de revelar mi orientación", recuerda. "Como individuos, todos tenemos miedo al rechazo. He tenido que esperar 35 años para poder dar este paso. Hasta ese momento, mis padres no sabían nada. Para mi padre, piloto en la aviación militar, la homosexualidad era un tabú". 

Iana cree que solo la mitad de sus amigos homosexuales se lo han contado a sus padres; ella forma parte de una minoría de homosexuales decididos a luchar por proteger sus derechos. 

"Haría falta que más gente saliese del armario", opina. Al mismo tiempo, afirma temer por su seguridad personal. "Tengo miedo de que un extremista me agreda por la calle. Los homófobos no dudan en golpear a mujeres", añade. Según Iana, no son solo los homosexuales donde apunta lo que ella define como "el giro ultraconservador del Gobierno. Todas las minorías están en el punto de mira, todos los que son diferentes a la masa". 

Para vivir felices, vivamos escondidos 

Dmitri, de 25 años, ve las cosas de otra manera. "¿Mi opinión? Vivamos bien, lo que quiere decir, vivamos escondidos. Mi madre es la única que está al corriente de mi orientación sexual. Y mis amigos, por supuesto". 

¿Pueden delatarte tus gestos o comentarios? "Quizá algunos de mis colegas de trabajo sospechan, (Dmitri trabaja en la organización de los Juegos Olímpicos de Sochi) puede que murmuren a mis espaldas, pero nada más. Tomo precauciones. Y si me despiden, no me costará nada encontrar trabajo en otra parte. Además, muy pronto trabajaré por cuenta propia", concluye. "Soy extrovertido y tengo muchas amistades. Por ejemplo, hombres casados, funcionarios del más alto nivel", confiesa riendo. 

Poco interesado por el activismo político, a Dmitri le preocupa muy poco la nueva ley sobre la prohibición de la propaganda homosexual. "Eso no cambiará nada para mí. Estoy en contra del desfile del Orgullo Gay, lo único que hace es poner a la sociedad en nuestra contra. Cuanto menos se hable del tema, mejor". 

Dmitri viaja a menudo al extranjero, de vacaciones o por trabajo. Es perfectamente consciente de la diferencia de mentalidad en occidente, pero no tiene ninguna intención de emigrar. "Me gano bien la vida en Moscú y mi modo de vida no difiere en nada del de los gais franceses o británicos. A veces allí también es mejor evitar ciertos barrios, no llamar la atención. La homofobia existe en todas partes".

Todos los derechos reservados por Rossíiskaia Gazeta.

Esta página web utiliza cookies. Haz click aquí para más información.

Aceptar cookies