Por qué las autoridades soviéticas callaron tras el accidente de Chernóbil

Igor Kostin/RIA Novosti
Nikolái Ryzhkov, dirigente soviético encargado de las operaciones de limpieza tras el accidente en la central nuclear, comenta a RBTH cómo se dirigieron las labores durante aquellos trágicos días. El 26 de abril de 1986 tuvo lugar la explosión del reactor 4 de Chernóbil, que afectó a decenas de miles de personas.

Recuerdo perfectamente aquel día. Era un sábado y me estaba preparando para ir al trabajo. En ese momento me llamó el ministro de Energía Eléctrica, Anatoli Maiorets, y me dijo que en la planta de Chernóbil había ocurrido un accidente y que no sabía los detalles. Me encargó averiguar qué había pasado antes de llegar al trabajo. A decir verdad, no me podía ni imaginar que hubiera explotado un reactor. Había habido varias averías: fallos en los generadores y en las turbinas… Había pasado de todo, pero cuando informaron de que se trataba de la central nuclear lo vi claro. Era realmente preocupante y fuera de lo común. Comencé a tomar medidas inmediatamente.

A las dos-tres horas, aproximadamente a las 11 de la mañana, ya había firmado un documento sobre la creación de una comisión gubernamental encabezada por el subdirector Borís Scherbina, que ya ha fallecido. A las tres de la tarde se había reunido toda la comisión, que resultó ser bastante amplia. Estaba compuesta por científicos y encargados de los ministerios. Ese mismo día tomaron el avión a Chernóbil y el sábado por la tarde me informaron de lo que había ocurrido en realidad. Su opinión era que, teniendo en cuenta que la ciudad de Prípiat se encontraba contigua a la planta nuclear y que en ella vivían 50.000 personas, era necesario evacuarla urgentemente. Autoricé la evacuación y se tomaron preparaciones durante toda la madrugada. Entre las dos y las tres del domingo 27 de abril me hicieron saber que no había gente en Prípiat. No quedaban más que los perros.

Nikolái Ryzhkov. Fuente: Maksim Blinov/RIA NovostiNikolái Ryzhkov. Fuente: Maksim Blinov/RIA Novosti

El sábado 26 de abril en Prípiat se estaban celebrando varias bodas. Durante más de 24 horas la población desconocía lo que había ocurrido. En los medios de comunicación soviéticos el primer comunicado oficial sobre la tragedia vio la luz el 28 de abril. Para entonces los países occidentales ya habían informado de que algo había ocurrido, pero las autoridades soviéticas no querían hablar de ello. En la radio moscovita el comunicado del accidente ocupó el cuarto puesto en el noticiario, en la de Kiev, el décimo primero. Durante la emisión del programa Vremia, el tema de Chernóbil ocupó el puesto vigésimo primero. Tuvieron que trascurrir 18 días hasta que el secretario general, Mijaíl Gobachov, emitiera un comunicado.

“¿Acaso somos tan idiotas como para hacer que cunda el pánico a propósito?”

Los primeros en identificar realmente [la emisión] fueron los suecos. La noche del 26 de abril sus sensores detectaron un aumento en la radiación. Llegaron a la conclusión de que en algún lugar había tenido lugar una fuga. A nosotros nos llevó hasta la mañana averiguar lo que había pasado. Lo demás es una mentira. Nadie estuvo ocultándoselo a la población durante tres días. Sí, a la gente se le hizo llegar información firme y verificada. Pero, ¿qué se supone que teníamos que hacer nosotros? ¿Gritar “¡sálvese quien pueda!”? ¿Acaso somos tan idiotas como para hacer que cunda el pánico a propósito, para que cientos de miles de personas echaran a correr sin saber adónde, incluyendo hacia el lugar del accidente? No fuimos tan estúpidos. Era necesario organizar una evacuación.

Fuente: Igor Kostin/RIA NovostiFuente: Igor Kostin/RIA Novosti

No todos sabían lo que era la radiación. Había múltiples problemas y cuestiones de ese tipo. En Prípiat vivían, sobre todo, trabajadores de la planta nuclear y entendían del tema. Llegué en avión el 2 de mayo y me desplacé desde Kiev en coche. Nos detuvimos en algunos pueblos cercanos a la zona. Una señora mayor se acercó y me preguntó qué estaba pasando. “Hay suciedad y radiación. Hay que tener cuidado”, le dije. Ella me contestó: “¿De qué suciedad habla? Mire qué patata tan limpita”. Ese es el concepto que tenía la gente. No entendían que la muerte pudiera estar en el aire.

Hacia el 2 de mayo varias fuentes anunciaron la zona de la catástrofe. Durante la reunión en Chernóbil, decidí que había que evacuar a todos a un radio de 30 km de Chernóbil. Dibujamos un círculo en el mapa y concretamos el radio según el punto más lejano. Durante el camino de vuelta a Kiev en autobús me encontré con cientos de autobuses que se dirigían a evacuar a la población.

Durante la primavera y el verano de 1986 en las zonas aisladas y consideradas “de estricto control radiactivo” habitaban 400.000 personas. La radiación afectó también al territorio de Rusia (en menor medida; a cuatro aldeas con una población de 186 personas), Bielorrusia y Ucrania, donde el territorio afectado superaba en dimensiones al de Moscú. Se logró evacuar inmediatamente a 116.000 personas, y otras 270.000 fueron trasladadas en los años posteriores.

“Helicópteros con planchas de plomo para evitar la radiación”

En realidad, no teníamos tampoco helicópteros con protección antirradiación. Nos vimos obligados a sobrevolar el reactor. Se trataba de helicópteros comunes en cuyos suelos se había colocado planchas de plomo para evitar que se filtrase la radiación. Vestíamos monos y gorros blancos, y en el bolsillo, llevábamos un contador de Geiger. Eso era todo. Al sobrevolar el reactor a distancia, [el contador] emitía un ruido pero de poco volumen. A medida que te ibas acercando, empezaba a emitirlo cada vez más alto. Cuando estás casi al lado del orificio, se ponía como loco.

¿Pero qué se podía hacer? ¿No ir? Éramos conscientes de que podía afectarnos alguna dosis, pero igualmente a nadie se le pasó por la cabeza escapar. Estuve allí dos horas y después me alejé, y mis sustitutos estuvieron trabajando en la zona durante varios meses, por turnos. Los cambiábamos cada dos semanas. Hubo muchos revuelos. Cuando empezamos a retirarlos [de la zona] gritaban: “¿Para qué? ¿Es que somos cadáveres o qué?”. Sin embargo, no dimos el brazo a torcer: atendimos a las recomendaciones de los médicos y regresaron inmediatamente.

Fuente: Vitaliy Ankov/RIA NovostiFuente: Vitaliy Ankov/RIA Novosti

Nos decían que mandábamos a la gente obligada. No, al contrario. Se trataba de una desgracia. ¿Cómo podíamos rechazar a la gente? Tenía un montón con innumerables peticiones de voluntarios con la inscripción “solicito que me envíen”. La gente era consciente del accidente y de que había que ayudar.

El primer año tras el accidente 350.000 personas participaron en los trabajos para hacer frente al desastre. Tras el consejo de los científicos, se decidió llenar el orificio del reactor de arena y plomo, que se transportó desde todo el país con carácter de urgencia.

“Nadie compartía información con nosotros”

Era un camino desconocido. Los estadounidenses había tenido un accidente similar en Three Miles Island en 1979 pero toda la información era clasificada. Nadie compartía información con nosotros y no sabíamos nada. Solamente se nos criticaba. Era la Guerra Fría y nadie ayudaba.

El 1 de mayo, en un reunión de la comisión, ya se sabía que no había suficiente yodo para los niños, para proteger su tiroides y que no había grúas los suficientemente grandes como para montar un sarcófago protector sobre el reactor. Posteriomente compartimos toda la experiencia que habíamos acumulado.

Durante el juicio del PCUS ya me había acostumbrado a que nos echaran la culpa por la tragedia. Estuve como testigo. Uno de los fiscales me mostró una pila de papeles, llenos de anotaciones, con los 42 protocolos que había firmado. Durante largo tiempo me hizo preguntas del tipo: “Camarada Ryzhkov, aquí tenemos un protocolo firmado por usted que dice que en esta aldea el nivel de radiación registrada era de no sé cuántos rems. En cambio nosotros tenemos otros datos...”. Fui paciente hasta que le espeté: “¿Cómo puedo, como primer ministro de un país con millones de ciudadanos, saber cuál es la radiación en una pequeña y remota aldea? No necesito saber eso. Tomé otras decisiones. ¿Dónde estaba usted cuando ocurrió la tragedia? Como comunista, ¿por qué no vino donde estábamos nosotros, como otros oficiales y soldados? Entonces, ¿qué derecho tiene para hacerme esas preguntas? Se quedó callado y no me hizo más preguntas. Todavía creo que todo lo que se hizo fue correcto en su momento”.

Nikolái Ivánovich Ryzhkov (nació el 28 de septiembre de 1929 en Donetsk) ostentó el cargo de presidente del Consejo de Ministros de la URSS entre 1985 y 1991, durante la época de la glásnost y la perestroika comandada por Mijaíl Gorbachov. Se resistió a varios intentos del entonces presidente soviético de introducir mecanismos de mercado en la economía soviética. Visitó Chernóbil los días 2 y 3 de mayo y fue el responsable de la evacuación de toda la población situada 30 km a la redonda de la central nuclear. Actualmente es miembro del Consejo de la Federación (Senado) y se encuentra en la lista de sancionados por la UE.

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