Ingusetia: un pueblo atrapado entre las torres y el dolor

Isropil Chaníev (nacido en 1940) es el único residente de un pueblo cerca del complejo histórico en la región de Dzheiraj en la República de Ingusetia.

Isropil Chaníev (nacido en 1940) es el único residente de un pueblo cerca del complejo histórico en la región de Dzheiraj en la República de Ingusetia.

Said Tsarnaev/Sputnik
Son famosos por tener las torres más altas del Cáucaso. Sufrieron la represión estalinista, el conflicto armado con sus vecinos osetios, la guerra chechena y han fundado numerosas diásporas en las mayores ciudades europeas y rusas.

Dzheiraj es una región montañosa con alturas que varían entre los 1.200 y los 2.000 metros. Estas montañas describen a los ingushes mejor que cualquier enciclopedia.

Es aquí donde se encuentran las torres ancestrales de estos pueblos. En Dzheiraj hay más de 200 yacimientos de estas antiguas construcciones. Eguikal es el mayor de todos, con más de 40 torres. Estas montañas sirvieron de refugio durante la invasión mongola del Cáucaso septentrional, en el siglo XIV. Los ingusetios huyeron de las llanuras a las montañas y erigieron sus torres, junto a ellas construyeron casas y, no muy lejos, tumbas tribales.


Los ingusetios, al igual que la mayoría de pueblos del Cáucaso Norte, son musulmanes. La palabra “ingusetios” se traduce como “gentes de las torres”. Ingusetia es la república más pequeña del Cáucaso Norte con una dimensión de 3685 km². Su capital es la ciudad de Magás.


Ramzán Tsúrov explica sobre esta particularidad histórica. “Nuestro carácter nos insta a “no ser peor que los demás” —afirma atrevidamente—. Por ejemplo: “mi vecino ha construido una casa con una bonita puerta y yo no voy a ser menos”. Así surgieron las torres, aunque en realidad fue duro arrastrar las piedras por las montañas. A día de hoy en la república no se conservan todas las torres, pero cada tribu tenía una y ninguna rechazó construirlas.

Problemas de empleo

“Actualmente la alta tasa de paro (más de un 30%, la más alta de Rusia) y los bajos salarios obligan a los ingusetios a abandonar su región”, relata Ramzán Tsúrov, escritor, autor del himno de Ingusetia y guía turístico de Dzheiraj.

“El problema está en el carácter nacional: no somos comerciantes como los armenios o los azerbaiyanos. No tenemos una profesión que podamos llamar nuestra… Lo que mejor hacemos es ocuparnos de la ganadería”, continúa Tsúrov.

Los ingusetios, en su mayoría, siempre han vivido en la pobreza, pero la unidad los ha mantenido a flote.

“Nuestras familias son grandes y nos ayudamos unos a otros. Al igual que a muchos caucásicos nos gustan las casas grandes. Si me dan a elegir entre unas vacaciones en Tailandia o poner una puerta nueva, no dudes que me quedo con la puerta. De este modo, una familia grande puede construir una casa, desde los niños hasta los ancianos. Y la construcción dura años. Si no fuera por esa unidad, no sobreviviríamos”, afirma.

Dzheiraj es el único lugar turístico de Ingusetia. Recientemente se ha construido una pista de esquí llamada Armji, así como decenas de hoteles. El flujo turístico crece cada año. Desde principios de 2016, Ingusetia ha acogido 39.400 turistas, un 24% más que en 2015. Paradójicamente, la industria de los servicios carece de suficientes trabajadores.

“A nuestros hombres no les gusta, ni tampoco saben, trabajar en el sector servicios —afirma Tsúrov—. Es una cuestión de principios. No estamos acostumbrados a eso. Trabajar como conductor, guarda de seguridad o guía es normal, pero como camarero no es muy prestigioso. En nuestras cafeterías y hoteles a menudo se ven camareras osetias o cocineros azerbaiyanos. A veces, incluso si una persona no tiene trabajo, los rechaza”.

La deportación en los años 30

Tsúrov relata cómo esta nación sufrió la deportación durante tiempos de Stalin.

Una parte importante de la población murió y fue un duro golpe.  La deportación de 1944 a Kazajistán dejó una huella considerable en el destino del pueblo ingusestio. Se les culpó, junto a otros pueblos caucásicos, de colaborar con los alemanes y fueron expulsados. En 1957, en tiempos de Jruschov, se les permitió volver a su tierra pero sus tierras estaban parcialmente ocupadas por los osetios. En 1992 hubo un conflicto entre ambos que tuvo casi 600 muertos y provocó la huida de la ya mermada población a diferentes repúblicas y grandes ciudades rusas y europeas.

“Casi cualquier ingusetio tiene familia en Moscú. En Magadán (Lejano Oriente de Rusia) hay una enorme diáspora de cuando, en los años soviéticos y los 90, los representantes de nuestros pueblos trabajaban en la extracción de oro y el procesamiento de madera. Muchos trabajan en el norte de Rusia, en la industria del petróleo”, relata Jasán Nalguíev, empresario y fundador de la organización benéfica Tesham.

Dzheiraj, Ingusetia. Foto: Mijaíl Japaridze / TASSDzheiraj, Ingusetia. Foto: Mijaíl Japaridze / TASS

Actualmente se calcula que hay unos 700.000 ingusestios en todo el mundo, de los cuales solo 375.000 viven en su Ingusetia natal. No hay datos oficiales respecto a la cantidad en países europeos, pero los habitantes locales dicen que uno de los países más atractivos para emigrar es Bélgica. En Turquía habita la mayor diáspora en el extranjero con un total de 85.000 personas.

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