Katya Toama vive como miles de jóvenes en Moscú: estudia, trabaja y enseña inglés y árabe en clases privadas, hace deporte y por la noche sale de bares. Pero hace tres años vivía en un país diferente y su vida era muy diferente.
Toama tiene 31 años y es hija de una familia mixta ruso-siria que llegó a la capital rusa a causa de la guerra. Ha tenido que aprender una nueva profesión, aprender ruso y acostumbrarse a un nuevo entorno cultural.
La guerra no llegó de repente hasta Damasco. Primero comenzaron los cortes de electricidad y luego los de combustible, mientras ella trataba de seguir una vida normal. Pero cuando un mortero cayó en el jardín de su casa tomó la decisión de partir del país.
Katya Toama. Fuente: Servicio de prensa
Llegó a Rusia y tuvo que enfrentarse a una serie de nuevos retos. “Nada más decir que vengo de Siria, me hacían un montón de preguntas y yo tenía que convencerles de que vivía una vida normal, que trabajaba que soy cristiana y que también soy ciudadana de Rusia y que el Estado no me da ningún tipo de ayuda. Mucha gente pensaba que había venido a vivir bien a costa de los contribuyentes rusos”, dice.
Seis meses después está en proceso de adaptación y ha encontrado un trabajo y se ha apuntado a la universidad.
“Tuve que empezar de cero, pero no me quejo”, dice y añade que sus compañeras y profesores la han ayudado mucho.
¿Sueña con volver a Siria? “No, no sería capaz de volver a empezar de cero”, dice.
Fadi Saleh, tiene 29 años y es periodista del canal RT, y al contrario que Katya no descarta volver a Siria algún día. La guerra le empujó a tomar una decisión, estudiar en Rusia, que llevaba tiempo barajando.
El primer problema fue burocrático ya que sus padres no lo registraron como ciudadano ruso en su momento. Dos años después de su llegada cuenta con un permiso de residencia pero hasta dentro de cinco años no podrá ser ciudadano ruso.
Fadi Saleh. Fuente: Archivo personal
“No está bien que nosotros, los medio rusos, no tengamos acceso a un procedimiento más sencillo”, dice.
También ha tenido un problema con la diferencia de mentalidad. Aunque sea medio ruso creció en Siria y le ha costado adaptarse al nuevo entorno.
Actualmente está terminando su máster en la Alta Escuela de Economía de Moscú y continúa su trabajo como periodista, que comenzó cuando estaba en Siria.
Mariam Hassán (no es su nombre real) tiene 45 años y llegó a Rusia en 2013 con sus dos hijos. Pensaba que iba a ver la gloriosa rusa que conoció en los años 80, pero “la sociedad y la moral han cambiado y la gente es más dura”, explica.
No es un problema para los hijos, ya que hablan ruso y tienen nacionalidad, así que empezaron a ir a la escuela pero Hassán se enfrentó a tiempos duros.
“Soy doctor y puedes imaginar lo difícil que es para los doctores extranjeros convalidar sus títulos”, dijo. “Tomó muchos meses y me pedían documentos que ni tan siquiera existen en Siria”.
Al final lo pudo hacer y ya cuenta con trabajo y clientes, pero dos años y medio después Hassán recogió todo y volvió a Siria. ¿Qué hizo que quisiera volver con sus hijos a mitad de la guerra?
“Mi marido”, dice. “No puede venir a Rusia porque no tiene nacionalidad y no habla ruso y él mismo no querría venir aquí y no hacer nada”.
Otro factor es la falta de alojamiento en Rusia. Durante dos años Hassán intentó conseguir una casa estatal pero el Servicio Federal de Migraciones rechazó categóricamente ayudar a las personas refugiadas o desplazadas forzosamente.
Hassán explica que vino a Rusia por sus hijos. “Si no fuera por ellos nunca habría pensado en salir y me habría quedado en Siria”, dice. “¿Quién habría pensado que la guerra nos enseñaría a apreciar nuestra casa?
Según datos de la ONU, más de 25.000 personas han muerto a causa de la guerra Siria y millones de personas se han visto obligadas a abandonar el país tras el inicio de la guerra en marzo del 2011. Hay más de 4,8 millones de personas registradas como refugiados.
Al principio de la guerra en Siria vivían 100.000 personas con pasaporte ruso. Hay decenas de miles cde sirios con raíces en Rusia, sobre todo en la línea materna. Se desconoce el número exacto de familias ruso-sirias.
Según la Fundación Russkiy Mir y Rossotrudnichestvo, agencia estatal responsable de distribuir ayuda entre los nacionales rusos, es difícil contar con estadísticas detalladas ya que la mayoría son ciudadanos sirios y porque también ha habido muchos migrantes ruso parlantes de antiguas repúblicas soviéticas, que en muchos casos se consideran rusos.
La mayoría de las familias ruso-siria vivían en las principales ciudades del país: Damasco, Alepo, Homs, Tartus y Latakia.
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