Las 'kommunalkas', pisos compartidos soviéticos, de San Petersburgo

communal apartments

communal apartments

PhotoXPress
Con más de 8.000 habitaciones alquiladas en pisos compartidos, San Petersburgo es la capital de las kommunalkas de Rusia. Hay entre diez y veinte personas viviendo en hogares con un baño y una cocina. Se trata de una de las maneras más baratas de vivir en la ciudad.


Actualmente en los apartamentos compartidos de San Petersburgo viven 259.653 familias, según los datos proporcionados por el comité de vivienda de la ciudad. El programa de reasentamiento entró en vigor en 2008, cuando la ciudad contó con 116.647 pisos compartidos. Todo propietario de una parte del apartamento compartido puede aplicar, incluso si el resto de los habitantes no va a participar en el programa. Los inquilinos, en su vez, no tienen derecho a participar en la toma de decisiones. En 2016 el presupuesto de la ciudad asignó millones de dólares programa para satisfacer las necesidades de 4.645 familias.          


En la oscuridad de un pasillo largo y estrecho busco la puerta, pero en vez de ella encuentro un enorme armario. Mi objetivo es una de las diez habitaciones de un piso compartido, en la cual vive el joven de 27 años Vasya Paskachev junto con con su esposa Alina Belíkina, que es un año más joven que él.  Cerca de mí se encuentra la entrada a la gran cocina común donde varias familias preparan la comida y lavan los platos a la vez.

“Nuestro vecino Petya lleva 30 años aquí y dice que ya está acostumbrado y que le gusta vivir así, - nos cuenta Vasya que trabaja como arquitecto y vive en un piso compartido en un antiguo edificio en Rizhski Prospekt. – Hay mucha gente para hablar. A pesar de que Petya casi nunca esté sobrio”. Para los recién casados un piso compartido es un punto de tránsito entre una residencia estudiantil y su propio apartamento. La pareja llegó desde Carelia para estudiar, y ahora planea quedarse en San Petersburgo. Una habitación cuesta mucho menos que un piso completo y uno puede permitirse vivir en el centro de la ciudad incluso con un presupuestro pequeño.

Anastasia SemenovichAnastasia Semenovich

La única desventaja es que en el piso, a pesar de que haya niños, se puede fumar en cualquier parte. También suceden curiosos incidentes con los inquilinos. “Un chico alquilaba una habitación más allá en el pasillo. Hace unos días se fue y dejó una colilla que casi quemó todo el apartamento. Tuvimos que romper la puerta y extinguir el fuego”.

En un piso compartido hay que saber cómo acomodar el lugar. “Por ejemplo, en nuestra habitación no hay despensa, porque las tienen los ancianos, pero no queremos ningún conflicto con ellos, a pesar de que somos propietarios y la despensa debe ser proporcionada a nosotros”, dice Alina.

“¿Y sabéis que existe un programa de reasentamiento? – les pregunto. – Podéis recibir una compensación del gobierno si se vais.” “Sí, conocemos el programa pero no confío en esas cosas. Preferiríamos ahorrar dinero para poder comprar nuestro propio apartamento y luego alquilar o vender esta habitación”.

Anastasia SemenovichAnastasia Semenovich

Muchos propietarios alquilan varias habitaciones y de esa manera tienen ingresos que son estables de modo que no ven por qué vale la pena recibir alguna compensación única del gobierno. La misma opinión tienen los propietarios de otro apartamento, ubicado en Lígovki Prospekt cerca de la estación de tren Moskovski. Es una región insegura, con pequeños bares y cafés. El piso se encuentra en un viejo edificio número 56. En el último piso me recibe Nastya Sókolova, una muchacha de 31 años, que vive en un apartamento de 14 habitaciones.

Su habitación, alquilada por 15.000 rublos (235 dólares), es de 20 metros cuadrados, con dos ventanas y sin lámparas. “No hay agua caliente. Tenemos que lavar los platos en agua fría y la dueña colocó calderas en el baño. Tampoco hay lámparas grandes pero soy pintora y necesito más luz para mi trabajo”.

Nastya decidió mudarse a esta habitación porque quería permanecer en el centro de la ciudad, a pesar de que se diera cuenta de que en las afueras podría permitirse alquilar hasta un pequeño estudio. Muchos de sus vecinos son como ella, jóvenes empleados que provienen de otras regiones del país. Todos tratan de apoyar unos a otros sin recurrir a conflictos. Incluso no se suelen cerrar las puertas por la noche.     

Todos los derechos reservados por Rossíiskaia Gazeta.

Esta página web utiliza cookies. Haz click aquí para más información.

Aceptar cookies