Vista de Oziorsk.
archivo personalLas primeras ciudades cerradas aparecieron en la URSS a finales de los años 40, después de que Stalin diera la orden para el desarrollo de armas nucleares. Entonces comenzaron a surgir cantidad de lugares secretos, que no aparecían en los mapas, en lugares remotos del país.
Los reactores nucleares, las fábricas para la producción de bombas atómicas, los centros científicos para el estudio de energía atómica se encontraban eran "entidades administrativas cerradas" (ZATO, por sus siglas en ruso). Con el tiempo el Ministerio de Defensa y los desarrolladores espaciales obtuvieron también sus espacios cerrados.
Las ciudades secretas no se reconocían oficialmente a pesar de que en ellas vivieran miles de personas. Cuando un habitante salía de la ciudad tenía prohibido, bajo amenaza de persecución criminal, decir dónde vivía. Era imposible acceder a estos lugares sin un pase especial. Los habitantes de estos lugares recibían como compensación un 20% más de salario. Además, los productos en los lugares cerrados eran de mucha mejor calidad que en el resto de ciudades. Los residentes podían comprar embutidos sin dificultades, cuando había déficit de suministro en otros lugares.
Tras la caída de la URSS se abrieron muchas de estas ciudades, pero muchas de ellas han quedado cerradas. Actualmente hay más de 40 ciudades de Rusia que tienen el estatus de "entidad administrativa cerrada".
“La frontera está asegurada con una valla alta y solo hay una serie de puntos acceso que están controlados. Para poder pasar a la ciudad se necesita un pase”, explica Konstantín, antiguo habitante de la ciudad cerrada de Oziorsk en el óblast de Cheliábinsk (a 1.400 km al este de Moscú).
Oziorsk se construyó en 1940 y se encuentra en los Urales, entre cuatro lagos. Hay un gran fábrica que produce componentes para armas nucleares e isotopos.
Las condiciones de todos los ZATO son similares. El acceso solo es posible con un pase. "Conozco tres tipos de pases: de acceso único, temporal y permanente", explica Irina, residente de la ciudad cerrada de Sarov, a 400 km de Moscú.
Para poder obtener un pase permanente hay que nacer en la ciudad cerrada o trabajar en la empresa que conforma la ciudad. Los otros dos pases solo se pueden solicitar si se es familiar cercano de un residente o si se viaja por negocios. Después hay que esperar las largas deliberaciones de los servicios de seguridad. Para los turistas, especialmente los extranjeros, es muy difícil, por no decir imposible, acceder a estas ciudades.
Sarov. Fuente: archivo personal.
Aquí acaban las restricciones para los habitantes. "Nadie bloquea internet y no hay toque de queda", dice Konstantín, echando por tierra los rumores acerca de las ciudades cerradas.
Los residentes de las ciudades cerradas consideran que la seguridad es una de las ventajas de vivir en estos lugares. "Cuando era niño la palabra 'ciudad' era sinónimo de algo protegido", explica Konstantín.
"No puede entrar nadie de fuera: ni prisioneros, ni estafadores, ni mendigos. A los seis años, cuando fui con mi familia a otra ciudad, vi por primera vez a una mujer pidiendo en la calle. Me causó mucha impresión", explica.
Además, para los que están vinculados a la industria de la ciudad suele ser conveniente estudiar y trabajar en la misma. Por ejemplo, Sarov era un centro de desarrollo de armas nucleares durante la época soviética y sigue siendo una de las ciudades más importantes de Rusia a nivel científico.
"No había universidades en mi pequeño pueblo y la universidad de Sarov me atrajo porque ahí se podía estudiar física y matemáticas, que era en lo que estaba interesada", declara Irina. Después de graduarse, comenzó a trabajar en Sarov, en la empresa que conforma la ciudad, asociada a la corporación Rosatom, dedicada al desarrollo de proyectos en energía nuclear.
Para algunos locales la parte negativa de esas ciudades es su aburrimiento. "En Severomorsk, por ejemplo, no hay nada que hacer cuando tienes tiempo libre", dice Román, que vivió en esta ciudad cerrada, base de la Flota Marítima del Norte y situada a 1.500 km al norte de Moscú.
Vista de Severomorsk. Fuente: archivo personal.
Román está convencido de que el estatus de ciudad cerrada obstaculiza el desarrollo de los negocios. Además de los beneficios económicos, cree que si se abriera sería mucho más fácil comunicarse con familiares y amigos.
Aunque no todos los residentes de las ciudades cerradas son de la misma opinión. Las encuestas muestran que la mayoría de los habitantes de estos lugares prefiere mantener el régimen especial.
Konstantín, de Oziorsk, también está en contra de abrir la ciudad. "Tenemos nuestra mentalidad, nuestro pequeño orgullo", dice. "Al fin y al cabo, cuando se le pregunta a alguien con qué cosas no saldría de su ciudad, la gente suele responder, 'sin el teléfono o el reloj', mientras que en Oziorsk, diríamos con orgullo: 'sin el pase y el pasaporte".
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